CINEMATOGRAFÍA
En diciembre de 1895 tenía lugar la primera proyección del cinematógrafo de los hermanos Lumière. La revolución había surgido, el cinematógrafo y toda su industria iban a extenderse con una rapidez inusitada, como si el mundo no tuviese fronteras, Navarra se incorpora al mundo mágico del cine muy pronto.
En 1898, aparece en la filmografía de Louis Lumière, filmado por él o sus inmediatos colaboradores, un documental titulado Encierro de toros, el cual, aunque no consta que se hubiese rodado en Navarra, trata ya el tema más significativo de sus fiestas y, más tarde, fuente de inspiración para sucesivas generaciones de cineastas. En esta misma fecha funcionaba ya en Pamplona un cinematógrafo en la calle Navas de Tolosa, donde se anunciaban imágenes de la guerra de Cuba. Al año siguiente, en los Sanfermines, llega a Pamplona la barraca de Farrusini que, según parece, se instalaba frente al actual Gobierno Militar, junto a las churreras, como un espectáculo de feria que ofrecía Vistas de la exposición de París, de 1900.
En los años posteriores se anuncia en la prensa que Farrusini “levanta los reales”, prueba evidente de que sigue ofreciendo proyecciones cinematográficas durante las fiestas. En 1902, se afirma que el “cinematógrafo moderno” ha concurrido numeroso público para admirar vistas del Papa. Lo mismo sucede en 1903, cuando la prensa de la época resalta que las vistas eran muy hermosas.
En estos primeros años del siglo XX, Pamplona es probablemente el único lugar de Navarra donde se ofrece este tipo de espectáculos. Por lo que se refiere al resto del Territorio Foral, existen muy pocos datos y puede decirse que se irá incorporando más tarde, significativamente a partir de 1950, a través de los cines parroquiales, empresas privadas, y en épocas más reciente, a través de sesiones de Cine-Forum que se desarrollan en Centros de Enseñanza, Cine-Clubs y Casas de Cultura. Hay que apuntar, no obstante, algunas singularidades como el caso de Tafalla, cuya publicación “El Tafallesico” dejaba constancia de la actividad del Teatro Gorriti donde desde su inauguración en 1909 hasta 1911, además de representar 208 actos teatrales y 14 números de Varietés, se habían proyectado 402 cintas, con una longitud de 90.510 m.
La historia del material filmado sobre Navarra comienza antes de 1910 con un documental que recoge una parada militar que se desarrolló en la Plaza del Castillo de Pamplona. Aproximadamente en 1911, un equipo de cineastas madrileños se trasladó a Pamplona para filmar sus célebres Sanfermines. Aprovechando el viaje captaron además otras bellezas del paisaje navarro, en los documentales titulados Irati y Del Roncal a Uztárroz.
Como dato curioso conviene señalar que también algunas figuras históricas han pasado en esta primera época al cine. Así sucede en Intolerancia (1916), de D. W. Griffith, quien en el episodio de “la noche de San Bartolomé”, ambientado en la Francia de las guerras de religión, en 1572, incluye a varios personajes navarros; igualmente, se rueda en 1924, Henry, King of Navarra, de Maurice Elvey.
En la década de 1920 existe un vacío de datos que, seguramente, coincide con un vacío real, a excepción hecha de la adaptación al nuevo lenguaje de las imágenes, en 1928, de la novela de Pío Baroja Zalacáin el aventurero, por Francisco Camacho, quien tiene problemas para estrenar la película y debe añadirle un acompañamiento musical; años más tarde, en 1954, Juan de Orduña, con guión de Manuel Tamayo y música de Jesús Guridi, dirigirá una nueva versión de Zalacáin el aventurero.
Retomando los años veinte, se tiene la impresión de que, en Navarra, a pesar del vacío antes citado, se ha ido incubando una preocupación por la cinematografía, marcada por tintes moralistas.
En 1935, en la misma fecha en que Cecil B. de Mille incluía el personaje de Berenguela (Loreta Young), reina de Navarra, en Las Cruzadas, un film de masas, y le hacía mantener un idilio con Ricardo Corazón de León (Henry Wilcolxon), el “Diario de Navarra” da noticias sobre el desarrollo de una “Semana contra el cine inmoral”, clausurada el 8 de mayo con una acto público presidido por Fermín Izurdiaga; entre otros actos, se reseña una conferencia pronunciada por Agustín Madoz sobre cine-moral y pedagogía.
En 1932, la productora de Barcelona “Orphea Film” lleva a la pantalla la vida del tenor roncalés Julián Gayarre. El film, titulado El canto del ruiseñor, fue realizado por el colombiano Carlos San Martín, quien había sido actor en Hollywood a las órdenes de Cecil B. de Mille. Se acabó de rodar el 7.1.1934, y se estrenó en Madrid el 21 de abril del mismo año. En el reparto, junto a Charito Leonís e Hilda Moreno, figuraban José Román, Antonio Palacios, María Espinal y Pablo Álvarez Rubio, entre otros. La música, compuesta por José Rizo Navarro, estuvo interpretada por el Orfeón Pamplonés. El film, cuyo presupuesto inicial, quedó rápidamente superado, salió adelante gracias a la ayuda económica de Joan Pich i Pont. En la época parece que tuvo gran éxito, a pesar de que los críticos lo calificaron de una gran españolada.
En 1935 el aragonés Luis Buñuel después del comprometido rodaje de Las Hurdes (1932), se incorpora como productor ejecutivo a la empresa Filmófono de Madrid. En ella tuvo un protagonismo significativo como director musical el navarro Fernando Remacha.
