MARCO ILINCHETA, AMADEO
MARCO ILINCHETA, Amadeo
(Navascués, 31.3.1900-13.4.1987). Político. Estudió Bachillerato y Derecho en Zaragoza y Madrid. También obtuvo los títulos de Magisterio y Comercio. No terminó las carreras de Medicina y Naútica. Presidente del Concejo de Navascués, Marco obtuvo su primera acta de diputado foral por la merindad de Sangüesa en 1931, pero renunció al cargo por desacuerdo con la actuación de la corporación republicana que denegó una subvención para el seminario de Pamplona entonces en construcción. En la guerra civil participó como voluntario, fue capitán de requetés y mereció una medalla militar individual y colectiva, dos cruces rojas de mérito militar y la gran cruz del Mérito Militar (1978). Fue nombrado diputado foral por el Consejo foral (1941) y ganó la reelección por la merindad de Sangüesa en cinco ocasiones (1949, 1955, 1961, 1967, 1974). Ocupó la Vicepresidencia de la Diputación foral desde 1971, a la muerte de Félix Huarte*, y la presidencia (1978), tras la aprobación del proyecto de democratización de las instituciones forales, en cuya discusión y negociaciones participó. Abandonó la política en abril de 1979, fecha en que también dejó la presidencia del Concejo de Navascués, y se retiró a su casa. Fue también consejero nacional del Movimiento (1941-1955) y subjefe del Movimiento en Navarra.
Amadeo Marco personificó para muchos la política foral durante el régimen de Franco, en una tercera vía intermedia entre la adhesión incondicional al triunfador de la guerra y la defensa del régimen navarro, caracterizado por sus instituciones más notorias. Marco se definía tradicionalista, “social y no socialista” por el antimarxismo de sus creencias religiosas, “en teoría no demócrata, pero sí en la práctica, porque soy partidario de dar a cada uno lo suyo, de respetar a todos y de no abusar del más bajo, de hacer favores y de no atropellar a nadie”.
Años después de su desaparición política, sigue siendo una referencia cotidiana para la historia reciente y para la vida y las obras llevadas a cabo en pueblos incluso no pertenecientes a su merindad. Esa dimensión popular se tradujo en anécdotas numerosas y con frecuencia exageradas y en una imagen en los últimos años de su actividad deformada por razones políticas o partidarias. Así, se habló del enriquecimiento personal de Marco, de su panvasquismo, de su arrojo personal y de que había dado trabajo y colocación a gentes de su valle e inmediatos. Los hechos y los últimos años de vida demostraron la falsedad o inexactitud de tal imagen. Desde su retiro de la política llevó una vida austera, por no decir pobre, necesitada de ayuda; pasó temporadas en La Oliva y al final se negó a recibir asistencia oficial. Al final la realidad demostró la severa honestidad de Marco, cuya larga estancia en la Diputación Foral no se tradujo en una fortuna ni una hacienda acrecida: volvió a su casa familiar en Navascués, y los visitantes podían certificar la dureza de su existencia. Esa honradez personal al servicio de Navarra, al margen de su ideología, fue subrayada tras su muerte por casi todos los líderes políticos.