SANGUIJUELA
SANGUIJUELA
Anélido conocido también como “itenia” (Urdiáin), “izeña” (Arruazu) e “izeñe” (Huarte-Araquil). Su capacidad para succionar sangre era muy apreciada, hasta el punto de que en dos decisiones del Ayuntamiento de Baztán (1832 y 1833) se habló de la “urgente necesidad” de proveer al Valle de sanguijuelas. En San Martín de Unx los “filistrantes” o “ministrantes” estaban obligados contractualmente con el Ayuntamiento en el sentido de que debían disponer de ellas en su establecimiento, con el fin de aplicarlas a los enfermos. En la práctica común, las sanguijuelas estaban indicadas en los casos de hipertensión*, congestión cerebral*, hemiplejia*, paraplejia*, hematoma*, sarampión*, pulmonía*, etc. En San Martín de Unx diferenciaban las sanguijuelas medicinales de las “burrigueras” en el hecho de que mientras estas succionan la sangre y la expulsan, continuando “agarradas”, las medicinales se desprenden por sí mismas una vez “llenas”. El “ministrante” de esta villa las capturaba, todavía en el primer tercio del siglo XX, en una balsa de Miranda de Arga, en la que metía las piernas desnudas. Una vez que las sanguijuelas se le “agarraban” y antes de que comenzaran a succionarle la sangre, salía del agua y las separaba de las piernas con la ayuda de las uñas de las manos, introduciéndolas a continuación en un gran frasco de cristal con agua, en el que las transportaba a San Martín. El agua del rasco debía ser cambiada todos los días para que no se perjudicaran los cincuenta o sesenta ejemplares que contenía. Se tenían aparte algunas sanguijuelas, criando en un cajón de madera con bolas de arcilla, que debían ser rociadas de agua todos los días. El “ministrante” de San Martín de Unx proporcionaba sanguijuelas a sus colegas de Lerga, Ujué y demás pueblos limítrofes. En Urdiáin, el último intendua (sanguijuelero) fue Juan Miguel Galarza Mendiluce, “Kapaxo”, quien se aprovisionaba de los anélidos en las balsas existentes en la Cuenca de Pamplona, o bien recurría a las importadas de la región de la Gironda (Francia) o de Castilla (Valdepeñas). Las recibía introducidas en bolsitas de tela humedecida, de las que se extraían para ser lavadas y luego colocadas en cajones llenos de arcilla gris (buztina), quedando al cuidado de las mujeres de la casa, quienes debían tener buen cuidado de mantener húmeda la arcilla. “Kapaxo” las distribuía por casi toda Navarra y por Álava, Guipúzcoa, Logroño y Vizcaya. Las sanguijuelas se aplicaban generalmente en las venas del paciente, mediante procedimientos que dependían de la persona que las aplicara. En Urdiáin se ponían dentro de una taza de café, que se invertía sobre la zona afectada, mientras que en San Martín de Unx se le afeitaban las sienes al paciente, sobre las que se invertía una copa con la sanguijuela dentro. Una vez que el anélido “agarraba” se retiraba la copa y se vigilaba como aumentaba de tamaño el animal conforme succionaba sangre. Cuando el ahíto animal se soltaba, el “ministrante” lo cortaba en tres trozos dentro de un barreño con agua. En San Martín se solían aplicar unas ocho sanguijuelas por sesión, que se podía repetir a los cuatro o cinco días. Las sanguijuelas no sólo las aplicaban los facultativos, sino que con frecuencia se tenían en el propio domicilio dentro de una botella (Izurdiaga, Améscoa), recurriéndose a ellas cuando se entendía que era conveniente su aplicación. (Lamparón*).