PECHA
PECHA
Censo o renta que los campesinos villanos pagaban anualmente al fisco real y, en su caso -los de señorío – al señor. Se hallaban exentos, por consiguiente, los clérigos, los hidalgos y los “francos”, aunque -como ocurría frecuentemente con éstos últimos- se dedicasen a labores agrícolas. La pecha estaba constituida por una parte de la producción agraria, que originariamente osciló probablemente entre el cinco y el diez por ciento. Consta por un documento del año 1307 que el cinco por ciento era el porcentaje aplicado en Tafalla y en el valle de Anué, por ejemplo. En un principio se había establecido en cada comunidad villana (pueblo o valle) la cantidad que debía pechar cada vecino, y este sistema (“pecha capital”) perduró en ciertos lugares durante toda la Edad Media. De acuerdo con él, la pecha del lugar aumentaba o disminuía cada año en función de las altas o bajas del censo de pecheros, por defunción, emigración o cambio de status económico, circunstancias que los recaudadores anotan puntualmente en sus cuentas. Con el tiempo, sin embargo, muchas localidades prefirieron acordar con el rey la cantidad global a pechar en conjunto por todos los campesinos del lugar.
En este sistema -“pecha pleiteada”, “pecha tasada”- la pecha permanecía invariable año tras año, con independencia de las altas o bajas del censo. Como se comprenderá, era un sistema ventajoso para los pecheros durante los periodos de expansión demográfica y económica, como ocurrió en general hasta comienzos del siglo XIV, según parece. De hecho, los redactores del amejoramiento del Fuero General de 1330 reconocen que los pecheros deseaban mayoritariamente acogerse a este sistema de la pecha tasada. También para la hacienda real ofrecía importantes ventajas, como la de simplificar las tareas de la recaudación, y la de conocer con seguridad y antelación el volumen de estos ingresos, con la posibilidad consiguiente de asignar cualquier pago o gasto sobre la base de esos ingresos fijos. Pero este sistema resultó inviable al producirse las grandes hecatombes demográficas de las epidemias de peste a partir de 1348. Ante estas circunstancias excepcionales Carlos II concedió no sólo moratorias de pago, sino reducciones sustanciales de las pechas, temporalmente o por tiempo indefinido.
Como resultado del vasto programa de unificación de pechas realizado por Sancho el Sabio y Sancho el Fuerte en el tránsito de los siglos XII y XIII, a partir de entonces en la mayoría de los pueblos se hallaban fundidas en una cantidad global -parte en especie y parte en metálico- con el nombre genérico de “pecha”, una amplia gama de los antiguos servicios y prestaciones señoriales (labores, sernas, fazenderas, anubda*, nuncio y mañería, etc.), con indicación de la fecha en que debía satisfacerse. Para los de Basaburúa Mayor, por ejemplo, Sancho el Sabio (1192) fijó la pecha en cuatro sueldos por cabeza -pagaderos en la última semana de mayo- y seis robos de avena, pagaderos el día de la Asunción de la Virgen. La especie en que se pagaban las pechas era en general el cereal -trigo, cebada, avena- y el vino. El resto de la producción agrícola (mijo, hortalizas, legumbres, frutas, cáñamo y lino, etc.) así como la ganadera (ovejas, cerdos, vacas, aves de corral, etc.) no se suele reflejar en la pecha o ingresa en el tesoro transformada en su equivalente en metálico. En 1280, por ejemplo, la pecha de 31 cahíces de mijo de Tafalla se había cambiado por otros tantos de cebada; de modo semejante, los 400 carneros que solían pechar los del valle de Roncal se habían transformado en una pecha de 120 libras ya antes de 1340. Se procuraba también una cierta justicia en el reparto de esta carga fiscal, de modo que cada villano contribuyese de acuerdo con su nivel de renta. Qui magishabet, magis pectet, estipula el Fuero de Santacara (1210); y el otorgado a Larraga por Sancho el Sabio (1193) precisa que cada vecino peche según los bienes muebles y heredades que posea (Unusquisque illorum pectet in prescripta pecta secundum posse quod habuerit in mobili et in hereditate).
Al generalizarse el sistema de las pechas tasadas, su montante global quedó fosilizado en un volumen casi fijo, que resultó completamente insuficiente para cubrir los gastos de la monarquía a partir del reinado de Carlos II, por dos razones principales. En primer lugar, por el crecimiento del presupuesto, en razón de la activa política y empresas bélicas de este monarca. En segundo lugar, por el descenso real de la cuantía de las pechas a causa de la inflación monetaria -que depreciaba las recaudadas en metálico- y la disminución del número de pecheros provocada por las grandes pestes de la época. En consecuencia, a partir de Carlos II el soporte fundamental de la hacienda ya no son las echas, sino los impuestos extraordinarios (“ayudas”) votados por las Cortes.