PLATERÍA
PLATERÍA
Arte y oficio de platero. Casa, taller o tienda de platero. Existen noticias sobre los argenteros navarros desde tiempos de Alfonso I el Batallador, pero su primera etapa de florecimento se sitúa a partir de los últimos años de la vida de Sancho el Sabio (1194) y durante el reinado de Sancho el Fuerte (1194-1234). De estas fechas data el retablo de Aralar (1175-1185), así como la Virgen de Artajona, la arqueta de Fitero o la píxide de Esparza, labrados en torno a 1200; todas ellas son piezas de cobre con esmaltes “champlevé” conectadas con los talleres limosinos y con las cuadrillas de esmaltadores itinerantes que recorrían el Camino de Santiago. Asimismo, la platería local contó en esos momentos con otras obras excelentes como las Vírgenes de Irache o de la catedral de Pamplona, las cubiertas del Evangeliario de Roncesvalles o la cruz de Monjardín, estas últimas inspiradas en la gran escultura navarra contemporánea.
Más adelante, la presencia de dinastías francesas en Navarra, entre 1234 y 1425, coincidió con un nuevo período de esplendor al que colaboraron tanto las obras importadas del país vecino, fruto del mecenazgo real o eclesiástico, como los numerosos plateros navarros o extranjeros que trabajaron en la corte navarra al servicio directo de los reyes. Entre los muchos objeto importados destacan por su calidad los relicarios del Santo Sepulcro y del Lignum Crucis de la Catedral de Pamplona, obras parisinas de tiempos de Juana I (1284-1305), la preciosa virgen titular de la Colegiata de Roncesvalles, pieza tolosana de la época de Juana II y Felipe de Evreux (1328-1349) o el Ajedrez de Carlomagno con esmaltes traslúcidos, labrado en Motpellier durante el reinado de Carlos II (1349-1387). Similar calidad muestran las piezas ejecutadas por los plateros de la Corte como la arqueta de filigrana donada por Juana I a la Colegiata de Roncesvalles, el cáliz que Carlos III regaló al santuario de Ujué en 1394 o el brazo relicario de San Cernin de Pamplona fechado en el año 1389.
A lo largo del siglo XV se desarrollaron diversos talleres locales. En el de Pamplona existe marca de localidad al menos desde principios; de siglo, en Estella a partir del año 1414 y en Sangüesa también desde estas fechas posiblemente. Las piezas, aunque con variaciones accidentales, presentan una tipología común. Así las píxides son cilíndricas con pie y tapa cónicas (Oteiza, Mendilibarri y Baquedano, con marca de Estella) o sin pie (Zubieta, marcada en Pamplona). En Estella se generalizaron los relicarios de tipo brazo. Las cruces presentan crucero cuadrado y brazos rectos con ensanches ovales y remates florenzados (Epároz, Úriz, Abaurrea Baja, etc.), algunas conservan su primitivo nudo poliédrico (Ituren, Adoáin, Aizcorbe, etc). Un segundo modelo, exclusivo del taller de Pamplona, añade al anterior unos robustos candiles laterales como soportes de las figurillas de la Virgen y San Juan.
Piezas excepcionales de la orfebrería gótica navarra son, por último, la cruz de San Cernin, rehecha en el siglo XVIII, los relicarios de la Santa Espina de la Catedral de Pamplona o San Martín de Urzainqui, por conservar la primitiva marca de localidad de Pamplona, así como la custodia turriforme de Santa María de Sangüesa, similar a las de las catedrales de Barcelona e Ibiza.
Durante el siglo XVI la platería navarra atravesó un nuevo período de esplendor. En líneas generales, la anexión del año 1512 supuso un progresivo acercamiento a los reinos peninsulares limítrofes; de esta manera Pamplona y Estella recibieron influencias de Castilla, mientras que en Sangüesa y Tudela dominó el influjo aragonés, lo cual no significa que no hubiera intercambios en sentido contrario.
El centro rector continuó siendo Pamplona, cuyas primeras ordenanzas firmaron quince plateros en el año 1587. En cuanto al marcaje, por norma general se siguió utilizando el sistema aragonés, reducido a la marca de localidad que funde lo nominativo y lo heráldico; no obstante, algunos plateros de Pamplona emplearon marca personal que puede aparecer junto a la de localidad -caso de Juan de Ochovi, por ejemplo- o sola, como ocurre siempre con Luis de Suescun. Este sistema lo adoptó Hernando de Oñate en Olite y, en los últimos años del siglo, algunos artífices de Sangüesa y Estella, respectivamente. El taller de Tudela, en cambio, vaciló entre el modo navarro y el triple marcaje castellano, que utilizó esporádicamente en torno a 1600.
