DESAMORTIZACIÓN ECLESIÁSTICA
DESAMORTIZACIÓN ECLESIÁSTICA
En Navarra, la desamortización de los bienes de la Iglesia comenzó en 1798, que es cuando Carlos IV (VII en este reino) adoptó las primeras disposiciones de esa naturaleza. Sin embargo, también como en el conjunto de la monarquía, es en 1836 cuando se toman -por Mendizábal primero, luego por otros gobernantes- las medidas que llevarán a la nacionalización y posterior enajenación en subasta de casi todos esos bienes.
En casi todas partes -y también en Navarra- el volumen mayor de ventas se llevó a cabo entre 1838 y 1851; primero -en 1838 mismo- comenzaron a venderse los bienes de las órdenes religiosas; en 1841 los del clero secular, y en 1847 los de la orden de San Juan de Jerusalén. El concordato de 1851 paralizó el proceso, que se reanudaría en 1863 y terminaría casi con el siglo.
En Navarra las desamortizaciones eclesiásticas tuvieron menos importancia que en la mayoría de las demás regiones españolas, porque los bienes de la Iglesia eran pocos: suponían en el 3,86 por ciento del terreno cultivable del reino. De todas formas el efecto que tuvieron -siendo pequeño- siguió las mismas tendencias que en el resto de la península y que en buena parte de Europa: favorecieron la concentración de la propiedad en manos de los terratenientes más ricos; aunque una parte pequeña fue a parar a los campesinos.
Entre 1838 y 1851 (cuando se enajenó la mayor parte), compraron los predios 351 personas, de las cuales -a tenor de los datos que elaboró Donézar- únicamente 17 residían fuera de Navarra: 15 en Madrid, uno en Alfaro y otro en Irún; pero de manera que entre aquellos quince figuran algunos de los que adquirieron las fincas mejores y más caras. De los 334 restantes, vivían en Pamplona y en Tudela más de la tercera parte, que, igualmente, tendieron a hacerse con las propiedades más valiosas. La extracción principalmente urbana de los compradores queda patente al observar que, en total, los que residían en estas dos ciudades navarras o en Estella, Tafalla o Corella sumaban 146 de los 351.
Aunque la relativa pequeñez de la extensión que se enajenó no permitió que se modificara la estructura de la propiedad, las ventas -aun pequeñas- influyeron en suma en un cierto reforzamiento de las posiciones de la burguesía terrateniente en el campo navarro.