Iniciada la Guerra Civil la cinematografía, en Navarra, -incluida dentro de la denominada zona nacional- está influida por las ideas triunfalistas que ensalzan el desarrollo de la contienda. Así, en 1936, Miguel Pereyra realiza un documental de nueve minutos titulados Con las brigadas navarras, producido por Cine Requeté cuando no dependía todavía, de Falange Española. La fotografía estuvo a cargo de Ricardo Torres.
También en 1936, Fernando Delgado, uno de los más influyentes documentalistas de Cifesa, realiza con este sello el documental Homenaje a las Brigadas de Navarra, en el que ya destacaba la fotografía de Fraile, quien asimiló a la perfección la técnica de uno de los maestros de la época, el alemán Enrique Cuerner Kolb. El tema de las Brigadas de Navarra tuvo una amplia repercusión, ya que la sección de cinematografía de Falange Española y de las JONS les dedicó un documental de 45 minutos realizado con material de archivo y ambientado con música de marchas militares, el pasodoble Suspiros de España, el Cara al sol, y el Himno Nacional.
Este trabajo quedó encuadrado en un film bajo el título genérico de Los Conquistadores del Norte (1939). La publicidad que acompañaba a la cinta, dividida en seis partes, decía textualmente: “Todas las fases de la liberación de Bilbao a Gijón con el discurso del Generalísimo en Pamplona: El más atrayente espectáculo del glorioso Movimiento Nacional, que nadie dejará de admirar por su interés”.
En la década de 1940, la cinematografía en Navarra tiene un carácter preferentemente turístico. La ciudad de Pamplona es protagonista de dos documentales, en 1942 y 1948. En 1941, Sabino Antonio Micón, abogado bilbaíno, además de crítico cinematográfico, en “El imparcial” y “Ahora”, y autor de dos interesantes libros de cine: “Cómo se hacen películas” y “Manual del cinemista”, abandona su labor literaria y se dedica a la realización de varios cortos que denotan una gran minuciosidad y destacan por su perfecto acabado. Entre ellos debe citarse el titulado El Valle del Roncal. De corte turístico son también los documentales Alma navarra y De Canfranc al Bidasoa, rodados, respectivamente, en 1947 y 1949. Entre tanto, en Europa, surgen de nuevo personajes navarros en la pantalla. En 1941, el realizador italiano Carmine Gallone, saca a batallar a los navarros en el film La regina di Navarra. Por su parte, según unas fuentes, el francés Richard Buch, y según otros, Jean Choux, emprenden este mismo año la puesta en imágenes de la biografía de Pablo Sarasate. Se basan para ello en el guión de Joaquín Goyanes Osés y Enzo Riccioni.
Este film, que contaba con un gran presupuesto para su realización y lanzamiento comercial, tuvo como intérpretes a Alfredo Mayo, Alberto Romea, José María Seoane, Luchy Soto y Rosina Mendía. La música del film fue obra de José Muñoz Molleda.
El arraigo de la religión católica y su primordial importancia en la estructura social navarra hizo que una pléyade de misioneros se desperdigara por el mundo en un intento de evangelizar a los infieles. No tiene nada de extraño que sus hazañas hayan quedado reflejadas en el cine.
San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier han sido los prototipos, tal vez porque en sus biografías se daban una serie de datos y hechos que, a juicio de los productores, eran cinematográficos. La vida de San Ignacio la llevó a la pantalla, en 1948, el realizador José Díaz Morales con guión de José María Pemán, Francisco Bonnetti de Codecido y Fernando Merello. La cinta con el título de El capitán de Loyola, recogía escenas de la juventud del fundador de la Compañía de Jesús, como capitán en Pamplona y estudiante en Salamanca y París. Sus intérpretes principales fueron Rafael Durán, Maruchi Fresno, Manuel Luna, María Rosa Salgado y Asunción Sancho. En este film aparecía también el santo navarro San Francisco Javier, quien en los años 30 ya había sido llevado al cine en una biografía filmada por los alemanes. Sin embargo, desde el punto de vista cinematográfico, San Francisco ha tenido peor suerte que San Ignacio, ya que un intento de filmar su biografía, en 1951, terminó en fracaso. El film iba a ser rodado por el cineasta de origen cubano, Raúl Alfonso Boix, con el título El cruzado de Oriente e iba a ser protagonizado por el estadounidense Peter Damon, actor que había intervenido en la TV de su país. Sin embargo, cuando el rodaje ya había comenzado, los productores cancelaron los contratos porque el presupuesto se había disparado. Otro personaje histórico que pasa al cine es el de Espoz y Mina en El abanderado, de Ardavín (1943).
Pamplona y Navarra han merecido en distintas ocasiones atención especial del cine debido a las famosas fiestas de San Fermín. A ello obedecen filmes como Corrida dans la rue de Pampelune o Caroselo spagnolo. Incluso los cómicos Stan Laurel y Oliver Hardy se inspiraron en ellas para su comedia The Bullfighters (1945), que produjo la Twentieth Century Fox y se estrenó en España con el título de Stan y Oliver, toreros. Un gran éxito de 1947, en España, fue La fe, de Rafael Gil, según el argumento original de Armando Palacio Valdés. En este film figuró como intérprete una actriz de Pamplona, Camino Garrigó, con una importante carrera teatral, en la que destacó por la humanidad de sus interpretaciones y la fuerza de su personalidad, hasta su muerte en 1949.
A partir de la década de 1950 se irán imponiendo en la pantalla nuevos rostros navarros como los de Joaquín Roa*, Jesús Aristu y Pedro Osinaga.
