PAPEL
PAPEL
El documento más antiguo redactado en papel en Navarra, conservado en el Archivo General, alude a la petición del concejo de Pamplona al gobernador del reino formulada a finales del siglo XIII, pero la mayor parte de los ejemplares en papel de la primera mitad del siglo XIV proceden de la corte aragonesa, en relación con el matrimonio de Pedro IV con la infanta navarra María. A partir de 1344 se utiliza en Pamplona y Ultrapuertos, en la tesorería real, entre los notarios y empleados, entre los cambiadores pamploneses y la nobleza de Estella, generalizándose desde mediados de siglo. En agosto de 1385 firmó Carlos II una orden de pago de diez libras por dos resmas de papel para el escritorio real. No obstante, siguió empleándose el pergamino en libros, recibos, planos del palacio de Olite y otros documentos, durante toda la Edad Media, e incluso durante el primer tercio del siglo XVI en algunas escrituras notariales, y hasta el siglo XVIII en los libros cantorales de las iglesias.
Numerosos son los documentos en que se detalla la compra o demanda de manos o cuadernillos de papel, pero no expresan el lugar de procedencia. En el siglo XVIII aparecen las primeras noticias sobre la fabricación de papel en Navarra, en el Hospital General de Nuestra Señora de la Misericordia de Pamplona. A raíz de la destrucción que sufrió en 1733 el molino de pólvora, propiedad de la Corona, que había en las afueras de la capital, en el barrio de la Juslarrocha (hoy Rochapea), la ciudad y la junta administrativa del hospital se dirigieron al rey solicitando la venta del molino para transformarlo en fábrica de papel, ya que no existía ninguno de su género en Navarra y podía proporcionar unos buenos ingresos al hospital. Por otro lado, se quería evitar la reutilización del molino de pólvora por el peligro que suponía para Pamplona por su proximidad. La compra se realizó el 1 de agosto de 1753 por 131.487 reales y 12 maravedís. Un mes más tarde se aprobó una proposición para que Jaime Fábrega, vecino de Gerona y constructor de molinos de papel, viniera a Pamplona a montar la fábrica para el hospital. La obra quedó terminada el 28 de agosto de 1754. Puesto en funcionamiento, las primeras partidas de papel se obtuvieron en junio de 1755. El molino no llegó a constituirse en monopolio como pretendía el hospital, porque en 1773 se concedió a José Antonio Guirior, vecino de Aoiz, permiso para transformar la fábrica de curtidos que poseía en otra de papel.
El producto realizado en el molino tenía como marca un león rampante orlado por la leyenda “Hospital General de Pamplona”. En un principio la fabricación del papel estuvo a cargo de Jayme Xesques. El 4 de diciembre de 1756 se arrendó el molino a la Real Compañía de Comercio y Fábricas de Zaragoza y a Pedro Bonamason de Lagos, maestro papelero, mejorándose la estructura del molino según modelos aragoneses. De este mismo año se conoce una Real Cédula expedida por S. M. por la que se concedía la libre extracción y franquicia de derechos al papel fabricado en el molino. En 1774 era arrendador Antonio Ribed; en 1786, Pedro de Goñi, y en 1787 el francés Bernardo Ragueta. El 7 de octubre de este mismo año el molino se vio gravemente afectado por una riada, por lo que hubo de hacerse arreglos y añadirse diez mazos.
A finales del siglo XVIII el molino fabricaba 6.000 resmas de papel común y florete, pero esta producción no siempre tuvo la misma importancia. En un principio, y dada la gran demanda que de este producto hacía el hospital, fue necesario importarlo de Olorón (Francia), desde donde llegaba por el puerto de Burguete (Naipes*). Como consecuencia de la Guerra de la Independencia, el molino resultó destruido. Tras su reconstrucción, volvió a funcionar a mediados del siglo XIX.
El proceso de fabricación del papel era complejo. “Se baten en Morteros o Pilas de Piedra con agua, trapos viejos de Lino o Cáñamo hasta que estén como manteca, y puesta esta pasta en un Algibe, se añade agua, y se bate, incorporando dicha pasta hasta venir clara como leche; se mete dentro de esta leche el molde, que es una rexa muy espesa de hilo de Alambre, y levantándole horizontalmente, cae el agua, y queda sobre dicho Molde formado el Papel, de suerte que se despoja con facilidad poniéndole sobre una vayeta, que a este fin se tienen muchas; se continúa hasta media Resma, poniendo una vayeta sobre cada Pliego, con el fin de sacarle la agua superflua, y se quita, poniéndole junto un pliego sobre otro, y cuando se tiene veinte o treinta Resmas hechas, o antes si conviene, se enjuga sobre cordeles de 20 en 20 Pliegos poco más o menos, y enjuto se recoge y se guarda para darle la Cola cuando se quisiere, advirtiendo, que es mejor en tiempo de poco calor. La cola se da de Resma en Resma; pero se enjuga de Pliego en Pliego; se bate después de compuesto en Resmas, para que esté liso. Y queda con esto hecho el Papel”.
Su fabricación no era exclusiva del molino del hospital. En Leiza, que tuvo en siglos pasados una floreciente industria de fundición de hierro, se levantó alrededor de 1750 en una de las ferrerías un molino papelero por descendientes de la familia de San Francisco Javier. Estos artesanos fabricaron papel “a la forma” hasta los inicios del siglo XIX, acreditando una “marca al agua” que fue muy prestigiosa: Uranga-Leiza.
El 11 de noviembre de 1773, José Antonio Guirior, vecino de Aoiz, obtenía una Real Cédula autorizándole a transformar el taller de curtidos que tenía en fábrica de papel. A mediados del siglo XIX figura inscrita a favor de José Jacinto de Guirior una fábrica de papel e hilados, sita a las afueras de Aoiz, pero no se sabe si se trata de la misma. En ella, la empresa Quintín Monterola y Compañía fabricó papel de barba con la filigrana: escudo de la villa de Aoiz y el membrete de aquella empresa, en los años 1869-1899. Por último, existía una fábrica de pasta de papel en Urriza, junto al río Larráun, en el arranque del puerto de San Miguelcho, pero no quedan noticias escritas.
A principios de siglo funcionaban dos papeleras, una en Villava, y otra en Oroz-Betelu, aprovechando sendos saltos hidráulicos y la proximidad de bosques que suministraban la madera necesaria.
Más adelante se creó una importante fábrica de pasta y papel kraft en Sangüesa con tecnología sueca. Asimismo, en el sector de papeles especiales hay industrias punteras en Leiza (papeles estucados, fintados y auto-copiativos) y Allo (papel tissue). En Tudela se fabrica papel paja y cartones en Villava, Arre e Ibiricu.
Bibliografía
R. García Serrano, El molino de papel del Hospital General de Pamplona, “La imprenta de Pamplona” (Pamplona, 1970).