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HERÁLDICA

HERÁLDICA

El sistema emblemático que llamamos heráldico aparece como un hecho de civilización en toda Europa occidental en el segundo cuarto del siglo XII. Algunos de sus elementos fueron tomados de usos más antiguos. Según la teoría más de acuerdo con los testimonios arqueológicos, se formó como resultado de un proceso de fusión de varios grupos de emblemas. Diferían por su significación: posesión de un territorio, pertenencia a un grupo familiar, simple distintivo personal. Por la forma en que eran usados: en la enseña, sobre el escudo, en el sello… Y en el tipo gráfico: emblemas geométricos, león y águila, objetos varios… Las peculiaridades de cada país se centran en los ritmos y caracteres de este proceso de fusión, condicionado por las estructuras sociales, influencias culturales, etc. No tanto en la época de aparición inicial.

En Navarra, los primeros testimonios corresponden al emblema real, el águila, usada por Sancho VI y probablemente por García Ramírez. En la época del rey Sabio ya se disponían emblemas de tipo geométrico en los escudos. Así lo demuestran los que llevan los guerreros representados en los capiteles del claustro de Tudela (lados S y E) y en otro capitel procedente de Sangüesa (Museo de Navarra). Son, según parece, distintivos personales, sin carácter familiar todavía, ni menos territorial. En este nivel social no se usaba entonces sello, de modo que no han quedado más testimonios que estas representaciones genéricas. Por otra parte, hubo cierta resistencia a figurar en los sellos los emblemas de carácter territorial de los reyes: el león de León, el águila de Navarra, el castillo de Castilla. Aparecen primero en el reverso (hacia 1170-1175) y después sobre el escudo de la figura ecuestre (hacia 1180-1190) a la vez que adquieren un carácter familiar. Sancho VI usó constantemente el águila en los signos, pero en el sello que probablemente le pertenece, de dos caras ecuestres, se le representa con un escudo blocado preheráldico.

De los años 1230-1250 se conocen una decena de sellos de personajes navarros. En ellos se ven ya las armas heráldicas de los Almoravid, Baztán, Aibar, Agramont, Arróniz, Dicastillo, etc. Se puede suponer que entonces existían también muchas de las que conocemos por el centenar largo de sellos que se conservan de la segunda mitad del siglo. El uso de estos emblemas y armerías habría comenzado a extenderse en el último cuarto del XII, cuando el cambio en el tipo de sello parece revelar su aceptación social. El escudo heráldico representado solo, no llevado por una persona, acabó perdiendo su significación de arma defensiva para convertirse en la forma típica de presentar un emblema. Este proceso va unido a la extensión del uso de las armerías fuera del ámbito militar, tanto a grupos sociales como a ocasiones alejadas del arte de la guerra. Los sellos nos suministran el conjunto más completo y homogéneo para el estudio de estos emblemas. Como índice de la extensión social del uso de armerías puede servir el recuento de los sellos personales conservados (no reales ni eclesiásticos) que las ostentan. Porque muchas veces el sello era el principal, si no el único, soporte de tales emblemas en el uso diario. El número de sellos navarros con armerías en uso a fines del siglo XIII casi quintuplicaba el correspondiente a la primera mitad del siglo. Este gran incremento es análogo al observado en Castilla. En los reinos de Aragón y Portugal es inferior a la mitad de esta cifra. De esta época queda también un notable testimonio escrito, las alusiones a las armerías de Pedro Sánchiz de Cascant, García Almoravid y Gonzalo Ibáñez de Baztán en el poema de Anelier sobre la guerra civil de Pamplona.

En el siglo XIV se formó una buena parte de las armas que recogerá ya en el siglo XVI el Libro de Armería oficial del Reino. Una gran mayoría (85%) de estos escudos se adscribieron a los palacios cabos de armería. En general, estas armas seguían al palacio en los casos de cambio de linaje del poseedor. Pero, como en otros muchos usos de entonces, no había una regla fija. En algunos casos, el nuevo poseedor imponía sus armas al palacio o las combinaba con las antiguas. El carácter solariego de estas armas de los palacios es una consecuencia del tipo de habitación existente en una gran parte de Navarra. Este carácter influyó decisivamente en la trayectoria histórica del conjunto heráldico a partir de la anexión. En los núcleos urbanos importantes, donde no se daba la causa aludida, existían armerías que se consideraban propias de una familia, no de un solar.

Eran en general familias que apoyaban su importancia social en las riquezas obtenidas del comercio y en ejercicio de cargos de gobierno. Son ejemplos típicos las armas de los Cruzat y Eza de Pamplona, de los Pasquier de Tudela, los Sebastián de Sangüesa, etc.

