ESMALTES
ESMALTES
Barniz vítreo que por medio de la fusión se adhiere a la porcelana, loza, metales y otras substancias elaboradas. Por extensión se denomina así cualquier objeto cubierto o adornado de esmalte.
Navarra reúne un buen conjunto de ejemplares, en su mayoría de la Edad Media, que constituyen parte importante de su tesoro artístico. Estos han sido realizados con distintas técnicas. La primera de ellas es la llamada campeado o “champlevé” en la cual la lámina de metal se excava creando unos huecos que se rellenan con la pasta; entre hueco y hueco discurren unas estrechas cintas de metal que constituyen el dibujo. Esta técnica se empleó sobre todo en las manufacturas de Limoges y Silos. Los esmaltes “translúcidos” adquirieron su máximo esplendor en la época gótica. La materia vitrificable se aplica sobre láminas de metal en las que han sido previamente grabados con el buril todos los detalles que constituyen la figura, a distintos niveles. De esta manera al cubrirse con la pasta, el esmalte adquiere distinto grosor según zonas, resultando un colorido con hermosas diferencias de claroscuro e intensidad. A mediados del siglo XV se inicia la técnica de los esmaltes pintados, que en realidad es una variante del proceso anterior.
Obra señera de las artes suntuarias románicas es el Retablo de San Miguel in excelsis, en Aralar, el ejemplo más notable de antipendio de altar cristiano. Su estructura, decoración y temas de decoración arquitectónica entroncan con lo silense, pero el esmalte en sí contacta con la obra de Limoges. Su mayor novedad es la invasión total de los fondos por los temas vermiculados. El frontal se organiza con dos pisos de arcadas de medio punto bajo las que se alojan los tres Reyes Magos de la Epifanía, La Virgen, el Ángel y San José y seis apóstoles, que flanquean la gran placa central de la Virgen con el Niño en una madorla polilobulada. Completan la iconografía el tetramorfos y cuatro apóstoles más de inferior tamaño, que se sitúan en el remate del altar. Todas las figuras, de señorial porte, presentan la cabeza en relieve y van ataviadas con túnicas y mantos esmaltados. Medallones, gemas y placas de cobre de fina labra completan el conjunto. La pieza debió realizarse entre los años 1175 y 1185 bajo el reinado del monarca ancho el Sabio y la mitra del obispo don Pedro de Artajona, “el Parisino”. Debió ejecutarse en Pamplona, donde se habría reunido un cosmopolita equipo que contaría con un diestro maestro esmaltador venido de Limoges. El frontal fue restaurado en 1765, momento en el que se transformó su estructura originaria. Tras el robo y despedazamiento cometido en 1979, y posterior recuperación de las piezas, el retablo se limpió y volvió a restaurar, si bien todavía faltan un Rey Mago y un medallón.
El Camino de Santiago puede explicar la existencia de un relevante conjunto de piezas del tipo limosín fechables en torno al 1200, que la crítica moderna adjudica a las cuadrillas de esmaltadores itinerantes. La arqueta eucarística de Fitero, quizá un antiguo sagrario colgado, presenta un estilo románico retardatario. Es de pequeñas dimensiones y constituye un sencillo cubo de patas rectas y cubierta piramidal a cuatro vertientes que culmina en esfera rematada en cruz. Todos los frentes de la caja y su tapa aparecen decorados con esmaltes campaneados con figuras de ángeles de alas extendidas en unos y plegadas en otros. En el frente anterior de la pieza se representa en relieve a Cristo Crucificado entre la Virgen y San Juan y dos pequeños bustos. Sobre ellos Dios Padre bendiciendo. Como color fundamental de ésta y las restantes obras de tipo limosino se emplea el azul de cobalto, en los fondos y sobre él verde y marrón, todos conjugados en tres tonos, con ligeros toques de blanco. Sencillas cenefas de motivos geométricos enmarcan las figuras. De la misma cronología, técnica y estilística es la píxide de Esparza de Galar, cuya función era la de contener el Santísimo. Ofrece una traza muy sencilla, un simple cilindro con tapadera cónica que remata en esfera y cruz plana. La superficie aparece dividida en campos lobulados, en los que sobre el esmalte azul se recortan ángeles. Aquí se ha abandonado totalmente el relieve. Flores esquemáticas complementan el conjunto. Piezas muy semejantes se conservan en el Museo de Cluny de París. La Virgen de Jerusalén, procedente de la Basílica de Nuestra Señora de Artajona, es una bella imagen de bronce dorado y esmaltado, única en la orfebrería medieval navarra. Presenta un orificio abierto en la espalda que la convierte en Virgen relicario, y por la disposición del basamento, con las patas arqueadas y perforadas, parece que pudo ser una Virgen de las Batallas, que se llevaba a la guerra en el arzón del caballo. La Virgen aparece como Sedes Sapientiae, trono de la sabiduría. Sentada, lleva al Niño en su regazo; ambos constituyen un rígido e hierático conjunto propio de la estética románica. María viste túnica lisa y manto ribeteado de turquesas, decorado con una retícula de rombos que albergan medias lunas grabadas a buril. Jesús bendice con la mano de derecha y sostiene el libro con la izquierda. Se cubre con túnica lisa, sobrepelliz con rombos y círculos orlados de turquesas y manto corto liso. Los dos portan coronas con gemas. La Virgen va calzada, pero el Niño no. Los rostros presentan mirada profunda con ojos negros de esmalte, dulcificada por rasgos suaves y una incipiente sonrisa. De gran interés son el trono y la peana, cubiertos de esmaltes “champlevé”, que en los paños laterales representan a dos apóstoles y en el respaldo el Sacrificio de Caín y Abel. Las figuras, elegantes y estilizadas, preludian el gótico. Su origen es controvertido, habiendo quiénes lo sitúan en Limoges y quiénes lo sitúan en la península, sin olvidar la figura del artista itinerante.