Ángel María Pascual en sus Glosas a la ciudad, recoge el 25.8.1946 en la titulada Cine público, un testimonio poético de las proyecciones al aire libre que, a la sazón, se desarrollaban en la Plaza del Vínculo, dice así: “El cine público es un festejo propio de Pamplona, pero dentro de él, como la pepita de oro en su vulgar envoltura de cuarzo, se halla el principio fundamental de un inédito sistema de gobierno, de una nueva y gozosa política que consiste en hacer agradable la vida de los súbditos, en dar primacía a la fiesta sobre la obra, en fomentar “el juego” con el mismo interés con que se favorece el trabajo”. Años después, las proyecciones se trasladaron a la Plaza de San Francisco, de donde desaparecieron definitivamente en la década de 1950. El espectáculo tuvo siempre una audiencia atenta y plural, eminentemente popular.
Otras localidades navarras conocieron igualmente las proyecciones al aire libre, pero ninguna tuvo el interés y la continuidad de Pamplona.
En estos mismos años se diversifica la oferta comercial y, en Pamplona, el Cine Avenida ofrece lo que se llamó el “Programa Gráfico”. Una sucesión de informe de NODOS y documentales que concluían con cortometrajes de dibujos animados, se proyectaba en sesión continua los jueves, y estaba dirigido especialmente al público infantil.
También a lo largo de los cincuenta surge el cineclubismo que merece mención aparte.
El creciente interés por el cine hace que se vayan incorporando, en todos sus campos, nuevas gentes. En 1951 lo hace el falangista pamplonés Rafael García Serrano, quien guioniza Ronda española, de Ladislao Vadja; el viaje por Suramérica de los coros y danzas de la Sección Femenina, fue recreado por el pamplonés en colaboración con Sánchez Silva.
Al año siguiente, Cifesa produjo la versión cinematográfica de Amaya, de Francisco Navarro Villoslada, Luis Marquina fue el director de Amaya; el guión lo elaboraron Azcárate y Albéniz, y los personajes principales fueron interpretados por Susana Canales y Julio Peña; aunque la crítica de la época la calificó de correcta, la grandilocuencia de la puesta en escena no ha resistido el paso del tiempo, si bien puede salvarse la música de Jesús Guridi, interpretada por el coro bilbaíno Antonino de Iralabarri. Amaya duraba casi dos horas y contó con una de los presupuestos más elevados del cine español del momento. Se estrenó en la Navidad de 1952.
Por estos años, el músico navarro Jesús García Leoz atravesaba su etapa más fecunda. Nacido en Olite, en 1904, fue alumno de Turina y asentado en Argentina comienza a componer piezas cortas. Interviene como pianista de acompañamiento en las salas donde se proyecta el cine mudo y más tarde pasa a la industria cinematográfica como compositor, director de sus partituras e incluso intérprete. Murió en Madrid, en 1953, y su filmografía supera los ochenta títulos, entre los más significativos: Sierra de Ronda (1933), de Florián Rey; El abanderado (1943), de E. Fernández de Ardavín, y Eugenia de Montijo (1944), de J. López Rubio, los dos en colaboración con Joaquín Turina; Las inquietudes de Shanti Andía (1946), de A. Ruiz Castillo; Surcos (1951), de Bardem y Berlanga; y Bienvenido Mr. Marshall (1953), de Luis G. Berlanga.
En Francia puede recogerse la producción de una serie de documentales de corte turístico, entre los que destacan Labour et Basse-Nabarre (1956) y Paris-Pyréneés-Côte Basque (1959), este último de François Villiers.
Entre tanto, en Italia, Sofía Loren, todavía novata, interpretaba a una heroína nacida en Estella en La bella mugnaia (1955) un film de Mario Camerini, basado en El sombrero de tres picos, de Pedro Antonio de Alarcón; producido por Carlo Ponti y Divo de Laurentis, con Vittorio de Sica y Marcelo Mastroianni.
En 1955, Jean Dréville, dirigió un film que no se ha estrenado en España: La reine Margot. Basado en una novela de Alejandro Dumas y un guión de Abel Gance, narraba los románticos amores de Margarita de Francia (Jeanne Moreau), esposa de Enrique de Navarra.
En 1957 aparecían hombres y paisajes navarros en Orgullo y pasión (The Pride and the Passion), de Stanley Kramer. La película, que se rodó en Santiago de Compostela, Cuenca, El Escorial, Ávila, La Mancha y Navarra, se basaba en la novela de C.S. Forester El cañón. La fotografía en Vistavisión era de Franz Planer, ayudado por Manuel Julio Berenguer, y sus principales intérpretes eran Gary Grant, Sofía Loren, Frank Sinatra y el cantante folk Theodore Bikel.
De la misma fecha es Fiesta (The Sun also rises, 1957), de Henry King, según la novela homónima de Ernest Hemingway, producida por Darryl F. Zamick para la Fox. Lo más curioso de este film es que ninguno de sus numerosos protagonistas, Ava Gadner, Tyrone Power, Errol Flyn, Mel Ferrer, Eddie Albert, Juliette Greco y Robert Evans, estuvo en Pamplona. Fiesta dispuso de un equipo especial para el rodaje de las escenas navarras integrado por Carlo Lastricati, quien a diario recibía las instrucciones directas de Zamick y el asesoramiento de José López Clemente. La película recogió con bastante fidelidad el relato de Hemingway y gracias a la brillante fotografía en color y Scope de Mario Bristagne y Alfredo Cores, las fiestas de Pamplona quedaron plasmadas como un interesante documento. Se filmaron numerosas imágenes del encierro, del desencajonamiento de los toros, de las corridas, así como también numerosas vistas de la ciudad, largos planos de la Plaza del Castillo, y de sus establecimientos más típicos, entre ellos el Café Iruña, para ser utilizados como fondos de transparencias en Hollywood a la hora de completar el rodaje y montaje posteriores.
