CANAS
CANAS
Juego infantil de habilidad manual que algunos pretenden remontar a la Edad de Hierro por las bolitas de piedra y de cerámica que suelen aparecer en yacimientos de esta época. En la mayor parte de los pueblos navarros es juego de chicos, aunque en algunos (Allo, Olite) han jugado de antiguo también las niñas. La denominación alude en general al juguete (de barro, “piedra” o acero y modernamente de cristal transparente o irisado), aunque en algún caso (San Martín de Unx, Olite, Mendigorría) alude también a una de las suertes del juego (“chiva” y “gua”, el hoyo del juego) y en otros a la procedencia de la pieza (“sodas”, por las bolitas de cristal que incorporaban los tapones de las botellas de gaseosa).
Ha existido diversa terminología al respecto según las generaciones de jugadores. Así, en Pamplona, en las décadas de 1950 y 1960, se llamaba al bolo preferido “el gari” y a los bolos gruesos, procedentes “de Francia”, “bacas”. El “gari” solía presentar muescas y estaba “picado” por los golpes y carambolas contra los bolos adversarios. Se solía sacar en las partidas “a ganar” y lo exhibía su dueño con orgullo. El juego podía orientarse hacia la eliminación del contrario tanto como a “ganar”. Los lugares de juego solían ser, en los pueblos, los alrededores de la iglesia o la plaza o el patio de la escuela y, en la ciudad, los jardines o colegios, pero siempre sobre suelo de tierra, en que el bolo se adaptaba mejor. Las modalidades más conocidas han sido “al gua”, “al triángulo” y “al circuito”. En San martín de Unx, como en la Navarra Media, la descripción de la primera modalidad es como sigue: se hacía un “hoyico” en el suelo (el gua), que presidía el inicio y final de la partida; se trazaba una raya en el suelo, desde la que los jugadores acercaban lo más posible su bolo al gua: había que meter el bolo en él, empezando desde el más próximo al último y según iban entrando los bolos al guá se establecía en turno de tirada; en orden riguroso los jugadores debían dar a cada uno de los bolos contrarios de forma seguida o interrumpida, los golpes de “chiva”, “chivica”, “pie” porque entre su bolo y el contrario debía caber con holgura el pie del que llevara la iniciativa], “tute”, “retute” y “buenpie” [porque entonces el espacio debía ser de dos pies]; dados todos los golpes, el contrario quedaba eliminado desde el momento en que el ganador volviera su bolo al gua (o el bolo era “ganado”).
Este juego tenía sus normas: por ejemplo, no valía “hacer remanguilla”, es decir impulsar la canica con movimiento de brazo de atrás-adelante, pues la soltura del jugador debía estar en sus dedos (en este sentido eran más aventajados los que disparaban el bolo “con el hueso” y no “con la uña”, que sufría fuerte desgaste) o, si se consideraba oportuno entre todos, podía “valer” servirse de “palmo”, “palmo y medio” o “palmo alto” en el disparo del bolo. En el primer caso, desde el emplazamiento del bolo se avanzaba la distancia de un palmo o de palmo y medio (palmo más cuatro dedos), en el segundo caso, o bien se montaba la mano sobre la contrario erguida sobre el suelo en la modalidad de “palmo alto”. Podían establecerse prórrogas en el juego para recuperar la canica perdida o quedar en mejor lugar el perdedor, si el ganador se avenía a ello y concedía la oportunidad. La suerte del “triángulo”, según se ha recogido en Allo, era así: se trazaba en tierra con un palo un triángulo y los jugadores colocaban “colpones“* en cada vértice y a veces uno el centro. Con palmo de la mano (“cuarta”), cada jugador disparaba su “colpón” contra los del triángulo, ganando para sí los que pudiera sacar del mismo. Si su colpón quedaba en el interior del triángulo lo perdía y pasaba a jugar otro compañero. El jugar “al circuito” consistía en hacer transcurrir la canica por un trayecto elevado en la tierra por los propios o ya preparado con antelación mediante palos y piedras (estas como percutores); el que partiendo del gua de salida llegaba el primero al gua final (que era el mismo tras cubrir la vuelta) ganaba la partida; esta modalidad tenía sus normas, como la de que el bolo que se salía del circuito en el disparo debía volver al punto de partida sin repetir la tirada; se establecía uno o varios “guas de la muerte” (según la extensión del circuito), en los que si la canica caía debía permanecer todo un turno de tiradas. Fueron sobresalientes los circuitos de los “terraplenes” de los Jesuitas en la Pamplona de 1950 y 1960. Eran muy admiradas por los chicos las colecciones de bolos de cristal multicolor que algunos poseían. Este juego todavía se mantenía en la década de 1980.