NATALIDAD
El cálculo de las tasas brutas de natalidad -número de nacimiento en un año por mil habitantes- es impreciso cuando no se dispone de censos por habitantes, como ocurre antes de la segunda mitad del siglo XVIII. En tres localidades de la Ribera tudelana (Cintruénigo, Murchante y Tudela), E. Orta calcula tasas entre 36,7 y 40,9 por mil en varios momentos de la segunda mitad del siglo XVI y XVII. Al confrontar las cifras de bautismos en 23 parroquias de la Zona Media en 1646, 1678 y 1726 se obtienen tasas medias globales de 37,9, en los dos años extremos, y de 38,1 en el central. Y en Caparroso, A. Aicua calcula tasas entre 37,5 y 40,8 por mil en la segunda mitad del siglo XVIII. Se puede estimar, pues, que la natalidad bruta oscilaría habitualmente entre estos valores, de 35 a 40 por mil, aunque sea posible documentar, en determinadas localidades y en momentos concretos, tasas más elevadas y también inferiores. En las ciudades, probablemente la natalidad fue algo inferior que en el campo: M. Gembero estima que, en la parroquia de San Nicolás de Pamplona, se situaría entre 32 y 34 por mil. Quizás también en la Montaña la natalidad fuese algo más baja que en la Zona Media y Ribera; A. García Sanz y M. A. Zabalza comprueban que, en 1786, la tasa bruta de 33 localidades de los valles de Burunda y Salazar se situaba entre 30 y 31 por mil. Provisionalmente se puede concluir que también en esto Navarra es tierra de transición, entre el interior castellano, donde parecen predominar tasas de natalidad algo más elevadas (40-45 por mil) y algunas comarcas de la periferia costera, como Galicia, de baja natalidad (en torno a 30 por mil).
Los nacimientos, lo mismo que las defunciones o los matrimonios (Mortalidad*; Nupcialidad*), no se repartían por igual a lo largo de todos los meses del año. El mayor número de concepciones -y, por lo tanto, de nacimientos al cabo de nueve meses- corresponde al final de la primavera y principios del verano (mayo, junio y julio). Esto se explica muy bien considerando el ritmo biológico que determina el cambio de las estaciones. El menor número de concepciones se produce en los meses de otoño (septiembre y octubre), lo que quizás guarde relación con las actividades agrícolas. Un mínimo de concepciones en el mes de marzo, aunque no muy marcado, ¿pudiera explicarse, en parte al menos, por una abstinencia sexual durante las últimas semanas de la Cuaresma y durante la Semana Santa?
La tasa de masculinidad se mueve dentro de cifras habituales en la demografía universal: nacen, aproximadamente, 106 niños por cada centenar de niñas. En las tres parroquias de Cirauqui y Mañeru se han controlado 130 alumbramientos múltiples entre 1600 y 1850 sobre un total de 16.312 partos. Todos fueron dobles, salvo uno triple en Mañeru en 1838: nacieron dos niños y una niña, pero todos murieron sin cumplir los dos días de vida.
En 1950 la tasa de natalidad de Navarra (19,62 por mil) era similar a la media nacional (19,76 por mil). A partir de 1970 la tasa quedó por debajo de la nacional (18,32 frente a 19,50 por mil), distanciándose en 1975 y tendiendo a igualarse en 1981. Estos dos últimos años reflejan en Navarra, al igual que en España, un nuevo ciclo de disminución acelerada de la natalidad (16,75 y 13,90 por mil en Navarra y 14,13 por mil en España).
El análisis intrarregional desde 1973 a 1983 permite comprobar una tasa diferencial de natalidad muy significativa en las cinco unidades en que se divide a Navarra. El descenso de Pamplona (que alcanzó un 31 por mil en 1950 frente a la provincia con un 17,6 por mil, seguramente ambas cifras sobre e infravaloradas respectivamente por el sistema estadístico seguido por aquella época) es muy pronunciado. Durante los últimos cuatro años el número total de nacimientos es inferior a los tres primeros de la serie (9.552 y 10.549). En 1976 hubo 3.475 nacimientos y en 1983, 2.095. Los municipios submetropolitanos registran las tasas de natalidad más elevadas de Navarra y su descenso en los ocho años analizados no es tan acusado como el de Pamplona (22,25 a 11,08 por mil).