Sobre un tema tópico, el encierro de las fiestas de San Fermín desde el amanecer del 7 de julio hasta la entrada de los toros en la plaza, José Luis Font, colaborador de Luis G. Berlanga en Plácido (1961), rodó San Fermín (1962), un documental que tenía un precedente similar en Hombres y toros, que había dirigido él mismo en 1958.
José Luis Sáenz de Heredia, en 1958, aborda otro tema navarro -Las guerras carlistas- en Diez fusiles esperan. Rodado en tierras navarras y guipuzcoanas, este film destaca tan solo por su ambientación y, desde el punto de vista anecdótico, por la participación como extras en la secuencia del juicio sumarísimo contra el oficial carlista encarnado por Francisco Rabal, de los miembros de la pamplonesa peña literaria “Pregón”: José María Iribarren, Faustino Corella, Ignacio Baleztena, Vicente Galbete y Pedro Lozano de Sotés.
Sin abandonar el tema de la interpretación se puede citar el trabajo realizado por el pamplonés Jesús Aristu, en el papel de Antonio, en un film de muy escaso valor cinematográfico Pachín, del realizador Arturo Ruiz Castillo.
Finalizó la década de 1950 con un tema constante en la filmografía navarra: las fiestas de San Fermín. El éxito que había logrado en el extranjero el, ya citado, documental de Font, Hombres y toros, hizo que, en 1959, Julián de la Flor repitiese la experiencia con El encierro de Pamplona, donde la inconfundible voz de Matías Prats acompañaba el testimonio dramático de la cogida de un mozo por un toro de Bohórquez, las actuaciones de Antonio Ordóñez, Curro Girón y Chicuelo II, o el ambiente singular de la calle. En 1960, José Ochoa realizó un corto de diez minutos, !Encierro! Burla a la muerte, que ha quedado como uno de los trabajos más expresivos sobre el tema. De nuevo aparecen los Sanfermines, en 1964, en España insólita, primer largometraje de Javier Aguirre, Francia, a su vez, incorpora a la filmografía sanferminera el mediometraje en color San Fermín (1962) de Robert Destanque, quien consiguió con este trabajo el premio Jean Vigo correspondiente a 1964.
Por estos años, el noticiario oficial NO-DO, por encargo de la Sección Femenina de Falange, iba recogiendo en cortometrajes de diez minutos diversas Danzas de España. A esta antología se incorporaron en 1959 Danzas de Otxagabía; en 1961, Danza de Valcarlos; y en 1963, Txun Txun de Pamplona. Danzas de España, filmadas en blanco y negro, se presentaban dentro del espacio Imágenes, especie de subdivisión del NO-DO, dedicada a temas monográficos, que introducía como sintonía la marcha de Los voluntarios.
Pío Caro Baroja dirige, en 1964, dos documentales sobre temas navarros: El carnaval de Lanz y Demonios danzantes. El primero de ellos es un ejemplo claro del modo de trabajar de Caro Baroja, cuya obra, tocada por el pintoresquismo, se caracteriza por su excelente acabado. Este film fue presentado al Certamen Internacional de Cine Documental y de Cortometraje de Bilbao, y recibió la Medalla de Plata. La mayoría de los trabajos de Pío Caro Baroja, en esta época, obedecieron a encargos de NO-DO, la segunda cadena de TVE y la Diputación Foral de Navarra; además de las ya mencionadas, caben destacar, entre las realizadas antes de 1970, El paloteado de Cortes, La Javierada, y El románico navarro.
El tenor roncalés Julián Gayarre vuelve al cine interpretado por Alfredo Kraus, en Gayarre (1959), de Domingo Viladomat. La parte musical, ilustrada con varios fragmentos de ópera, tuvo mayor importancia que la propia estructura narrativa del film de Viladonat. Alfredo Kraus obtuvo por su interpretación el premio del Círculo de Escritores Cinematográficos. Néstor Basterrechea y Fernando Larruruert crean, en 1964, la productora Frontera Films-Irún, y ruedan juntos Operación N.°2 una película industrial, con la colaboración del escultor Jorge Oteiza, y por encargo de una firma navarra, Huarte y Cía. Más tarde, Basterrechea y Larruquert acometen un ambicioso proyecto, la realización de un film que recogiese la identidad vasca -su geografía, costumbres, lengua, cultura, idiosincrasia- Ama Lur (1968), producida en régimen de cooperativa, fotografiado por Luis Cuadrado y Julio Amóstegui en Techniscope y Eastmancolor. La música estaba integrada por canciones vascas de distintos autores, entre las que destacan las Diez melodías vascas, de Jesús Guridi. Se cuidó extremadamente el sonido y la utilización de los dos idiomas: castellano y vascuence. En el film intervinieron los txalapartaris Hermanos Arza y José Manuel Iribar “Urtáin”, quien en unos cortos planos levantaba la piedra cúbica.
Ama Lur obtuvo un rotundo éxito en el XVI Festival de Cine de San Sebastián, en 1968.
Entretanto el navarro Jesús Aristu interpretaba uno de sus principales papeles en un film de Rafael García Serrano Los ojos perdidos, basada en una de las novelas del escritor pamplonés. La cinta contó con un bajo presupuesto y García Serrano incluyó, también, en este su primer largometraje a los actores Dianik Zurakowska y Manuel Zarzo.