Estilísticamente se incorporaron de manera progresiva las formas y técnicas renacentistas a lo largo de los dos primeros tercios de siglo, para iniciar a continuación una depuración estructural y decorativa que culminó en los últimos años de la centuria.
Hubo numerosos autores y obras de gran calidad. A título de ejemplo podrían citarse cruces de brazos abalaustrados de tipo castellano como las de Villanueva de Yerri (Alonso de Montenegro y Andrés de Soria, 1560) o Aniz (Luis Suescun) que encontraron su continuación en las de Izcue, Ugar y otras del último tercio de siglo; las cruces de Munárriz (Pedro del Mercado) o Urzainqui (Sangüesa) están más próximas a los modelos aragoneses. Entre los cálices pueden mencionarse, entre otros muchos, los de Roncal, Ochagavía o San Pedro de Olite (1552) relacionados con tipos burgaleses, el de Clarisas de Fitero o la Magdalena de Tudela, próximos a los modelos aragoneses, o los de San Lorenzo de Pamplona (Luis de Suescun), San Pedro de Olite y Roncesvalles (Hernando de Oñate), San Nicolás de Pamplona (Sancho de Montalbo), San Miguel de Estella (Alonso de Samaniego) o Santa María de Sangüesa (Pedro Gallués), de acusado carácter geométrico por su cronología próxima a 1600.
Piezas excepcionales son, asimismo, el busto relicario de Santa Úrsula (Juan de Ochovi), inspirado en modelos aragoneses, el Evangeliario de la catedral de Pamplona, hecho siguiendo esquemas medievales, la custodia de la misma catedral atribuida a Pedro del Mercado, la cruz de Cirauqui (Felipe de Guevara, antes de 1590) y la custodia de Huesca, el basamento de la de Sangüesa y el templete de la catedral de Pamplona, obras documentadas de José Velázquez de Medrano poco antes de 1600; la última pieza supone la síntesis de la traza herretiana y el romanismo figurativo local. Poco después Velázquez de Medrano ensayó en sus crismeras de Arróniz un tipo de arqueta que tuvo gran éxito y trascendencia en todas las merindades a lo largo de la primera mitad del XVII y hasta finales del siglo XVIII.
En los primeros decenios del siglo XVII fueron importadas algunas obras como el cáliz de Lerín, ejecutado por Diego de Zabalza. Proliferaron durante los dos primeros tercios del siglo los esquemas arquitectónicos y geométricos, de ornamentación sobria, a veces con esmaltes “champlevé” que, progresivamente, se fueron complicando hasta llegar al Barroco pleno del último tercio del XVII y primera mitad del XVIII.
Al desaparecer los plateros de Sangüesa y Olite, la producción se concentró en Pamplona, que cubrió gran parte de la demanda provincial. Asimismo mantuvieron su actividad los talleres de Estella y Tudela, circunscritos al ámbito de sus respectivas merindades. En general, disminuyeron las marcas y el número de plateros conocidos.
Los modelos cortesanos, con o sin cabujones de esmalte y mejor o pero interpretados proliferaron en las piezas de astil. Los ostensorios de Abárzuza, los cálices de Mendigorría y Tulebras o los copones de las Clarisas de Fitero y Milagro, entre las piezas esmaltadas, más el ostensorio de Santiago de Puente la Reina o el cáliz de Dicastillo, entre otros muchos, pueden servir de ejemplo.
En Pamplona se utilizó como marca de localidad una doble “P” coronada y se aprobaron las nuevas ordenanzas en el año 1743. Varias familias de plateros desarrollaron una gran actividad. Así, de los Montalbo trabajó Diego de Montalbo (crismeras de Villanueva de Yerri, 1646); Gaspar de Montalbo (cruz parroquial de San Martín de Unx, 1634-44) y José de Montalbo (frontal de altar de Santa María de Tafalla en 1710, desaparecido). La marca de Aguinagalde aparece en las crismeras de la catedral y durante la primera mitad del siglo XVIII comenzaron también a trabajar Fernando de Yábar y otros. Piezas de interés son, de igual forma, la gran cruz procesional y el busto relicario de San Fermín de la catedral de Pamplona.
El taller de Estella tuvo una gran vitalidad, utilizó hasta mediados del XVIII como marca de la localidad la estrella simbólica del nombre de la villa. A mediados del XVII trabajó Juan Pérez de Aranguíbel, y en el segundo cuarto de XVIII Juan Antonio Anzín, José Ventura y Manuel Pueio, autores de importantes trabajos para la basílica de San Gregorio Ostiense y para otros diversos pueblos de la merindad. Respecto del taller de Tudela, la figura más significativa debió ser Felipe Terrén (1613) que marcó dos lámparas de Tulebras, entre otras piezas.
