HOSPITALIDAD
HOSPITALIDAD
La hospitalidad medieval ha de entenderse en su sentido más amplio de ejercicio variado y completo de caridad. En los hospitales de aquellos siglos se asistía a los enfermos, se albergaba a los caminantes, y en ocasiones se daba asilo a niños y ancianos. Hospitales y alberguerías eran entonces sinónimos. La iniciativa asistencial corría a cargo de las instituciones monásticas, pero desde el siglo XI existían órdenes especialmente consagradas a la hospitalidad, como las de San Lázaro, San Antón y San Juan de Jerusalén. Alojaba indistintamente a enfermos y pordioseros, si bien estos últimos tenían limitado el tiempo de permanencia en el hospital, pues eran recibidos en calidad de transeúntes y no de asilados. Los establecimientos de poca capacidad parecen destinados únicamente a los peregrinos detenidos por la enfermedad. La existencia de cementerios anejos prueba una dedicación preferente al cuidado de enfermos. Bastaban instalaciones muy simples, un local para los lechos, no siempre individuales; en las casas particulares se reducían a una o dos habitaciones, con mínimas dependencias anejas. La función religiosa estaba siempre presente, ya que el ejercicio de la caridad miraba no sólo la curación del enfermo, sino también la purificación de su alma. El personal de estas instituciones se nutría de religiosos o laicos deseosos de practicar desinteresadamente las obras de misericordia. La asistencia prestada era elemental, ya que hasta el siv1o XVI se desconoce en los hospitales la figura del médico. A lo largo del camino de Santiago la hospitalidad derivaba del propio carácter de la peregrinación; en su ruta navarra existían hospitales atendidos por órdenes religiosas y en los núcleos urbanos por cofradías de artesanos. En Ultrapuertos pueden enumerarse los de la encomienda de San Juan en Apat, San Bartolomé y San Miguel de San Juan de Pie de Puerto, San Vicente de Cisa, San Miguel el Viejo, Erreculus, Chateau-Pignon, Elizachar, Mocosail (de Roncesvalles) y San Juan Irauzqueta (de Leire). Entre Valcarlos y Roncesvalles estaban los de Gorosgaray y San Salvador de Ibañeta, ambos de Leire, y la famosa casa de Roncesvalles, sin duda el más importante hospital del reino. Entre Roncesvalles y Pamplona hubo posiblemente albergues de peregrinos en Burguete, Espinal, Viscarret, Agorreta, Zubiri, Larrasoaña, Anchóriz, la Trinidad de Arre y Villava. En Pamplona, que contaba con excelentes hospitales, era el más antiguo el de San Miguel, emplazado frente a la catedral y atendido por el canónigo hospitalero*; el de San Cernin, llamado de Santa Catalina, databa del siglo XIII, y del XIV los del Corpus Christi y Santa Catalina en la Navarrería, de los labradores y San Lorenzo en San Cernin; en el XV se documenta el de San Martín en la Navarrería, y en San Nicolás los de San Miguel y San Blas. Camino de Estella, la Orden de San Juan tenía la casa de San Juan de la Cadena, y en Cizur Menor existía otro albergue de la misma institución. Seguían los albergues del alto del Perdón y de Legarda. Mayor importancia tenían los dos asilos de Puente la Reina, uno de los templarios y otro de los trinitarios; había otro en el contiguo paraje de Zubiurrutia. En Bargota disponían los sanjuanistas de su mejor hospital. Es posible que hubiera también albergues entre Lorca y Villatuerta y en Zarapuz, éste de San Juan de la Peña. En Estella se documentan los establecimientos del Arenal, San Pedro, San Juan y San Miguel; asistían además a los peregrinos las cofradías de San Pedro y San Bartolomé de Lizarra, los Sesenta del Puy y la hermandad del Santo Sepulcro, y en el barrio de San Martín existían alberguerías atendidas por laicos; también se acogía a los peregrinos en Rocamador e Irache. Los últimos hospitales del camino navarro estaban en Torres, Sansol, Los Arcos y Viana. La vía jacobea a través de Dancharinea contaba con el establecimiento premostratense de Urdax, el catedralicio de Velate y el de Arre. En la ruta aragonesa constan para Sangüesa los hospitales de Santa María, San Adrián de Vadoluengo (de Cluny), San Nicolás (de Roncesvalles), Santa Eufemia, Santa Eulalia (de San Juan), Santa Cristina (de Somport), San Babil, Santiago y San Salvador, y otro para los judíos; en Rocaforte estaban los de San Vicente y San Pablo. Fuera del camino de Santiago existían albergues en el monasterio cisterciense de La Oliva, Cogullo (de la Orden de San Juan), Muruarte de Reta, Sesma, Tafalla, y Villafranca. En Tudela había los de las órdenes de Roncesvalles y San Juan, Santa María, San Raimundo, San Nicolás, Santa Eulalia de Urzante, San Jorge y los de las cofradías de la Natividad, de los zapateros y de los ballesteros; en el siglo XV se fundaron el de Santiago y el Hospital Viejo. En Olite un hospital era atendido por la orden de San Antón y seguramente había albergue en la casa de Roncesvalles de la calle Mayor. (Sanidad)*.