ESTELLA, DIEGO DE
ESTELLA, Diego de
(Estella, 1524 – Salamanca, 1578). Franciscano. Segundo de los once hijos de Diego de San Cristóbal Ballesteros y Eguía y María Cruzat y Jasso, nació en la casa de los San Cristóbal, en la Rúa Mayor de Estella. Su abuelo paterno obtuvo de Juan y Catalina de Albret ejecutoria de hidalguía el año 1495 en la Corte de Navarra; por línea materna se hallaba entroncado con San Francisco Javier, ya que su madre era hija de María de Jasso, hermana del Apóstol de las Indias.
Pasó su infancia en Estella y es probable que cursara sus primeros estudios en la Escuela Municipal de Gramática de su ciudad natal. A los quince años fue a la Universidad de Salamanca. Ingresó en el convento de San Francisco el Grande y vistió el hábito de los frailes menores el 7 de julio de 1541, sin previo conocimiento de su padre, quien envió de Estella a Salamanca a Diego de Arbeiza para hacerle abandonar su determinación, sin obtener resultado positivo alguno: Fray Diego no quiso dar oídos al emisario paterno y huyó de él sin entrar en diálogo. A pesar de su contrariedad, aprobó su padre más tarde la elección del hijo, a quien consta que dejó en testamento 30 ducados de oro viejos. Terminado el noviciado, hizo la profesión religiosa en el mismo convento salmantino, donde todavía residía en 1543.
De su vida en Salamanca apenas quedan noticias. En sus años de estudiante coincidió en el mismo convento franciscano con los padres Alfonso Castro y Andrés Vega, teólogos ambos de Trento.
Se conoce la estancia de Fray Diego de Portugal, a donde se trasladó con su amigo Ruy Gómez de Silva, quien marchó a Lisboa acompañando a la Infanta doña Juana, casada con el príncipe don Juan de Portugal en 1552. Sus biógrafos dan a entender que Fray Diego emprendió este viaje en calidad de confesor y predicador de la Infanta, ya que por esta época figuraba entre los predicadores más famosos de España. En 1554 permanecía en Lisboa, pues a este año corresponde la impresión de su primera obra escrita sobre San Juan Evangelista, editada en la capital lusa y dedicada a Doña Catalina, hermana de Carlos V y Reina de Portugal. En 1562 se hallaba ya en Toledo, donde figura impresa su obra sobre la vanidad del mundo.
“Predicador de Corte”, se firmó Fray Diego en 1570 en una de las ediciones de la misma obra; y lo fue, llamado por Felipe II. Mantuvo una controversia con el obispo de Cuenca, franciscano como él, Bernardo de Fresnada, que había sido confesor de Felipe II, y a quien una relación de la época presentaba como “ambicioso”.
Los hechos ocurrieron entre 1565 y 1569; en ellos queda patente el carácter de Fray Diego, quien no desperdiciaba la más mínima ocasión para corregir, tanto de palabra como por escrito, los vicios principales de la sociedad, sin excluir a magnates, obispos o príncipes. No disimuló el mal ejemplo dado por el obispo de Cuenca, sino, todo lo contrario, lo reprobó con energía y claridad, incluso lo denunció al Papa Pío V, quien llegó a llamar la atención al obispo. Ello hizo que entre los dos franciscanos, Fresneda y Fray Diego, se entablará una querella ante las autoridades de la Orden, de la que salió mal parado el navarro, hasta tal punto de verse obligado a abandonar la Corte y refugiarse en los conventos de Toro y Salamanca. Fray Diego en sus acusaciones aun siendo fiel a la verdad, usó algunos medios incorrectos que le trajeron serios problemas, enviando incluso cartas a Pío V con firmas falsificadas del Regidor de Salamanca, Antonio del Castillo.
En 1573 se encontraba en Salamanca, donde recibió licencia para imprimir sus Enarrationes in Lucam, que tantos disgustos le habían de acarrear. Continuó en la ciudad del Tormes con su actividad de predicador. A esta época pertenece su relación con Santa Teresa de Jesús que le encomendó el sermón para la inauguración del convento carmelitano reformado de Salamanca. Al mismo hecho se refiere en el libro de “Las Fundaciones”.
