ESTELA DISCOIDEA
ESTELA DISCOIDEA
Monumento funerario en piedra, formado por un disco y un pie más o menos trapezoidal que, clavado sobre la tumba, se erigía en recuerdo de un difunto. Los menhires antropomorfos pueden ser su antecedente inmediato. Las diferentes denominaciones que recibe en lengua vasca, “gizona” (el hombre), “Kurutzeburubeltza” (la cruz de cabeza negra) y “harri-gizona” (el hombre de piedra), avalan la hipótesis generalizada del valor antropomorfo de estas piezas. Algunos ejemplares muestran con fuerza esa tendencia (San Martín de Unx).
Su distribución geográfica es amplia, ya que se han encontrado desde el Oriente Medio y región Caucásica a Escandinavia y Gran Bretaña, pasando por el norte de Italia. Está bien representada a ambos lados del Pirineo y también en la Península Ibérica: Cantabria, Asturias, Meseta Castellana, Andalucía y Portugal, además de la región vasco-navarra. Incluso llegó la estela discoidea a Terranova, fruto de la colonización vasca del siglo XVI.
En Navarra falta una catalogación sistemática de estos monumentos, aunque son casi 700 los ejemplares publicados. La primera noticia sobre estelas navarras se debe al P. Tomás de Burgui, en 1774, al aludir a la estela de Errotabidea (Goñi) -hoy en el Museo de Navarra-, que según la tradición “representa el acto del asesinato de Teodosio a sus padres” y “se puso en el lugar para conmemorar el suceso”. El mapa de dispersión indica una mayor concentración en el ángulo NE de Navarra, en concreto en los valles de Erro, Arce, Roncal y Salazar y en la Zona Media oriental: Valdorba, Lónguida y Cuenca de Pamplona. De menor intensidad, pero de gran interés, son los hallazgos de la Navarra Media Oriental y Navarra Húmeda del NO; la Ribera es la que registra menos ejemplares, alguno descubierto ya hace tiempo, como la de Santacara, y otros de reciente catalogación como los de Tulebras, Murillo el Cuende y Beire que hacen suponer nuevos hallazgos en el futuro.
Aunque se considera que la mayor parte de las estelas discoideas son medievales, sólo el 29% de las navarras han podido datarse, destaca el considerable número de ejemplares antiguos de tradición celta (la de Amescoazarra), ibérica (Liscar, Arazuri, algunas de Soracoiz en Guirguillano…) y de época romana y paleocristiana (Alsasua, Eulate, otras de Soracoiz…). También se han datado ejemplares en la Alta Edad Media (Espinal, Lanz, Ujué), de estilo románico y gótico y otros bajomedievales y modernos. Aunque la estela es fruto de una tradición funeraria arraigada, sobre todo en la Montaña, se han perfilado como principales causas de su decadencia y desuso en Navarra: la disposición del Papa Gregorio IX, a mediados del siglo XIII, de dar libertad a los fieles para enterrar en el interior del templo, hasta entonces privilegio de determinadas clases; y el desarrollo de villas muradas, entre los siglos XIII-XIV, con la consiguiente reducción de terrenos en torno a la iglesia.
El campo decorativo preferente es el anverso y reverso del disco, aunque no falte algún ejemplar en que la ornamentación se extiende por el pie (Peña) y el canto (Iranzu). Desde el punto de vista técnico, el procedimiento más empleado en la decoración es el bajorrelieve por la técnica de grabar el contorno y rebajar el campo externo (“champlevé”), para que destaque el motivo. En ocasiones se rebaja tanto el entorno que el resultado es un altorrelieve como sucede en la de Arazuri y alguna más de San Martín de Unx. La inscultura, en que los motivos esculpidos quedan en un plano inferior a la superficie del resto del disco, es rara. La incisión o grabado simple, procedimiento dado por antiguo, aparece como técnica única en estelas de Lepuzáin y Moriones; sin embargo, la incisión combinada con bajorrelieve y grabado abiselado es muy frecuente en las estelas medievales. Entre las estelas navarras hay obras de gran dominio técnico, pero la mayor parte son trabajo de artistas populares que copian los motivos de modelos ya vistos, o se inspiran en los motivos representados en los monumentos arquitectónicos que les rodean. Su gran mérito radica en la elección de motivos y la disposición de los mismos, junto a la fidelidad a una serie de ritos y prácticas funerarias* tradicionales para mantener el recuerdo de los antepasados. El artista repetirá emblemas ya carentes del significado primitivo pero que ve en su entorno y le son familiares. Esto explica que se hayan transmitido adornos usados por los romanos e incluso copiados por estos del Oriente. Los motivos más frecuentes en las estelas navarras son los vegetales: roseta de varios pétalos; geométricos, algunos con valor religioso-mágico como las estrellas de cinco y seis puntas y el círculo; cruces variadas, en muchos casos inspiradas en las monedas en curso: cruz latina, griega, la de Malta …; anagramas de Cristo: como el I H S con localización concreta en los valles de Aézcoa, Arce, Salazar y Roncal. Menos frecuente es la figura, ya sea divina, humana o animal, pero se dan buenos ejemplos (San Martín de Unx, Arazuri, Aralar, Tierra Estella). También se representan objetos que parecen aludir a la actividad del inhumado: rueca, arados, podaderas, herramientas de carpintero, forjador o la suela de un zapato de peregrino (en una curiosa estela de Estella, Museo de Navarra). Para Duvert y Zubiaur la decoración en las estelas imita con frecuencia el fenómeno de irradiación solar. Los adornos se disponen alrededor del centro del disco como en una continua expansión con cantidad de efectos ópticos de claroscuro. Las estelas tratarían de evidenciar, en su mensaje simbólico, la supervivencia del alma del difunto.
El material más empleado es la piedra que predomina en su entorno geográfico. Faltan trabajos sobre posibles talleres o escuelas. En Navarra predominan las labradas en arenisca. Sólo en áreas calizas como Améscoa o Cinco Villas están ejecutadas en este material. De modo excepcional se empleó granito y pizarra en Valcarlos. Las dimensiones medias de la estela navarra se han fijado en torno a los 40 cm de diámetro del disco, 16 cm de espesor, 66 cm de altura y un peso de 50 a 60 Kg.
Bibliografía
“Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra” [] (Pamplona), [trabajos de Labeaga, Leizaola, Otegui, Satrústegui, Urrutia, Villar, Zubiaur etc]; E. Frankowski, Estelas discoideas de la Península Ibérica (Madrid, 1920); G. Manso de Zúñiga, Museo de San Telmo, (San Sebastián, 1976), p. 34-71 y 257-263; F.J. Zubiaur, Distribución geográfica de la estela discoidea en el estado actual de su catalogación, “”, núm 32 (1979), p. 373-376; Investigación de la estela discoidea en Navarra. Historiografía y Bibliografía (1774-1979), en “Homenaje de la Universidad de Navarra a José Miguel de Barandiarán” (Pamplona, 1980), Eunsa, p. 167-193; y Las estelas discoideas en Navarra. Análisis de sus principales aspectos característicos, de “Gran Atlas de Navarra” (Pamplona, 1985).