CRECIDA FLUVIAL
CRECIDA FLUVIAL
Incrementos del volumen de agua, generalmente de escasa duración y carácter excepcional, que superan los valores normales de la época en que acontecen; se consideran como tales aquellos caudales que superan tres veces el módulo anual. El mayor número de días se registra en aquellos ríos cuyas cabeceras drenan la vertiente meridional de la divisoria atlántica-mediterránea desde el Araquil hasta el Arga. En ellos, el promedio oscila entre 10-12 crecidas/año. El Arga, como colector de todos ellos, aun en su tramo final (Peralta) registra una media de 8 crecidas, que suponen una frecuencia superior a la que se observa en las cabeceras de los ríos Pirenaicos. Tanto el Erro, Irati, Salazar como el Esca tienen una media de 7 crecidas/año, salvo en el tramo inferior de este último en donde se alcanza el valor 8. El Aragón presenta una media de 6 a su paso por Yesa y la reduce a 5 en Caparroso, sin duda influida por el efecto amortiguador que supone el embalse de Yesa. El Ega registra el menor número de crecidas de todos los ríos de la vertiente mediterránea: en Estella tiene una frecuencia de 5, reducida a 3 en Andosilla. Aparte de que los datos de alguno de sus aforos son muy dudosos, cabe pensar que el acuífero de Urbasa-Andía tiene un gran papel regulador. El mismo Urederra, afluente de su curso superior y alimentado por el citado acuífero, tiene tan sólo una media de 6 crecidas/año. En los prepirenaicos Cidacos y Onsella la frecuencia anual es de 5 y 8, parecidas a las del Alhama y Queiles que registran una media de 5 crecidas/año. El Ebro, a su paso por Mendavia tiene una media de 3, que incrementa a 5 en Castejón después de recibir la totalidad de los ríos navarros de esta vertiente caracterizados por una frecuencia mucho mayor. Tanto el Bidasoa como el Urumea tienen escaso número de crecidas (6 y 4 anuales, respectivamente) a pesar de sus reducidas cuencas, debido fundamentalmente a las regulares precipitaciones que caracterizan el clima oceánico. En el curso alto del río Arga afectan a un total de 40 días, para reducirse a 22 cerca de su desembocadura. En los pirenaicos el número de días oscila entre 20 y 28, aumentando a 35 en el curso inferior del Irati (Liédena). El Aragón, a su paso por Yesa, registra una media de 23 días, que reduce a 22 en Caparroso. En el Ega (Andosilla) la media es de 27 días de crecida el año. El Cidacos y el Onsella presentan una media de 34 y 64 días y disminuyen a 39 tanto el Alhama como el Queiles. Las razones que justificaban el incremento del número de crecidas en el Ebro a su paso por Navarra explican también que el número de días de crecida pase de 7 en Mendavia a 26 en Castejón. En los ríos de la vertiente cantábrica estas mismas condiciones se repiten durante 24 días al año.
Al relacionar el número de crecidas con su duración se obtiene una duración media por crecida. Estas son de 4-5 días en la cabecera del Arga y de 3 en su curso bajo. En la zona pirenaica, cada crecida presenta una duración media de 2-3 días, hasta un máximo de 5 días en el Irati a su paso por Liédena. El Aragón en Caparroso mantiene la media de 4 días/crecida que ya registra en Yesa, y el Ega incrementa los 4 días de duración en Estella a 9 en Andosilla. En el Cidacos y Onsella duran 7-8 días por término medio, y en el Alhama y Queiles entre 5 y 6. El Ebro pasa de una media de 3 días en Mendavia a 5 en Castejón. En la vertiente cantábrica (Bidasoa y Urumea) su duración media es de 4-5 días. La distribución anual presenta un máximo durante los meses invernales y primaverales: fundamentalmente invernales en todos aquellos que forma la red al oeste del río Arga (incluidos los de la vertiente cantábrica) debido a la mayor influencia oceánica en esta zona; fundamentalmente invernal-primaveral en los pirenaicos debido a las importantes precipitaciones de la primera época y a la fusión nival durante la segunda. Tanto en los prepirenaicos como en los que proceden de la Cordillera Ibérica, la frecuencia máxima tiende a darse en la época equinoccial. En el Ebro las más voluminosas son las invernales como consecuencia del régimen de lluvias asociadas a borrascas persistentes que afectan tanto a su cabecera como a los ríos navarros más occidentales. El conjunto de la red registra todos los años un número bastante similar de crecidas, salvo en los ríos pirenaicos incluido el Aragón. Éstos presentan una distribución interanual bastante elevada, pues frente a años con pocas crecidas, otros están caracterizados por muchas. Estas crecidas, fundamentalmente de época fría, también pueden darse en verano y normalmente se deben a flujos perturbados del SO y a fenómenos de tipo tormentoso. Pero su frecuencia no supera el 4-5% de las anuales. Las mayores crecidas registradas durante el período 1944-1971 dan un caudal máximo instantáneo de 409 m3/s en el Ega (Andosilla), de 2.049 m3/s en el Arga (Peralta), de 952 m3/s en el Irati (Liédena), de 2.320 m3/s en el Aragón (Caparroso) y de 4.950 en el Ebro (Castejón). En el Alhama y Queiles, muy aforados en cabecera, se han alcanzado los 70 y 26 m3/s. Cabe pensar que en sus cursos bajos, al ampliarse la cuenca vertiente, los valores de crecidas máximas hayan sido muy superiores. En la vertiente cantábrica, el Bidasoa y Urumea han tenido crecidas de 1.100 y 518 m3/s, respectivamente.
En función de los caudales máximos observados a lo largo de los citados años pueden predecirse, a través de la distribución de Gumbel, los caudales de crecida que cabe esperar para distintos períodos de tiempo. Al analizar el período de retorno de 5 años se deduce una probabilidad del 80% de que el río Ega (Andosilla) tenga al menos una crecida que iguale o supere los 320 m3/s, en el Arga (Peralta) los 850 m3/s, en el Aragón (Caparroso) los 1.075 m3/s, en el Ebro los 750 m3/s en Miranda y 3.300 m3/s en Castejón. Para un período de retorno de 50 años, y con una probabilidad del 98%, los caudales que se pueden dar o superar al menos una vez son de 530 m3/s en el Ega, 1.455 m3/s en el Arga, 1.957 m3/s en el Aragón, 1.497 m3/s en el Ebro en Miranda, y 5.276 m3/s en el Ebro, en Castejón.