CANCILLER
CANCILLER
Cancellarius en la forma latina. Como máximo responsable de las funciones de expedir, autentificar y, en su caso, sacar copia y archivar los documentos reales, aparece documentado en la corte navarra desde Sancho VI el Sabio (1150-1194). A Teobaldo I (1234-1253) sirvió con este título el champañés Guido. Más tarde, durante la etapa de unión con la corona francesa (1274-1328), y dado que la corte se hallaba en aquel país, no hubo en Navarra una cancillería real, que reapareció, como es natural, al instaurarse la dinastía de Evreux: desempeñó primero el cargo Felipe de Meleun*, que se decía primo del rey Felipe III y fue desde luego su principal consejero obteniendo el arzobispado de Reims. Ya bajo Carlos II fue titular otro francés, Tomás de Ladit, canónigo de Reims y de Chartres, y abad de Falces desde 1331. Pereció en París el año 1358, víctima de los amotinados, que arrojaron su cadáver al Sena. Todavía se sucedieron al frente de la cancillería de Carlos II varios franceses (Juan de Champgerboust, Juan de Hannecourt) hasta 1370 en que aparece el navarro Juan Cruzat, deán de Tudela. Desde 1375 consta el también navarro Martín de Zalba, que dos años después fue nombrado obispo de Pamplona y en 1390 cardenal por el papa de Aviñón; allí se trasladó, cerca de Benedicto XIII, que fiaba mucho de él. A partir de 1397 le sucedió Francés de Villaespesa*. En la baja Edad Media, y a pesar de tener ya entonces un carácter predominantemente honorífico, el canciller de Navarra conservó, siquiera sea de manera teórica, las atribuciones genuinas del cargo. En la toma de posesión juraba no sellar ningún documento que conllevase una enajenación del patrimonio real. En la ordenanza promulgada en 1413, Carlos III disponía que el canciller -al que auxiliaban algunos clérigos- o el vicecanciller asistieran a las audiencias del tribunal de la Corte. De hecho en 1351 percibía las tasas del sello de la Corte, a pesar del parecer adverso de los oidores de Comptos, pero perdió ese derecho el año siguiente, hasta que lo recuperó de nuevo Juan Cruzat en 1370. En cuanto a la retribución básica, la de Francés de Villaespesa ascendía el año 1400 a 6 florines diarios, a lo que se añadían otros ingresos complementarios.