El desarrollo heráldico en Navarra desde principios del siglo XIII a principios del XIV, muy importante cuantitativamente según los sellos, escasea sin embargo en formas originales. Hay, primero, unas formas más antiguas que revelan sus raíces comunes con las de Aragón, Cataluña y Languedoc. Su extensión está claramente limitada por la frontera castellana. Luego este conjunto recibe fuertes influencias de las formas castellanas desde fines del XIII y de las franco-inglesas con los Evreux. Entre las armerías formadas entonces, hay curiosos ejemplos de duplicidad, según formas francesas y castellanas. Es el caso de las líneas ilegítimas de la casa real: los Enríquez de Lacarra y los Beaumont traen en algunos sellos un franco cuartel de Navarra, brisura de estilo francés. Pero prevaleció en ambos la forma castellana del escudo cuartelado. Como ejemplo de los tipos más extendidos cabe citar, en Ultrapuertos, las armas de la sala de Ansa*; las de Yániz*, de evidente origen aragonés, en la Zona Media; el tema del roble y jabalí, de probable origen inglés, hacia el nordeste, etc.

La institución de los oficiales de armas* (heraldos, porsavantes) en la corte de los Evreux favoreció la extensión de estas formas heráldicas anglo-francesas. A la vez, las armerías navarras fueron transmitidas a los oficiales de armas de otros países, quienes las incluyeron en sus armoriales o colecciones de armerías. En el armorial llamado de Urfé (Biblioteca Nacional de Paris), redactado en Hainaut a principios del siglo XV, aparece por primera vez un pequeño grupo de armerías de caballeros navarros que vivían en 1360-1370. La costumbre de recoger listas de armerías pintadas o descritas existía ya a mediados del siglo XIII en el área anglo-francesa. Pero probablemente era desconocida en Portugal, España y Languedoc, donde no se conserva ningún armorial del período heráldico que termina hacia 1330, probablemente porque nunca los hubo. Una de las manifestaciones del gusto por las colecciones de armerías fue el utilizarlas con fines ornamentales. Las arquillas y las techumbres eran los lugares predilectos. Como testimonio de la llegada a Navarra de esta costumbre, está la decoración de las claves de bóveda del refectorio de la Catedral de Pamplona, armorial en piedra análogo al que decora el claustro de Canterbury. En éste de Pamplona es notable la clara intención arcaizante: la forma de los escudos suspendidos por el tiracol y las armas de algún rico hombre corresponderían hacia el tercer cuarto del XIII. Componen la colección las armas de los reyes de Europa occidental, de las grandes familias y los emblemas sigilares de las buenas villas del reino.

La fuente fundamental para el estudio de las armerías del siglo XIV es la extraordinaria colección de sellos de placa que se conserva en los documentos de la sección de Comptos del Archivo de Navarra. Su mayor interés reside en que comprende todos los sectores de la sociedad, como consecuencia de la índole de los documentos. En ellos se puede seguir la extensión del uso de emblemas de tipo heráldico e incluso de escudos de armas a las capas inferiores, a conversos, judíos, etc. El rápido decrecimiento en el uso del sello, sustituido por la firma, desde los últimos años del siglo, ocasionó un importante recorte en el uso de emblemas heráldicos en los niveles sociales inferiores. Ello favoreció las ideas restrictivas sobre tal uso.

En el refectorio de Pamplona se representan los emblemas sigilares de las villas en un campo circular, no en forma de escudos de armas. En la segunda mitad del siglo XIV se amplía el ámbito de significaciones de las armerías. Aparte del significado obvio de pertenencia a una familia, se usan como expresión de la posesión de un territorio, como homenaje y sumisión a otra persona, etc. Dentro de esta tendencia se llega entonces a aceptar que las villas puedan tener como emblema un escudo de armas propio. Hay en Navarra un precedente destacado en las armas de Viana, que adopta entre 1300 y 1319 un escudo con palos, inspirado en las piezas que venía usando como emblema sigilar, quizá de significado parlante. En general, los escudos de armas de las villas se formarán a partir de aquellos emblemas sigilares. Sólo en contadas ocasiones serán objeto de una concesión documentada, como Pamplona (1422), Aoiz (1480), etc.

Poco antes de mediar el siglo XV llegó a España y comenzó a extenderse la idea de que sólo las gentes de noble linaje pueden lícitamente usar armerías. En el complejo proceso de desarrollo de aquella idea influyeron el cese de la utilización del sello por las clases inferiores, el sentido de recuerdo del pasado que habían adquirido las armerías y de modo específico en Navarra el carácter solariego de muchas, que las adscribía a una casa noble.

