CHACOLÍ
CHACOLÍ
Vino ácido con una fuerza alcohólica que nunca sobrepasa los diez u once grados, producido antiguamente en el área submediterránea navarra, coincidiendo con las cuencas prepirenaicas. La proximidad de la montaña, la mayor duración del invierno y una precipitación media anual por encima de la registrada en la Ribera condiciona la elaboración de vinos de mediocre calidad, a causa de una mala maduración del racimo.
La cuenca pamplonesa, hoy eminentemente cerealista y sólo salpicada por pequeñas viñas colgadas en carasoles, tuvo en otros tiempos un importante viñedo. Pamplona estaba rodeada hasta no hace muchos años por un cinturón de viñedos, divididos en pequeñas parcelas, que suponía casi un tercio de las tierras cultivadas en el siglo XIX. Se sabe que en el siglo XVI muchas de estas viñas pertenecían no sólo a viticultores especializados, sino también a comerciantes y pequeños artesanos que encontraban en la producción de vino un medio de equilibrar la precaria economía familiar. Todos los pueblos de los alrededores como Ansoáin, Olza, Egüés y otros tenían excedentes y los habitantes de Villava no tenían otra actividad que la viticultura.
Como el vino era de buena calidad, el hostal del rey lo importaba de Puente la Reina, Mañeru y Mendigorría. No fue el único en importar, por ello Pamplona obtuvo de Carlos III el Malo en 1365 unas leyes muy severas contra la entrada de vino. Los pamploneses podían introducir las uvas de su propiedad y de la zona denominada el “Cocinado”, que en 1520 abarcaba docena y media de pueblos de la Cuenca.
Los privilegiados intentaron el derecho de importar vino del resto de Navarra para su consumo. La Catedral de Pamplona gozó de este privilegio desde el siglo XV. Ya en el XVI el Cabildo llegó a un acuerdo con los regidores de la Ciudad, fijando las cantidades que cada miembro del Cabildo podía introducir en la ciudad. En 1537 el Virrey autorizó la entrada de 2.500 cántaros de vino y unos años más tarde, en 1552 se organizó la “Taberna de la gente de guerra”. El vino destinado a ella debía entrar por la Puerta de San Nicolás y no podía ser vendido más que a militares. Más tarde se abrió una segunda taberna en la Ciudadela y en el siglo XVII se le unieron otros dos: la de la Plaza del Castillo y la del molino de la Pólvora. En 1665 se creó la Junta de “Privilegio del vino”.
Las medidas destinadas a proteger el viñedo local siguieron en vigor y fueron recordadas en 1826. Debido a las dos guerras carlistas, el control de las puertas de la ciudad impidió en lo que cabe el tradicional contrabando nocturno, que fundamentalmente se hacía desde la vecina Cordovilla, verdadero puerto franco de los vinos destinados al consumo de las gentes de guerra. Las viejas ordenanzas prácticamente desaparecieron por sí solas, cuando en 1886 apareció una enfermedad de la viña, el mildiu. Por ello, se abandonó en gran parte la viña, que se sustituyó por los cereales.
El inicio del siglo XX constituyó un desastre para los viticultores, ya que la filoxera, que había penetrado por Galicia en 1882, llegó a Navarra y acabó prácticamente con el viñedo. En la Cuenca de Pamplona pocos viticultores volvieron a plantar viña con pie americano, por lo que los cereales se apoderaron prácticamente de toda su extensión.
Durante siglos, la menguada condición del chacolí de Pamplona y su Cuenca, que originó la negativa de los militares y clérigos a tomarlo, ha sido motivo de discusiones y roces, trampas y contrabandos, privación de franquicias y en definitiva de toda aquélla picaresca que produjo sobresaltos, disgustos y también grandes fortunas.
Aunque todavía se siguen cosechando, los chacolingorris de calidad, como los que se hacían en Unciti e Izagaondoa y sobre todo los blancos de Villava, que dieron lugar a un excelente champán, han desaparecido.