ROPA DOMÉSTICA TRADICIONAL
ROPA DOMÉSTICA TRADICIONAL
Hasta el siglo XX la mayor parte de las familias rurales elaboraba su ajuar doméstico, tanto el del dormitorio como el de la cocina-comedor. Estopilla de lino, lienzo, hilo…, eran resultado de un largo proceso de tratamiento del lino, sembrado en una parcela del caserío o en determinados terrenos del pueblo. El topónimo “linares” abunda en los catastros navarros. La mujer casadera preparaba con esmero el ajuar de su futura casa que guardaría en el arca* (kutxa*), mundo o baúl según los pueblos. Las capitulaciones matrimoniales sirven de fuente de información del ajuar doméstico. En el dormitorio, la cama (en vasc. de Aria “guatzea”), estaba formada por un armazón de madera con cuerdas de cáñamo, sobre el que se colocaba el jergón de hojas de maíz con una funda de lienzo que en Améscoa se llamó primero “bustazal” y después “marregón”, mientras que en Aria era el “lastonzi”. Sobre el jergón, los pudientes colocaban el colchón de lana (en Aria “almadraka”), encima las sábanas (en Aria “mandreak”) de hilo o algodón. En Artajona las había también de cáñamo, muy duras, y para domarlas se usaban antes para llevar paja en la era (en San Martín de Unx “sábanas pajuceras”). Para abrigo se usaban colchas de lana, dentro de sacos o “guazales” (en Aria “guabetea”), fundas hechas con dos sábanas de lienzo o estopilla en las que se introducía la colcha y podían adornarse con flecos y puntos de cruz. Muchas veces el guazal hacía de sábana, sobrecama… y sobre todo evitaba que se manchara la colcha. A principios del siglo XX llegaron a Améscoa las primeras mantas palentinas, que fueron desplazando a las colchas. En Urzainqui solían doblar dos puntas de la manta sobre sí y las cosían formando el “kudijón”, para meter los pies. Podían colocarse, por último, sobrecamas de algodón, cretona o ganchillo. Complemento final era la almohada, “cabezal”, con su funda a juego con las sábanas. En los contratos matrimoniales también se recogen varas de lienzo que servirían para reparar y confeccionar nuevas prendas. La ropa de mesa parece escasa, algún mantel de lino o hilo, servilletas y, a partir del siglo XX, se generalizan las toallas. En Améscoa, hasta el siglo XIX se habla de “paño de manos”, en la mayoría de los casos destinados a invitados o al médico que visitaba algún enfermo. Entre la ropa doméstica no solía faltar el “Paño de cristianar”, “el paño del viático”, con cruces y bordados, el añal*, algunas cortinas o sobrecamas lujosas que servían de “colgaduras” en ventanas o balcones durante procesiones solemnes.
Bibliografía
J. Garmendia Larrañaga, El tejedor o “Auntzalea”, en (, VII, 1975), p. 367-381; M. Inchausti, Etnografía de Aria (Valle de Aezkoa), en (, III, 9, 1971), p. 323 y ss.; J.M. Jimeno Jurío, Estudio del grupo doméstico de Artajona, en (, II, 1970), p. 418-419; L. Lapuente, Estudio etnográfico de Améscoa, en (, III, 7, 1971), p. 59-61; T. Urzainki, Aplicación de la encuesta etnográfica en la villa de Urzainki (Valle de Roncal), en (, VII, 20, 1975), p. 207.