En 1965, Orson Welles escribió y dirigió Campanadas a medianoche, que se rodó, parcialmente, en Lecumberri y Lesaca. Los paisajes navarros recorrieron todo el mundo, ya que el film obtuvo en el Festival de Cannes el Gran premio del XX Aniversario; premio de la crítica; mención especial a la mejor fotografía y premio a los mejores intérpretes en una película extranjera.
Otro estadounidense, Russell Rouse, eligió Pamplona y sus sanfermines como escenario de la trama policíaca de su film Carnaval de ladrones (1966).
Con presupuestos más importantes se acometen dos películas históricas biográficas en escenarios naturales navarros, fundamentalmente en la Sierra de Urbasa, donde se ruedan secuencias de Cromwell (1970), de Ken Hughes, con Richard Harris y Alec Guinness como protagonistas; y Patton (1969), de Franklin J. Schaffner, con argumento de Francia Ford Coppola, George C. Scott como protagonista y siete Oscars en su palmarés.
Los años sesenta terminan con algunos films de marcado carácter documental sobre la Universidad de Navarra. En 1967, Procusa, una producción madrileña, presenta Universidad de Navarra, dirigida por Fernando Lázaro Romeo y que recoge en 574 metros los estudios y actividades durante un año académico.
En 1968 es Antonio Mercero quien dirige Universidad de Navarra, un film de 450 metros sobre la ceremonia de investidura de varios “Doctores Honoris Causa”, presidida por D. José María Escribá de Balaguer. Del mismo año es el documental Hemingway´s Spain, donde se da testimonio del paso por Pamplona y sus fiestas del escritor estadounidense. Por estas fechas, Pío Caro Baroja, en un corto de 606 metros, el País Vasco, muestra una parte del antiguo reino navarro. Los años sesenta finalizan con un film satírico-sociológico de Manuel Summers, Urtáin, el rey de la selva o así, que gira en torno a este personaje navarro, a la sazón en la cumbre de la popularidad.
Cita en Navarra (1970), de José Grañena, con argumento y guión de Jaime del Burgo Torres, interpretación de Patty Shepard y Manuel de Blas, no añade nada nuevo a la filmografía navarra. Una vez más se recogen hermosos paisajes en Eastmancolor, con el ocio excelente de Raúl Artigot.
Carácter puramente testimonial tiene la producción italiana Zorro, marchese di Navarra (1970), basada en la popular figura literaria, tantas veces llevada al cine, y a quien, en algunas versiones se le apellida navarro.
También de 1970 es Navarra agreste, un documental apologético sobre la naturaleza, dirigido por Rafael Trem y Francisco Bernabé, con fotografía de Teodoro Ros y Jaime Maurio, montaje de Larruquert, que en cinemascope y color describe durante 27 minutos la vida de los animales en libertad, principalmente, de las aves rapaces. Otro documental excelente, de 1970, es Navarra, cuatro estaciones, de Pío Caro Baroja; su título ilustra el contenido
Escenario y conviene reseñar su privilegiada exhibición en salas comerciales. En junio de 1972, Pamplona es sede de los “Encuentros”, una confluencia insólita de diferentes manifestaciones a la vanguardia cultural, que en el campo cinematográfico junto a la presencia de producciones internacionales cuenta con el anticine de Javier Aguirre y el estreno de… Ere erera baleibu icik subu aruaren, una sucesión de imágenes abstractas conseguidas entintando el celuloide de formas diferentes deformadas después a través de la lente anamórfica del cinemascope, de José Antonio Sistiaga, quien posteriormente dejó su testimonio cinematográfico del acontecimiento en Encuentros 72, Pamplona. En 1975, la sierra de Urbasa y Artajona se convierten en exteriores de Robin y Marian, de Richard Lester, con Sean Connery, Audrey Hepburn, Robert Shaw y Richard Harris. Pamplona, a su vez, y las fiestas de San Fermín, de nuevo, son el marco elegido para La trastienda, de Jorge Grau, quien obtuvo, a pesar de su escaso valor artístico, un gran éxito de público, ya que Mª José Cantudo protagonizaba el primer desnudo integral del “nuevo” cine español.
Anton Eceiza con Mina, viento de libertad (1976), producida por Cocinante no, de México, y el ICAI de Cuba, intenta establecer cierto paralelismo entre Francisco Javier Mina, revolucionario, internacionalista, quien a los 19 años alzó una guerrilla contra Napoleón en su Navarra natal, luchó contra Fernando VII y se exilió a América, donde entregó su vida por la independencia de Méjico, y Txiki Paredes, extremeño y revolucionario, fusilado el 27 de septiembre de 1975, ambos unidos por la poética imagen del “viento de libertad”.
Luis Cortés, tras una larga experiencia en el cine amateur dirige, en 1977, Marian, una historia inspirada en el complejo de Electra que se desarrolla en Ochagavía, Pamplona y otros escenarios navarros, protagonizada por Isabel Mestre, Javier Escrivá, María Asquerino, Héctor Alterio, Xabier Elorriaga y Lina Canalejas. El reconocimiento de su trabajo permitió a Cortés dirigir, en 1980, Ni se lo llevó el viento ni puñetera falta que hacía, una comedia frustrada, a la que siguió, con parecidos resultados, en 1981, Te quiero, te quiero. A través de su productora, Iruña P. C., Luis Cortés intentó crear una infraestructura cinematográfica en Navarra, donde se rodaron todos sus films.
