EPIDEMIA
EPIDEMIA
Enfermedad que por alguna temporada aflige a un pueblo o comarca.
Buena parte de las crisis de mortalidad* tuvieron su causa, directa o indirectamente, en enfermedades epidémicas. La “peste” fue, de todas ellas, la más temida, por la rapidez con que se propagaba y la virulencia con que afectaba al cuerpo social. Pero hubo otras enfermedades epidémicas no menos importantes, aunque peor conocidas, como el tifus, la viruela o la malaria.
El más famoso de los ataques medievales de peste, “la Peste Negra”, se produjo mediado el siglo XIV (1348) y sus efectos en Navarra, prolongados durante decenios en ataques recurrentes, fueron catastróficos, sobre todo en la zona meridional.
Las pestes mejor documentadas del siglo XVI son las de 1564-1566 y la de 1599-1601. En el primer caso, como es propio de una enfermedad endémica entonces en el mundo mediterráneo, el contagio vino de Aragón, remontando el valle del Ebro. En 1564 el Consejo Real tomó medidas para aislar el reino de todo contacto con las regiones afectadas, única medida profiláctica que resultaba eficaz. Sin embargo, parece que llegó a prender en algunos pueblos de las merindades meridionales durante el invierno de 1564-1565. Pamplona padeció el contagio en el otoño de 1566 y, quizás en este caso, la enfermedad vino de Castilla.
La más conocida de las epidemias de peste, la de finales del siglo XVI, llegó a Navarra desde el norte. El contagio, que había prendido en Santander en diciembre de 1596, se difundió rápidamente en todas direcciones. A pesar de las medidas de aislamiento dictadas por el Consejo, especialmente dirigidas a los valles limítrofes de Larráun, Araiz, Burunda y Améscoas, la peste llegó dos años después. Parece que fue una mujer de Oñate la que llevó la enfermedad a la ciudad de Estella, en marzo de 1599, de donde se extendió en todas direcciones. No parece que la peste de 1599-1601 fuese general en toda Navarra. Probablemente afectó sobre todo a las comarcas más septentrionales y occidentales, y en especial a los núcleos más poblados (Pamplona, Estella, Viana, Puente la Reina). Tampoco parece que, a pesar del temor que suscitó, alcanzase las características catastróficas que tuvo en Castilla.
La crisis epidémica más grave de los siglos XVII y XVIII fue la de 1631. Una serie de pésimas cosechas en los años 1629-1631 hicieron que los precios de los cereales se mantuviesen anormalmente elevados, alcanzando en el verano de 1631 el máximo: cuatro veces el precio medio de la década precedente. La enfermedad acompañó al hambre, bien porque tuviera en él su origen, como ocurría ese mismo año en buena parte de la España interior, bien porque propiciara la difusión de la peste que, proveniente de Francia, asolaba la Corona de Aragón. La mortandad fue muy intensa en los meses de verano y de otoño de 1631 en casi todo el reino, aunque probablemente la Ribera y la Zona Media fueron las comarcas más afectadas. En una muestra de diez parroquias de la merindad de Estella, el índice de “sobremortalidad” de adultos fue de 585, cuando el promedio de las restantes crisis de mortalidad del siglo fue de 316.
La peste mediterránea de 1647-1652, que tan graves daños causó en la Corona de Aragón y en Andalucía, no llegó a penetrar en Navarra, salvo el contagio de algunos pueblos de la merindad de Tudela (Cintruénigo, Cascante, Buñuel. Probablemente fue el último contagio de “peste” que se sufriese en el reino. Las fuertes crisis de mortalidad de los años 1699-1700, 1711 (la más mortífera del siglo XVIII), 1760-1761 y 1768, ligadas a carestías alimenticias, debieron ser consecuencia de otros agentes. La gran mortandad de los años 1794-1795, por ejemplo, fue provocada por el tifus, que trajeron consigo las tropas francesas del ejército invasor de la Convención
Bibliografía
E. Orta, Nuevas aportaciones al estudio de las pestes en Navarra. (1) La epidemia de 1597-1602, (II) Siglos XVI y XVII, “Príncipe de Viana”, XLI y XLII (1980 y 1981), p. 135-140 y 39-51; A. García-Sanz y M. A. Zabalza, Consecuencias demográficas de la Guerra de la Convención en Navarra, La crisis de mortalidad de 1794-1795, “Príncipe de Viana”, XLIV (1983), 63-87.