Tras la anexión, las Cortes se preocuparon de perpetuar las antiguas tradiciones y usos nobiliarios, quizá en peligro de disolverse. En 1527 el Consejo y Cámara de Comptos formaron un “libro de las casas solariegas cabezas de armería”. La preocupación por esta materia queda bien patente con motivo de la afanosa búsqueda del perdido Libro de Armería y la formación de otro nuevo en 1572. De esta manera, como expresión plástica de los privilegios de los palacios, quedaron todos los emblemas heráldicos regulados y protegidos por la legislación navarra. En la ley 64 de las Cortes de Tudela de 1583 se ordenó quitar todos los escudos que se hubiesen colocado en los últimos cuarenta años, pues “cualquier oficial mecánico” los usaba, en perjuicio de los hidalgos y de los palacios. Esta ley y su reiteración en 1617, 1642 y 1695 se dirigen contra la simulación de nobleza mediante el uso de escudos de armas; son consecuencia de un estado de opinión general, no pretenden reformar esta opinión.

La equiparación del uso de armerías con la calidad de noble, aunque era una idea muy generalizada entonces, sólo en Navarra tuvo respaldo jurídico. En los procesos de nobleza se sentenciaba, como materia indivisible, la autenticidad de la descendencia de los solares y el derecho a usar sus armas. El procedimiento habitual consistía en el reconocimiento del litigante como pariente por el poseedor actual del palacio o solar. Se seguía así la antigua costumbre de las actas de reconocimiento de parentesco y otorgamiento de armas, de las que queda algún ejemplo del siglo XV. Este procedimiento dio lugar a ficciones en los casos de haber desaparecido el palacio o de no existencia de un solar conocido. Las armas personales y familiares resultantes de estos procesos solían ser la combinación de las pertenecientes a varios palacios, según comenzó a estilarse a fines del siglo XV. Fueron cada vez más frecuentes los errores, la pérdida de los tipos antiguos, la aparición de emblemas de introducción más moderna. Es la heráldica descrita en los procesos de nobleza y perpetuada en las piedras armeras de los siglos XVII-XIX. Es de advertir que el apellido toponímico del litigante no coincidía muchas veces con el nombre del palacio del cual descendía y cuyas armas usaba.

De este modo, la significación nobiliaria fue la motivación y causa de existencia de las armerías familiares durante la edad moderna, hasta las leyes igualitarias del siglo XIX. El movimiento romántico ocasionó una corriente de simpatía hacia los emblemas heráldicos familiares que se engloba, en Navarra, con las tendencias regionalistas. Por no haber acudido a las fuentes adecuadas (los sellos, el Libro de Armería) las manifestaciones plásticas de entonces son, en general, de escaso valor, tanto en su contenido como en sus mismas formas heráldicas y artísticas.

Fuentes documentales

Archivo General de Navarra.
Sección Comptos. Sigilografía de los docs.
Papeles sueltos.
Sección de Reino. Nobleza.
Libros de Actas de Cortes y Diputación del Reino.
Libro de Armería del Reino. Libros Viejo y Nuevo.
Libros de certificaciones heráldicas.
Sección de Real Consejo. Procesos de nobleza.

Bibliografía

J. Argamasilla y Bayona, Nobiliario y Armería General de Navarra (Madrid, 1899). J. de Atienza, Diccionario nobiliario español (Madrid, 1948). C.M. Baleztena, Heráldica navarra. “Diario de Navarra” (1955-1962). V. Cadenas y Vicent, F. de Elorza y Rada, Nobiliario de la Valdorba (Pamplona, 1714). A. y A. García Carraffa, El solar Vasco-Navarro (Madrid, 1947), 6 vols. F. de Huarte, Nobleza executoriada del Reino de Navarra. Archivo General de Navarra. J.M. Huarte y J. Rujula, Nobiliario del Reino de Navarra (Madrid, 1923). J.J. Martinena, Libro de Armería del Reino de Navarra (Pamplona, 1982). F. Menéndez-Pidal, Libro de Armería del Reino de Navarra (Bilbao, 1974). Querejeta, varios autores, Catálogo monumental de Navarra (Pamplona, 1980-86). M. de Vizcay, Derecho de naturaleza que los naturales de la merindad de San Juan del Pie del Puerto tienen en los reynos de la Corona de Castilla (Zaragoza, 1621).

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