Otros dos jóvenes cineastas se dan a conocer, en 1978, con dos cortometrajes en 16 mm; Paco Avizanda es el autor de Pincho de rosa y el pintor Mariano Royo realiza El poblado de Santa Lucía. Ambos son premiados en el Certamen de Cine Documental y Cortometrajes de Bilbao. Avizanda dirigirá, más tarde, Las hojas secas, rodado en el Valle del Roncal, con fotografía de Iñaki Nuñez, y Programa nocturno (1980).
Conforme el panorama político va transformándose, algunos realizadores tratan temas más comprometidos. Así Bazo, Aizpuru, Aldalur, Egiguren y Zabalza filman el Aberri Eguna-73 celebrado en Vitoria, San Sebastián, Bilbao y Pamplona.
A principios de 1979 se produce un hecho singular dentro de la cinematografía vasca. Comienzan a filmarse las denominadas Ikiskak, una serie de documentales de factura desigual. La financiación la llevó a cabo la entidad de ahorro creadora del grupo Mondragón y una fundación filantrópica quienes, integrados en Berten kilmerk y coordinados por Anton Eceiza y Luis Iriodo comenzaron la producción. Entre los realizadores de estos Ikuskak cabe señalar a los navarros Mirentxu Loyarte y Montxo Armendáriz, quien se configura como el primer realizador navarro que se profesionaliza y cuaja una obra significativa.
Armendáriz, nacido en Olleta, en 1949, pasa de ser profesor de electrónica en el Politécnico de Pamplona al cine de cortometraje con Barregariaren dantza (La danza de lo gracioso, 1979), premiado en el XX Certamen de Bilbao; le sigue Ikusmena (Paisaje, 1980), otro cortometraje que obtiene el primer premio en el XXII Certamen de Bilbao; con el patrocinio de la Institución Príncipe de Viana para el mediometraje en Nafarrako Ikaskinak (Carboneros de Navarra, 1981), un excelente trabajo que será el embrión de su primer largometraje Tasio (1984), rodado en las tierras de Zudaire, Baquedano, Baríndano, Eulz, Vitoria, Ulibarri, Galdeano, Eraul, y Estella. Junto al paisaje navarro y las carboneras reconstruidas en la sierra de Urbasa, protagonizan Tasio las gentes de la zona y algunos actores autóctonos como Amaia Lasa, Garikoitz Mendigutxia, Isidro José Solano, Paco Sagarzazu, Enrique Goicoechea, Elena Úriz y José María Asín, quienes acompañan al protagonista Patxi Bisquert. Tasio, premiada en certámenes y Festivales como los de San Sebastián o Chicago, con una brillante carrera comercial, ha permitido a Montxo Armendariz dirigir, también con la producción de Elías Querejeta, 27 horas (1986), su segundo largometraje, distribuido por Golem, empresa navarra, que se estrenó en el XXXIV Festival Internacional de Cine de San Sebastián y obtuvo ex-aequo la Concha de Plata.
El panorama cinematográfico se anima a principios de la década de 1980. El navarro Ángel Amigo, quien será, en 1984, presidente de la Asociación Independiente de Productores Vascos con sede en San Sebastián, contribuye a afianzar el éxito de Imanol Uribe, tras El proceso de Burgos (1979), con su libro “Operación Pontxo” que sirve de base a La fuga de Segovia (1981), inspirada en la fuga de presos de ETA político-militar de la cárcel de Segovia, en la primavera de 1976, que fue desbaratada en los alrededores de Burguete, en la proximidad de la frontera francesa, donde se rodaron los exteriores. Ángel Amigo se convierte en productor, más tarde, para apoyar el rodaje en 16 mm de Euskadi hors d´Etat (1983), de Arthur Mac Caio.
En 1980, Emergencia P. C., la misma productora que apoya Ikusmena, de Armendáriz, lo hace con Orreana, de Iñigo Silva y Ernesto Santolaya, quienes tocan el tema de Carlomagno y su interés en apoderarse de Zaragoza en el año 778, el cual al no conseguirlo, en su retroceso destruye Pamplona. La Cooperativa Cinematográfica Curzo se constituye en Pamplona y produce el documental… Porque llegaron las fiestas… (1980), de Jesús Sastre, rodado durante los Sanfermines del mismo año. Surgen en Navarra, igualmente en estos años, las primeras distribuidoras como “Los films de la Plaza del Castillo” e Irudi Films, ambos desaparecen, pero la segunda se convierte en Javier Arlabán Distribución; y en el año (1985) se incorporará Golem, que se ocupará de distribuir 27 horas (1986), de M. Armendáriz.
La nómina de actores navarros se incrementa con Iñaki Aierra, intérprete de Mientras me dura la vida (1981), un film mediocre del argentino Carlos Otaduy sobre la emigración euskaldún hacia Sudamérica. Su reconocimiento profesional parte, sin embargo, de su trabajo como protagonista de Dulces horas (1981), de Carlos Saura. En 1983, un papel secundario revela a Amaia Lasa en La conquista de Albania, de Alfonso Ungría, un film producido por Ángel Amigo que haría la disparatada aventura emprendida por Luis de Beaumont, hermano del rey navarro Carlos II “el Malo”, en el siglo XIII, tratando de recuperar el dominio del ducado de Albania que correspondía en herencia a su esposa Juana de Anjou. Los exteriores se rodaron en las Bardenas, Arizcun y en Guipúzcoa, Huesca y Segovia, y el film obtuvo el premio especial del jurado en el y Festival de Cine Ibérico y Latinoamericano en Biarritz. Los textos de Julio Caro Baroja y Florencio Idoate, extras y también exteriores navarros, concretamente Uztegui, sirven de marco para Akelarre (1983), de Pedro Olea, una aproximación al tema de la brujería y la Inquisición. El mismo año de 1983 se rueda en navarra, The hit (El blanco), de Stephen Frears, film de acción con ascenso espectaculares en la frontera de Dancharinea; una producción inglesa en su totalidad, que contó con un alto porcentaje de actores, Fernando Rey, y técnicos especiales. Amaia Lasa afianza su carrera en La muerte de Mikel (1983), de Imanol Uribe, film, que como Akelarre presenta una versión en euskera.
