SUCESIÓN, GUERRA DE
SUCESIÓN, guerra de
La Diputación del reino obedeció sin reparo alguno el testamento de Carlos II en favor de Felipe de Borbón, que fue proclamado rey de Navarra (Felipe V*) y juró los fueros por poderes ante las cortes de 1701. Cabe sospechar que la elección del candidato francés se viera con agrado por buena parte de las clases dirigentes del reino. En parte, porque Felipe era heredero de los derechos al trono de los reyes Juan de Albret y Catalina de Foix*; pero, sobre todo, porque cabía esperar con ello una reactivación del comercio exterior y la definitiva pacificación de la frontera. Por otra parte, su misma situación, sin salida al mar, hubiera hecho del todo inviable pronunciarse por el otro pretendiente, el archiduque Carlos de Austria, como lo hicieron Cataluña, Valencia y Aragón en los años 1705 y 1706. Además el proceso de castellanización estaba más avanzado que en los reinos levantinos.
Los combates afectaron a Navarra, aunque marginalmente, en las dos ocasiones en que el avance del archiduque Carlos desde su base catalana llegó hasta Madrid. Entre julio de 1706 y abril de 1707 (batalla de Almansa), varios pueblos de la ribera tudelana y de la frontera oriental con Aragón (Carcastillo, Fustiñana, Cortes, Buñuel, Cabanillas, etc.) sufrieron esporádicos ataques que nunca cuajaron en un control estable del territorio en favor del archiduque. La derrota del ejército felipista ante Zaragoza, en agosto de 1710, dejó indefensa a Navarra. A mediados de octubre Villafranca afirmaba ser el único pueblo de la merindad de Tudela que no había jurado fidelidad al archiduque; a finales de diciembre, en una rápida acción desde Sangüesa, por Lumbier, Aoiz y Urroz, las tropas del pretendiente se presentaron en el valle de Egüés, a pocos kilómetros de Pamplona, pero en enero de 1711, todo el reino volvía a la obediencia de Felipe V.
Navarra proporcionó a Felipe V, aparte de los alojamientos de tropas y tránsito de bagajes, una importante ayuda directa en forma de hombres y de dinero. El virrey ordenó sucesivas levas y, según la Diputación hubo hasta 13.000 hombres en armas en vísperas de la victoria de Almansa. De poco valieron las protestas de contrafuero por las sacas de granos, alojamientos y subsidios que se ordenaban sin respetar los fueros y leyes, aunque, más tarde, las Cortes lograron un reconocimiento tardío de su nulidad.
El balance económico y demográfico es mal conocido, si bien parece que la guerra tan sólo detuvo y retrasó el proceso de recuperación iniciado a finales del siglo XVII. Políticamente, el alineamiento de Navarra con el bando que resultaría vencedor le permitió conservar intacto su derecho público y privado y sus instituciones, mientras se procedía a una profunda reforma de los reinos de la antigua Corona de Aragón.
Bibliografía
F. Idoate, Rincones de la historia de Navarra. (Pamplona, 1979); R. Olaechea, El reino de Navarra en el siglo XVIII. (Pamplona, 1980).