En 1575 dio inicio para Fray Diego el acontecimiento más amargo de su existencia, en el enfrentamiento con la Inquisición a raíz de la publicación de sus Enarrationes. Con los primeros ejemplares puestos a la venta, el Santo Oficio prohibió su circulación, y en Sevilla, decomisó 600 de ellos. Se prestó Fray Diego a todas las aclaraciones y correcciones que le sugirió el tribunal, que no le acusaba de errores teológicos, sino de cierta desenvuelta brusquedad en la exposición, con lo cual podía inducir a los lectores al error. Preparó una segunda edición en 1578 con la misma suerte, con lo cual se vieron entenebrecidos los últimos meses de vida del ilustre navarro. También fueron molestados por el rigor inquisitorial varios ilustres contemporáneos de Fray Diego, como Fray Luis de León, San Juan de la Cruz y el navarro Bartolomé de Carranza. A este respecto, el 24 de noviembre de 1560, el joven fraile estellés, de 30 años, testificó contra su paisano mirandés, del cual tenía noticias indirectas, ya que la declaración arrancada a Fray Diego se refiere a que “estando en Pamplona por el mes de agosto del dicho año de 1560, oyó decir al P. Guardián de San Francisco, fray Francisco de Iribarne, que éste había oído predicar en Tafalla al Rvmo. P. Bartolomé de Carranza, Arzobispo de Toledo, dos proposiciones heréticas: una contra el uso de la Iglesia de hacer oración a los Santos y otra, tan mala y escandalosa, que no quiso decirla Fray Diego.
No conoció el franciscano de Estella el fallo de la Inquisición, ni el éxito de sus Enarrationes, que desde luego no figuraba entre las más conocidas de sus obras, pues falleció el año 1578, probablemente el 1 de agosto.
Por la categoría de sus escritos se cuenta Fray Diego entre los principales autores místico-ascéticos del Siglo de Oro español. Escribió sus libros en castellano y en latín. Figuran el Tratado de la vida y excelencias del glorioso evangelista San Juan (Lisboa, 1554); el Libro de la vanidad del mundo (Toledo, 1562), tuvo un gran éxito en vida del mismo autor; del mismo se conocen hasta 26 ediciones en castellano, 15 en latín, 8 en francés, 7 en alemán, 5 en inglés, 2 flamencas, 2 en árabe, 3 holandesas, 1 bohemia, 1 en eslavo, 1 polaca y 1 en mejicano; las Meditaciones devotísimas del amor de Dios (Salamanca, 1576), fueron calificadas por Menéndez Pelayo como “braserillo de encendidos afectos” y por Ricardo León “centellas de franciscana ternura”; su aparición coincidió con el proceso inquisitorial, y de las mismas se conocen 12 ediciones en castellano, 5 en latín, 4 en italiano, y una en cada una de las lenguas francesa, alemana, inglesa, polaca, holandesa y flamenca.
Dejó dos obras escritas en latín, las controvertidas Enarrationes in Evangelium secundum Lucam, (Salamanca, 1575), de las que se conocen 22 ediciones, y la Rethorica, seu modus concionandi (Salamanca, 1576), que en la mayoría de sus 12 ediciones va acompañada de otra obra suya, escrita comentando el salmo Super flumina Babylonis.
Bibliografía
P. Sagüés Azcona, Fray Diego de Estella (Madrid, 1950); T. Moral, Fray Diego de Estella, en “Temas de Cultura Popular”, n.° 113 (Pamplona, 1971); A. Pérez Goyena, Contribución de Navarra y de sus hijos a la historia de la Sagrada Escritura (Pamplona, 1944); Fray Diego de Estella y su IV Centenario (Barcelona, 1924); J. Goñi Gaztambide, La toma de hábito de Fray Diego de Estella, en “Príncipe de Viana”, n.° 28, p. 399-400 (Pamplona, 1947).