FERMÍN, SAN
FERMÍN, San
Primer obispo de Pamplona según la tradición. Sin embargo, su culto no consta documentalmente hasta el siglo XII, importado al parecer de la sede episcopal de Amiens, en cuyas letanías figuraba desde el siglo VIII. Los martirologios de la siguiente centuria (Wandalberto, Rábano Mauro, Usuardo) incluyen un santo de ese nombre, mártir de dicha ciudad y, según algunos, su primer obispo, conmemorado el 25 de septiembre. A finales del siglo X o comienzos del XI cristaliza una versión de dudoso fundamento histórico, según la cual el santo era hijo de un senador de la Pamplona romana convertido al cristianismo por San Honesto, discípulo de San Saturnino. Consagrado obispo a los 24 años, habría marchado poco después a evangelizar la Galia y tras predicar en Agen, Clermont Angers y Beauvois, habría sufrido el martirio en Amiens tras bautizar a más de 3.000 personas. La propagación de este relato en el siglo pudo contribuir a que el culto prendiera en la vieja “ciudad” de Pamplona, la Navarrería, como réplica digna y coherente del santo patrono que había dado nombre el nuevo burgo de “francos”. El obispo Pedro de Paris recogió en Amiens las necesarias reliquias y dispuso que la festividad del santo, que ya se celebraba, tuviera igual rango que las de los apóstoles (1186). Posteriormente la celebración y su octava se extendieron a toda la diócesis (1466), pero el santo, venerado en un altar de la catedral, solo era popular en Pamplona. Por entonces se celebraba con más solemnidad otra fiesta en su honor el 10 de octubre y la ciudad pidió y obtuvo del obispo (1591) que se trasladara al 7 de julio para hacerla coincidir con la feria. El culto se intensificó en la primera mitad del siglo XVII, especialmente cuando el clero secular lo contrapuso al de San Francisco Javier, patrocinado por los jesuitas. La querella entre ferministas y javieristas quedó zanjada cuando el Papa proclamó a ambos santos copatronos de la diócesis (1657).