Parecida actividad se mantuvo a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII. En Pamplona José Yábar realizó el busto relicario de la Magdalena de la catedral; Pedro de Aguinagalde (a partir de 1762) trabajó para diversas parroquias locales, y Manuel de Montalbo, último miembro conocido de esta familia, se examinó en 1777.
Figura importante fue, sin duda, Miguel de Lenzano, examinado en 1740, cuya actividad se centró en la Ribera navarra donde dejó obras tan significativas como las andas del Rosario de Corella (1777) o las sacras de San Miguel de esta localidad. Por estas fechas trabajó también en Tudela Gabriel de Ochoa. Asimismo trabajó mucho el taller de Estella gracias a la labor de otros dos miembros de la familia Ventura, Juan José y Juan Manuel, que colaboraron entre 1740-1786 coincidiendo con un nuevo cambio de marca de localidades (ES/TELLA). Además se creó otro importante centro de producción en la vecina ciudad de Los Arcos que contó también con marca de la localidad propia y con artífices tan significativos como los Echeverría, dilatada familia de plateros que cubren con su actividad toda la segunda mitad del XVIII. Pero tanto el taller de Tudela como los obradores estelleses de Estella y Los Arcos desaparecieron en torno a 1800; en consecuencia la producción se concentró en Pamplona, que desarrolló una fecunda actividad a lo largo de todo el siglo XIX dentro de unos parámetros fundamentales neoclásicos, de sobria decoración, que utilizó con frecuencia troqueles de sencillos motivos ornamentales dispuestos en bandas. Desde fines del siglo anterior se utilizó marca cronológica y entre 1892 y 1896 la doble “P” de la marca de localidad se sustituyó por león pasante dentro de un escudo coronado con bordura de cadenas. Entre los numerosos lateros conocidos pueden citarse a Francisco de Iturralde (1816-1841), Tadeo Pérez (1787-1825), Eugenio Lecumberri (1823-1866), Los García (Antonio -fines siglo XIX- y Sebastián -mitad siglo XIX-) y, sobre todo, los Sasa (Antonio, Vicente y Pedro Antonio -1804 en adelante-) de todos los cuales se conservan gran número de piezas marcadas repartidas por toda la provincia.
Existen múltiples obras aragonesas que se conservan en Sangüesa o Estella, riojanas en Estella o Tudela y, de manera especial, las hispanoamericanas que constituyen, lo más espectacular y rico de la platería del último tercio del XVII y gran parte del XVIII conservada en Navarra. El conjunto guatemalteco de Lesaca, el nutrido grupo de ostensorios peruanos (Fustiñana, Añorbe y otros) o las numerosísimas piezas de astil mejicanas repartidas por toda la región. (Orfebrería*).
Bibliografía
T. Biurrun Sotil, El arte románico en Navarra (Pamplona, 1936) y La escultura religiosa y Bellas Artes en Navarra durante la época del Renacimiento (Pamplona, 1935). J. Clavería y A. Valencia, Crucifijos en Navarra (Pamplona, 1962). J.M. Cruz Valdovinos, Ensayo de catalogación razonada de la plata de Los Arcos, “” (1977), p. 281-318; Plata y plateros de Viana, “” (1979), p. 469-495; Apuntes para una historia de la platería en la basílica de San Gregorio Ostiense, “” (1981), p. 335 y ss. y La platería en “Historia de las artes aplicadas e industriales en España” (Madrid, 1982). P. Fernández Gracia y P. Echeverría Goñi, Platería sangüesina del siglo XVII, Actas del IV Congreso del CEHA (Zaragoza, 1984), p. 135-145, M.C. García Gaínza y M.C. Heredia Moreno, Orfebrería de la Catedral y del Museo Diocesano de Pamplona (Pamplona, 1978). M.C. García Gaínza, M.C. Heredia Moreno, J. Rivas Carmona y M. Orbe Sivatte, Catálogo Monumental de Navarra. Merindad de Tudela (Pamplona, 1980); Catálogo …II. Merindad de Estella (Estella, 1982) Catálogo …II Merindad de Estella (Estella, 1983) y Catálogo…III. Merindad de Olite (Pamplona, 1985). M.C. Heredia Moreno, Notas para un estudio de punzones y orfebres de la Merindad de Estella, Actas IV Congreso CEHA (Zaragoza, 1984), p. 181-198. M.C. Heredia Moreno y M. Orbe Sivatte, Orfebrería de Navarra I. Edad Media (Pamplona, 1986). C. Mendoza, Los plateros de Carlos III el Noble, rey de Navarra (Pamplona, 1982). J.E. Uranga Galdiano y F. Íñiguez Almech, Arte medieval navarro (Pamplona, 1973) (5 vols) y Varios; El retablo de Aralar y otros esmaltes navarros.