HIDROPESÍA
HIDROPESÍA
Derrame o acumulación anormal de líquido seroso o suero en cualquier cavidad del cuerpo.
Se ha tratado con remedios tanto empíricos como de carácter empírico-creencial y mágico. Se tiene noticias de que una curandera con patente del Protomédico del Reino, llamada Martija de Jáuregui* (hacia 1570), aplicaba a los hidrópicos un emplasto hecho de costras de naranja, granos de laurel harina y vino mezclados en una sartén, o bien les hacía beber de un cáliz de decir misa un bebedizo elaborado con una yerba llamada “caradona”. En la Montaña hacia 1930 se achacaba el origen de la enfermedad, no a causas externas, sino a una ignota afección interna, preferentemente infantil, para cuya curación se aplicaban remedios de carácter mágico. La “tropesía” podía ser de dos clases: de aires (“aizezkoa”) o de agua (“urezkoa”) y comenzaba a manifestarse en los niños de manera inicialmente poco ostensible: duermen mal y lloran por la noche, pero posteriormente les aparece un bulto en el centro o a los lados del vientre. Las gentes de Goizueta solían recurrir entonces al viejo Matías, del vecino pueblo de Arano, quien observaba y palpaba al enfermo para diagnosticar si se trataba de un caso de hidropesía de aire (si el enfermo tenia mucha hambre) o de agua (si padecía mucha sed). El tratamiento se establecía en función del diagnóstico y consistía en encargar una Misa de tres pesetas en Andoáin (hidropesía de aires) o en Lesaca (hidropesía de agua). El estipendio debía provenir, al menos en parte, del donativo de tres viudas y quien encargaba la misa debía pagarla con las mismas monedas, llevar a bendecir una cinta de aproximadamente un metro de larga, nueve galletas y nueve copas de vino dulce o blanco. Una vez bendecida la cinta, se anudaba a la cintura del enfermo, quien durante nueve días debía tomar una galleta y una copa del vino bendito. Mientras tanto, el viejo Matías mantenía encendidas dos velas y rezaba unas oraciones especiales a San Eutropio (probablemente de Xaintes, Francia), tenido por abogado contra el mal hidrópico, cuya imagen se veneraba cargada de exvotos tanto en Andoáin como en Lesaca.
Bibliografía
I.M. Barriola, la medicina popular en el País Vasco (San Sebastián, 1952).