En abril de 1986, se estrena en Pamplona Romanza final, una nueva aproximación a la biografía de Julián Gayarre, dirigida por José María Forqué, protagonizada por el tenor José Carreras, Sidney Rome y Antonio Ferrandis, rodada en Navarra y Cataluña, con un presupuesto de 300 millones, en el que participó de forma sustancial el Gobierno de Navarra.
Exhibición
La complejidad de la exhibición cinematográfica parte de la aparición del vídeo y, significativamente, desde 1980, dio protagonismo a la AECNA (Asociación de Empresarios de Salas de Cine de Navarra) que contestó la aplicación del gravamen del 12,5% sobre el taquilla de de los espectáculos cinematográficos, de aplicación exclusiva en Navarra entre 1982 y 1983. La supresión del citado gravamen evitó la desaparición del 45% de los cines navarros amenazados por la crisis de espectadores.
La falta de una normativa que regule la actividad y los medios técnicos de las salas de proyección en Navarra y la no renovación de mayoría de ellos, ha producido un claro desequilibrio entre aquellas ciudades con monopolio de exhibidores (privados o institucionales) y otros, singularmente Pamplona, donde la competencia entre SAIDE, difusora Cultural Cinematográfica e Iturrama ha generado cuatro multicines y la actualización de los equipos existentes en el resto de las salas, hasta un número de veintidós.
Desde el año 1982 se manifiesta en Navarra una clara tendencia al cierre de salas, que obedece a su falta de rentabilidad. Algunos intentos de coordinación entre los principales centros urbanos -Tudela, Tafalla, Estella- o de espacios polivalentes en los que tendría una presencia sustancial al cine, no han cristalizado.
En 1986, se recogía un estudio comparativo de la situación cinematográfica en Navarra respecto a la media nacional, en el período comprendido entre 1979 y 1984, según datos del Ministerio de Cultura, en el que se apuntaba que la asistencia media al cine en Navarra supera el nivel nacional, manteniéndose constante en los tres últimos años en un punto por encima de éste. Navarra también acusó la retracción general de los españoles a ir al cine y así mientras en 1979 cada navarro lo hizo en 6 ocasiones por término medio, en 1984 esta asistencia media se cifró en 4. El descenso ha sido paralelo al nacional.
Otro punto interesante es el gasto medio por habitante año representado en el gráfico n.° 2. Aquí el paralelismo anteriormente observado se rompe, sobre todo en el año 1982. También aquí está Navarra por encima de la media nacional; los navarros gastan más en cine que la mayor parte del resto de los españoles. Pero la relación respecto a España se desorbita en el año mencionado. Lo que para el resto del país fue el inicio de un descenso en el que todavía está inmerso, para Navarra supuso un incremento acusado. Tres factores contribuyeron a este fenómeno: la entrada en funcionamiento del cine Golem en Pamplona, por un lado, la continuada actualidad y renovación en la cartelera de la capital navarra, así como el ritmo inferior en cuanto a desaparición de cines en Navarra con respecto al resto de España.
Todo esto ha hecho posible que Navarra esté en tercer lugar -sólo Madrid y Barcelona la superan- del “ranking” provincial español analizando este dato.
También en Navarra hay más cines en funcionamiento que los indicados por la media provincial nacional (gráfico n.° 3). En 1979, cuando la media nacional indicaba que debiera haber 82 cines en cada provincia, sólo había 76. Pero Navarra, a partir del año 1980, no acusó el cierre de salas cinematográficas tendente en el país, al contrario, aumentó su número -hasta 1982- permitiéndole en 1986 estar muy por encima del promedio provincial nacional.
Con todas las cifras se puede considerar la situación de los cines navarros como “de privilegio”, por lo que al resto de España respecta. Pero esta situación privilegiada puede ser pasajera ya que prevé un descenso, a corto plazo.
Cine-Club o Cineclub
Los cineclubs nacieron en Francia, alrededor de 1920, integrados no por cineastas, sino por artistas, literatos, pintores, etc, que intentaron romper con las tendencias dominantes en el cine comercial mediante la creación del vanguardismo cinematográfico, que generó grupos de aficionados quienes aprovecharon los intermedios de las proyecciones para someter los films a la crítica y exponer sus puntos de vista sobre el cine en general.
El movimiento de los cine-clubs se extendió con rapidez y, en España, tuvo especial relevancia la modalidad del cine-forum que centraba los debates más en el contesto moral o ideológico que en la forma artística.
En Navarra, el cineclubismo ha cubierto una etapa significativa de la cultura cinematográfica, a la que han contribuido, entre otros, el cine-club Muskaria de Tudela y, sobre todo, el cine-club Lux de Pamplona.
El cine-club Lux se creó en Pamplona el año 1957. Después de un año de preparación y de algunas prácticas de ensayo, un grupo de jóvenes se hicieron eco del movimiento que surgía en todo el territorio nacional promoviendo la cultura cinematográfica, como fruto de las Conversaciones de Salamanca, el año 1955. El cine club Lux de Pamplona fue uno de los primeros en inscribirse en la naciente Federación Nacional de Cine-Clubs, creada por O. M. del 11 de marzo de aquel mismo año.
