LASERNA NIEVA, BLAS
LASERNA NIEVA, Blas
(Corella, 3.2.1751-Madrid, 8.8.1816). Músico y compositor. Hijo de cascantino y corellana, Laserna acaso inició en Corella su educación musical que prosiguió en Madrid, a donde pasó a los dieciséis años, ya huérfano de padre. En 1774 estrenó sus primeras tonadillas. En 1776 obtuvo la plaza oficial en la compañía de Eusebio Ribera, a la muerte de Antonio Guerrero, seguridad económica que le permitió dejar el trabajo en la casa del marqués de Montara.
Laserna casó (1773) con María Teresa Adán y Guillorme, tudelana (1749-1795), de la que tuvo tres hijos: Micaela (1777-1844), madrina y protectora de Asenjo Barbieri; Eugenio (1779) y Juan Paulino (1781), ambos oboístas en la Capilla Real. Y, en segundas nupcias, al año y seis días de viudedad, con María Pulpillo y Barco* (1763-1809), granadina que fue alumna suya y a la que dedicó una de sus tonadillas más populares, Los deseos de la Pulpillo (1881). Ésta, que había sido novia del torero Costillares, no le dio hijos.
Laserna vivió años de gloria febril y de actividad inquieta, con altibajos económicos, hasta que la Francesada apartó a la gente del teatro. La Pulpillo fue enterrada de limosna; Laserna -que se había mudado, lejos de los teatros del Príncipe y de la Cruz, a Lavapiés- murió a los nueve días de formular declaración de pobre ante escribano público, y se le hizo “funeral de secreto”.
La plaza que obtuvo en 1776 le reportaba nueve reales por día trabajado y sus obligaciones eran enseñar a los cantantes, ensayar las obras y dar en las representaciones las entradas. Llevaba un mes en el puesto cuando se quejó de que su predecesor cobraba más; también pidió la plaza de copiante, que no logró, si bien lo era antes de 1779, cuando alcanzó el rango de compositor, que incluía los de músico mayor y copiante. En ese puesto recibía 30 reales diarios por tocar el clave, dirigir los ensayos y representaciones y escribir 62 tonadillas anuales. En 1792, cuando acumuló el puesto de compositor en la compañía de Manuel Martínez, cobraba sueldo fijo de 12.000 reales en cada una de ellas. En 1805 se le señalan 3.000 reales por enseñar a 4 ó 6 jóvenes.
Como instrumentista, debió de alcanzar cierta calidad al clave, pues en la casa de la duquesa de Benavente tocaban sonatas, cuartetos y hasta sinfonías de Haydn. Pero su fama y renombre se fundaron en la labor de compositor, y no de música concertante, aunque la escribió (así, un concierto para dos trompas, en 1797), sino de música escénica. El catálogo preparado por Julio Gómez incluye 868 títulos, entre los que figuran dos óperas, La gitanilla por amor y El fígaro, una zarzuela, El premio de la constancia, 70 sainetes, 109 comedias y 863 tonadillas, género en que fue nombre señero.
Para apreciar el peso de Laserna en la historia de la música escénica española es imprescindible precisar el concepto de tonadilla. Ésta no es, como podría pensarse hoy, la canción, romanza o cuplé, acepción de la que deriva la de “tonadillera”, sino la de obra lírico-dramática, dividida en varios aires musicales que a veces se cantan seguidos y en ocasiones con intermedios recitados, y que siempre termina con seguidillas. Su música, aunque basada en los cantos populares, refleja influencias italianas, en especial de la ópera bufa. En los entremeses cantados y en las tonadillas, la letra es mero pretexto para el lucimiento de la música y el baile, que siempre aparecen hermanados en el teatro español.
Laserna es la cima del género, en el que destaca por la inspiración melódica y la raíz popular, así como por el bagaje técnico de la composición. Y así, en las obras de Laserna se dan melodías populares y otras de imitación italiana, tanto en tonadillas para una sola voz, como las de a dúo o mayor número de personajes. En éstas se advierte un progreso evidente, mientras que en las escritas para solo variaron menos, porque, según el propio Laserna, su esterilidad de asunto no permite gran progreso.
La tonadilla practicó virtudes como la naturalidad, gracia y sátira intencionada, reflejo de las clases sociales, en especial las bajas, y defectos como el desaliño de lenguaje, la versificación pedestre, la pobreza cultural y la rudeza de los chistes. Todo ello se advierte en las escritas por Laserna, con cuya muerte se extinguió el género, aunque compositores posteriores se inspirasen en ellas e incluso las glosasen, como hizo Granados en Los requiebros de Goyescas, basados en la Tirana del Trípidi del maestro corellano.
Laserna fue considerado maestro indiscutible del canto español, pero sus iniciativas para asegurar el florecimiento de éste fueron recibidas con desdén. Así, en 1790 solicitó ayuda para sostener una academia que fuese para el canto autóctono lo que la fundada por Andreosi para el italiano, que gozaba de apoyo oficial. Años antes, en 1778, había escrito El majo y la italiana fingida, tonadilla que satiriza el napolitanismo musical y fue uno de sus piezas más difundidas.
Estas decepciones y el ocaso del género que lo encumbró marcaron los últimos años del maestro, que en 1810, seis años antes de morir, se ofreció en el “Diario de Madrid” a dar clase a niños, copiar música y tocar el pianoforte, con poca fortuna.
Bibliografía
José Luis de Arrese, Eduardo Aunós y Julio Gómez, El músico Blas de Laserna, (Corella, 1952). J. Subirá, La tonadilla escénica, (Madrid, 1928-1930), cuatro tomos, La tonadilla escénica: sus obras y sus autores, (Barcelona, 1933).