El gótico también ha dejado varios ejemplos esmaltados, como el relicario del Santo Sepulcro gótico francés de la segunda mitad del siglo XIII, que guarda la Catedral de Pamplona. Está realizado en plata y cobre dorado con esmaltes opacos de gran colorido (verde, azul turquesa, rojo, amarillo y blanco) sitos en los rosetones de la arquitectura y en el fondo de la inscripción “de sudario dominy”, que está en el interior del sepulcro que contiene las reliquias del Santo Sudario. Pieza tristemente desaparecida, es el báculo episcopal del Obispo de Patrás de la Parroquia de San Pedro de Estella, llegado allí en 1270. Es de cobre dorado a fuego y esmaltado en estilo campeado. La parte del astil está decorada con un bonito rameado y pequeños reptiles. La macolla está igualmente esmaltada. De ella surge la figura de un reptil que constituye el mango, cubierto de escamas y que se curva aprisionando a otro animal, encerrando sin duda una significación emblemática.
Papel primordial juegan los esmaltes traslúcidos que recubren el basamento y los frentes del templete del relicario del lignum crucis de la Catedral de Pamplona, en la decoración del mismo. Sobre los fondos azules salpicados de flores de lis, se disponen las figuras, lineales, de correcto dibujo, con brillante policromía de azules, verdes y rojos. En los lóbulos de la base del relicario se plasman diversas escenas de la Pasión de Cristo y bajo las arcadas de los frentes, se reproducen figurillas de apóstoles. El estilo de estos esmaltes, de gran destreza técnica y bello colorido, relacionan esta pieza con obras francesas del siglo XIV. A mediados de la misma centuria se realizó en Montpellier, cuyo punzón es visible en el marco de la pieza, el llamado ajedrez de Carlomagno (Museo de Roncesvalles). Consiste en un relicario múltiple de plata dorada con esmaltes traslúcidos, de estructura rectangular que se organiza en siete hiladas horizontales, articuladas por diversas casillas para reliquias que alternan con placas figurativas de esmalte, que reproducen un complejo programa iconográfico referido al Juicio Final y la Redención. Sirve de marco al conjunto una orla de personajes, santos y profetas, bajo arquerías góticas. Otra importante pieza gótica se labró en ramplona el año 1394, por encargo directo del monarca don Carlos III el Noble. Se trata de un hermoso cáliz de plata dorada decorado con finos esmaltes traslúcidos. Éstos ocupan los campos romboidales que adornan el nudo, con las armas del rey, y la superficie polilobulada que decora la base, con la imagen sedente de Cristo bendiciendo. Su autor fue Ferrando de Sepúlveda, platero de origen castellano, si bien el autor de los esmaltes conocía sin duda lo francés.
Las obras de esmalte del siglo XVI que han perdurado hasta nosotros son escasas; la documentación tampoco es abundante. Sin embargo, un magnífico ejemplo lo constituye el pequeño retablo esmaltado de Roncesvalles, realizado con la técnica del esmalte pintado, en cuya aplicación sobresalieron los talleres de Daroca. Sobre un bastidor rectangular, varios listones construyen 12 espacios rectangulares, ocupados por 12 composiciones esmaltadas que rematan en un ático piramidal con la figura del Padre Eterno. La iconografía desarrolla un completo ciclo de la Pasión de Cristo, desde la última cena hasta la Resurrección. Las composiciones agrupan a multitud de figuras, y el colorido es amplio a base de grises, rojos, azules, amarillos, blancos y oros muy matizados. Esta misma técnica se empleó en el porta paz de guarnición metálica con la historia del Calvario de la Parroquia de Ulzurrun en el valle de Ollo.
Bibliografía
S.Alcolea, Artes decorativas en la España Cristiana. Ars Hispaniae XX. (Madrid 1975) p. 267-268. C. Heredia Moreno y M. Orbe Sivatte, Orfebrería de Navarra, Edad Media (Pamplona, 1986) p. 5 y 19. M. M. Gauthier, El retablo de Aralar y otros esmaltes navarros. (Pamplona, 1982). T. Biurrun Sotil, El arte románico en Navarra. (Pamplona, 1936) p. 688 y 701-707 y La escultura religiosa y Bellas Artes en Navarra durante la época del renacimiento (Pamplona, 1935), p. 470-471. V. Juaristi, Más sobre el retablo de Aralar en “Príncipe de Viana” (1947) p. 147-157.