El Centro Mariano-Luises, entidad centenaria en Pamplona, generó el Lux como una sección más que desde sus comienzos tuvo carácter confesional, y como tal fue acogido y alentado por la Jerarquía Diocesana. El cargo de Director del Cine Club recayó en los rectores del Centro, y los primeros directivos salieron de los socios del Marinao, siendo el primer presidente Jesús Luna, y los primeros directores (años 1957-1963) los pp. Jesús Arbuniés, Clemente Espinosa y Jesús M.ª Vergara. Desde 1963 asumió la dirección el P. Cipriano, y han actuado como presidentes, José Luis Olloqui, José M.ª Torrabadella, Arantza Zozaya y Javier Zubiaur.
Del 8 al 15 de mayo de 1957, se celebró la Primera Semana del cine en Pamplona, que ya desde entonces trazó las directrices fundamentales de todas las demás, persiguiendo destacar un cine de brillante forma artística y de profundo valor humano. En este primer certamen la parte didáctica corrió a cargo de los responsables de la Revista “Film Ideal”, Landáburu, Sobrino, Pérez Lozano, Sthaelin y Pascual Cebollada. A partir de entonces empezó el desarrollo creciente de las actividades del Lux, que han abarcado los más diversos públicos desde los grupos de niños y colegiales con sus educadores al frente, hasta los de intelectuales y universitarios, sin olvidar al clero y a los seminaristas, que contaron en un tiempo con ciclos y sesiones especiales. Al cumplir 25 años el Lux pudo contabilizar más de 1.000 sesiones de “cine-forum” en los cursos ordinarios, en los que nunca falló la correspondiente presentación y juicio crítico del film, y siempre que fue posible el clásico coloquio.
Los programas con las fichas técnicas de las sesiones demuestran que el Lux se preocupó por lograr una programación seleccionada y bien propuesta según estructuras didácticas variadas, con el común denominador de formar e informar en el campo de la cultura cinematográfica. Así unos años se recorrió la producción cinematográfica agrupándola por nacionalidades; otros con el título de “Nombres del Cine”, se hicieron ciclos con los mejores fotógrafos, los mejores guionistas, los más destacados directores e intérpretes del momento; la clásica distinción de géneros sirvió en algunos cursos, y otras veces, se hizo un estudio intensivo de determinados directores, proyectando una selección de sus mejores obras; por fin diversos enfoques temáticos sirvieron para romper la monotonía y seguir cuidando la pedagogía cineclubista.
En síntesis, la actividad del cine club Lux puede agruparse en tres epígrafes;
Semanas de Cine en Pamplona: la actividad de más resonancia, que ha superado el límite de las 25 ediciones consecutivas. En ellas han participado cineastas como José Luis Borau, Jaime Armiñán, José Luis Garci, Mario Camus, Fernando Colomo o Pilar Miró; críticos y publicistas como Manuel Alcalá, Ángel Pérez Gómez, Luis Urbez, Pedro Miguel Lamat, Francisco Moreno, Ángel Camiña, Tomás Rodríguez Cirdón, Norberto Alcover, César Santos Fontenca y Román Cubern, entre otros.
Cursos de Formación de Estética Cinematográfica: ha sido una preocupación constante del Lux ofrecer una base de iniciación cinematográfica a los jóvenes interesados por ello. Durante varios años fueron los alumnos de BUP y COU los que apoyaron la iniciativa. Después se hizo extensiva a toda clase de público; finalmente, con la ayuda de la Institución Príncipe de Viana que subvencionó los primeros cursos.
Animación de la Cultura Cinematográfica de Navarra; ha sido preocupación constante para el Lux. Empezó ya desde sus primeros años con los cursos sobre cine impartidos por Jesús Luna en varios Colegios de Pamplona, práctica seguida después por otros directivos en cursillos, conferencias y forums a lo largo y ancho de toda la provincia. De modo permanente programados en las Casas de Cultura de la CAN en Estella, Sangüesa, Burlada y Tafalla, donde Arantza Zozaya y Francisco Javier Zubiaur han llevado a cabo interesantes proyectos.
Por otra parte, los medios de comunicación locales -“Norte Expres”, “Hoja del Lunes”, “Diario de Navarra”, “La Gaceta del Norte”, “E A J-6 Radio Pamplona”, “Radio Popular”, “La Voz de Navarra” han cubierto la información y la crítica cinematográfica con cineclubistas como Jesús Luna, José M.ª Torrebadella, Jesús Iragui, Sixto Iragui, Arantza Zozaya, Rafael Escalada, Pachi Pascual, entre otros.
Durante los años 1974 a 1976, por iniciativa de la directiva del Lux y bajo la responsabilidad de Arantza Zozaya, se puso en funcionamiento una delegación en Pamplona de la Filmoteca Nacional, que programó sesiones semanales y ciclos monográficos con gran éxito de público. La reorganización interna de la filmoteca terminó con una interesante experiencia.
Desde 1980, el Lux orientó su programación hacia las personas mayores inscritas en Aulas de la Tercera Edad.
La vitalidad prolongada del cineclubismo ha contribuido a mantener la afición al cine en Navarra que, a su vez, ha propiciado encuentros sobre temas monográficos -Cine de Montaña, Industrial, Submarino, etc.- y una nómina de cineastas amateurs que han trabajado en diferentes formatos, entre los que se pueden citar José M.ª Torrabadella, Sixto Iragui, Alfonso Verdoy, Koldo Lasa, Javier Garreta, Antonio J. Ruiz y Jesús López Sanz.