A las cabeceras comarcales corresponde el papel de transición entre las tasas metropolitanas y las rurales. La tasa de 1976 es bastante inferior a la de Pamplona (17,92 por mil, cinco puntos menos), para descender en 1983 un punto (12,03 por mil) sobre la de Pamplona. A partir de una tasa similar en la Ribera y el resto del medio rural (13,13 y 13,12 por mil) en el año 1976, 1983 registra un descenso más acusado en este último (10,50 frente a 9,68 por mil).
En consecuencia, la regresión de la natalidad es sensiblemente mayor en medio urbano que en medio rural, aunque en los municipios submetropolitanos la velocidad de la caída se suaviza debido a que cuentan con la estructura por edades más joven de la región.
La situación actual revela que en las dos terceras partes de los municipios navarros que constituyen el medio rural propiamente dicho no se renuevan las generaciones, lo que se debe sobre todo al proceso de envejecimiento provocado por la emigración.
En 1984 la tasa de natalidad, calculada sobre población estimada, daba los siguientes resultados por ciudades y comarcas. Pamplona, 10,02; Estella, 10,87; Sangüesa, 9,35; Tudela, 11,62; Alsasua 12,27; Tafalla 11,97, siempre en tantos por mil. La tasa de natalidad de los municipios metropolitanos continúa siendo la más elevada de Navarra, con un 15,42 de media. En la corona exterior del Área Metropolitana de Pamplona, formada por treinta y cinco municipios, la tasa es de 9,41. En la Navarra media occidental, es de 9,19 y en la Navarra media oriental de 9,82. En la Ribera, a su vez, es de 11,04. Por último en la Navarra del Noroeste es de 11,81 y en la Navarra del Nordeste de un 8,47 por mil. Puede deducirse que los factores más significativos de una mayor o menor tasa son la estructura por edades y la emigración o inmigración respectivamente. Una estructura por edades envejecida y una emigración muy alta explican que la Navarra del Nordeste tenga la tasa más baja de Navarra. Entre las cabeceras comarcales Sangüesa es a su vez la de menor tasa, por corresponder a la comarca más deprimida y a la cabecera de menor vitalidad. En los municipios metropolitanos con un índice de juventud relativamente elevado, las tasas de natalidad sobresalen notoriamente. Por su parte, la baja tasa de Pamplona no sólo se debe a una estructura con abundancia de población mayor, sobre todo en el Casco Viejo y en el I y II Ensanche, sino también a la mayor incidencia del proceso de secularización. La crisis de valores se difunde desde la capital hasta el resto de la región, la crisis económica se yuxtapone en capital y provincia a la religiosa. En última instancia, las bajas tasas de todas las unidades analizadas muestran en Navarra la constatación sociológica de que Religión y norma moral es el factor clave que explica en las sociedades europeas el comportamiento involutivo de la fecundidad.
Según la Reseña Estadística de Navarra, la evolución de los nacimientos en cifras absolutas a lo largo del siglo registra una tendencia a la baja en las primeras décadas, una recuperación en los sesenta y setenta (aunque la forma de medir el fenómeno cada veinte años no permite apreciar la inflexión iniciada a mediados de los setenta) y el descenso posterior. Así, en el período 1901-1920 suman un promedio anual de 9.407, entre 1921-40, 8.773, entre 1941-1960, 7.829, entre 1961-1980, 8.237. En los años 1981 y 1982 el total de nacimientos es respectivamente 6.786 y 6.278. Tomando como base 100 a 1900, los números índices son en cada período 101,20; 84,22; y 88,62. En 1981 el índice es 73,01 y en 1982, 67,54. En este último año el índice de España es 81,18, referido también a 1900.
Bibliografía
E. Orta, La Ribera Tudelana bajo los Austrias. Aproximación a su estudio socioeconómico, “Príncipe de Viana”, XLIII (1982), 723-867; A. Floristán Imízcoz, La Merindad de Estella en la Edad Moderna: los hombres y la tierra (Pamplona, 1982); A. Aícua, La villa de Caparroso a fines del Antiguo Régimen: 1750-1808 (Memoria de licenciatura: Pamplona, 1983); M. Gembero, Demografía y sociedad en Pamplona durante la Edad Moderna (Memoria de licenciatura, Pamplona, 1983); A. García-Sanz y M. A. Zabalza, Consecuencias demográficas de la Guerra de la Convención en Navarra. La crisis de mortalidad de 1794-1795, “Príncipe de Viana”, XLIV (1983), 63-87.