REUMATISMO
REUMATISMO
No era infrecuente que se confundiera con la ciática* y hasta con el lumbago*. La terapéutica popular se centraba en remedios empíricos, generalmente derivados del ajo. Así, en la Cuenca de Pamplona bebían copas de alcohol que contenía ajos, mientras que en otros lugares preferían comerlos o frotar con ellos la parte dolorida (Améscoa, Elorz). En San Martín de Unx y en otras localidades recurrían a las friegas de vino cocido con romero, de aguardiente, de alcohol o alcohol alcanforado, de ortigas, aguarrás, etc. En San Martín prescribían también los “baños de sereno”, consistentes en dormir al raso para recibir el rocío sobre el cuerpo. Las “rumias” se curaban en Améscoa con grasa de “micharro” (lirón) y aplicando al miembro dolorido las trencillas de estambre de las cajas de los muertos, que se guardaban para este fin. En Igal empleaban los vapores de espliego, que se desprendían de un caldero de agua hirviente sobre brasa de boj, y luego encamaban al paciente. En Esparza de Salazar llegaron a meter a un reumático en el horno de hacer pan, previamente apagado tras de la hornada, y tenían a San Tirso como abogado contra el reuma. A San Tirso subían los reumáticos el 28 de enero, llevando aceite para mezclar con el de la lámpara de la ermita, del que tomaban una parte para untar durante el año las partes aquejadas por el mal. En otras partes solían peregrinar a la ermita de San Babil de Sangüesa, y siempre ha habido quienes preferían las aguas termales de Fitero. En 1819, el Consejo Real de Navarra informó a la Diputación del ofrecimiento que le hiciera un tal Pedro Zulloba de una secreta receta de su invención de efectos “tan admirables y útiles, que entre todos los remedios antirreumáticos conocidos hasta ahora, ninguno le ha igualado en virtud ni en celeridad”, pero no se supo más de ella.