BÉCQUER, GUSTAVO ADOLFO
BÉCQUER, Gustavo Adolfo
(Sevilla, 1836-Madrid, 1870). Se trasladó a Madrid en 1854 desde su ciudad natal, en la que había recibido clases de dibujo y de pintura con Cabral Bejarano y con su tío Joaquín Domínguez Bécquer, e inició con grandes dificultades su carrera literaria dentro del periodismo. En 1857 publicó su primera leyenda, El caudillo de las manos rojas, en “La Crónica”. En 1860 aparecieron sus Cartas literarias a una mujer en “El Contemporáneo”, dirigidas presumiblemente a Elisa Guillén.
Contrajo matrimonio con Casta Esteban el 19 de mayo de 1861 y poco después, en el mes de junio, su amigo Rodríguez Correa se lo encontró en los Baños de Fitero*.
En 1864 inició en “El Contemporáneo” la publicación de las Cartas desde mi celda y este mismo año es nombrado censor de novelas. Dos años después fue nombrado director de “El Museo Universal”. Viajó a París tras la caída de Isabel II y en 1869 se le nombró director de “La ilustración de Madrid”. Las Rimas verán la luz póstumamente, en 1871.
El Miserere, uno de los relatos más estremecedores de Bécquer, que fue publicado sin firma en la sección Variedades de “El Contemporáneo”, el 17 de abril de 1862, parte del supuesto hallazgo que hizo Bécquer en la vieja abadía de Fitero de dos o tres cuadernos de música que resultaron ser un Miserere. Posiblemente Bécquer reunió el material necesario para escribir éste y otros textos en su estancia en los Barios de Fitero en 1861.
También de su estancia en los Baños procede el acopio de materiales para La fe salva (apuntes para una novela), publicada en el almanaque de “El café Suizo”, revista literaria que apareció en Madrid en 1865. “Encontrándome en el balneario de Fitero en busca de un poco de salud para mi cuerpo dolorido y censado…” es el comienzo de este relato. Y lo mismo cabe decir de la leyenda La cueva de la mora, publicada en enero de 1863, en la que también Bécquer hace referencia a su estancia en los Baños y a cómo descubre la entrada de la cueva por su necesidad de hacer ejercicio al pie de las ruinas del castillo de Fitero.
El castillo Real de Olite (Notas de un viaje por Navarra), publicado en “El Museo Universal” con una ilustración de Federico Ruiz el 11 de marzo de 1866, y Roncesvalles que vio la luz aquel mismo año en la misma publicación, son otros dos testimonios del paso de Bécquer por Navarra. En estos dos textos, aparte de unas someras descripciones de los lugares visitados, Bécquer tomó las ruinas de Olite y la Colegiata de Roncesvalles como pretextos para sus ensoñaciones literarias, como excusa para su regreso al pasado. Del palacio de Olite dice que éste es un regalo para el “artista que busca en los pueblos de la vieja España restos de otros siglos y otras costumbres (porque) la moderna civilización no ha llevado aún la manía de las demoliciones y las restauraciones a Olite”. Además, en este artículo hace Bécquer una breve reseña histórica de Oite y constata que la posada es una copia fiel de los históricos mesones que ya había conocido en Castilla, aunque la mesa y la cama fueran superiores. Pero lo fundamental es su vagar por las ruinas, su reconstrucción imaginaria del antiguo esplendor del Palacio y cómo puebla las ruinas con los personajes del pasado.
La contemplación de las ruinas de Olite le hace escribir a Bécquer: “Para el soñador, para el poeta, suponen poco los estragos del tiempo; lo que esta caído lo levanta; lo que no se ve lo adivina; lo que ha muerto, lo saca del sepulcro y le manda que ande, como Cristo a Lázaro”. Líneas que para el estudioso Alejandro Ramírez Araujo son el compendio no ya de la actitud de Bécquer frente al pasado, sino el objeto mismo de su viaje sentimental por el pretérito.
Idéntica actitud manifiesta Bécquer en el artículo titulado Roncesvalles. Bécquer describe de una forma pictórica el lugar y sus contornos; pero luego lo puebla de personajes históricos o de leyenda. Así en este texto evoca a los antiguos peregrinos, la batalla, los héroes del romancero, deplora la pérdida de las tradiciones y olvida voluntariamente la historia en favor de la leyenda y las tradiciones populares referidas al lugar visitado.
Todavía hay otras dos referencias en las obras de Bécquer a Navarra. Una de ellas se encuentra en la primera de las Cartas desde mi celda, fechada en el Monasterio de Veruela en 1864, en la que relata su llegada por tren a Tudela y su breve estancia en esta ciudad -en la posada de la Pelairea, luego Hotel Remigio- antes de tomar la diligencia que le llevaría a Tarazona. Dice: “Tudela es un pueblo grande, con ínfulas de ciudad y el parador a donde me condujo mi guía, una posada con ribetes de fonda. Sentéme y almorcé; por fortuna si el almuerzo no fue gran cosa, la mesa y el servicio estaban limpios. Hagamos justicia a la navarra que se encuentra al frente del establecimiento” y describe a los desocupados, que contemplan la llegada y la salida de las diligencias, con tonos coloristas.
La segunda referencia se encuentra en un texto titulado Caso de Ablativo, escrito con motivo de la inauguración de la línea completa del ferrocarril del Norte de España, el 15 de agosto de 1864, en el que Bécquer describe el paisaje de Olazagoitia (sic) a Beasain, las aldeas y los lugareños; pero sobre todo, lo que más le llama la atención de la tierra que atraviesa en tren es la abundancia de túneles.
Bibliografía
Gustavo Adolfo Bécquer, Obras Completas, (Madrid, 1950), Ed. Aguilar, Gustavo Adolfo Bécquer, edición de Rusell P. Sebold, (Madrid, 1985), Ed. Taurus. Gabriel Celaya, Bécquer, (Madrid, 1972), Ed. Júcar. Faustino Corella, Andanzas de Bécquer en Navarra, Rev. “Pregón”, n.º 63, (1960); El Miserere de Bécquer y el de Eslava, Rev. “Pregón”, n.º 79, (Pamplona, febrero, 1964); La Ruta de Bécquer, Rev. “Pregón”, n.º 90, (Pamplona, 1966); Centenario de Gustavo Adolfo Bécquer. Su relación con Navarra, Rev. “Pregón”, n.º 106, (Pamplona, 1970); Fernando Castán Palomar. Bécquer en Navarra, “El Noticiero”, (Zaragoza, 2.11.1951).