CLAUSTRO, MAESTRO DEL
CLAUSTRO, Maestro del
Sustituye al frente del Taller de Pamplona al Maestro Esteban*. Se trata de un maestro anónimo y se desconoce todo dato acerca de él. Su obra fue el desaparecido claustro románico de la catedral de Pamplona, del que se han conservado importantes vestigios. Se trata de un conjunto de nueve capiteles que pueden dividirse temáticamente en dos grupos; el primero de cinco capiteles de motivos vegetales: hojas, acantos clásicos en ocasiones hendidos en los extremos, labor de cestería, y el segundo de tres capiteles historiados con la Vida de Job y la Pasión y Resurrección de Cristo. Existe un cuarto, asimismo guardado en el Museo de Navarra, con el tema del Lavatorio y La Última Cena, pero muy deteriorado.
Son capiteles de cesta doble que apoyaban en columnas pareadas. Sobre ellos apoya un ábaco con decoración vegetal de roleos y palmetas. La construcción del claustro se extiende paralela a la del resto del edificio y ocupa prácticamente la primera mitad del siglo XII. La necesidad de un claustro catedralicio en Pamplona viene dada por la peculiaridad de su cabildo, adscrito a la orden regular de Canónigos de San Agustín, que debía vivir en comunidad.
En el terreno iconográfico estos capiteles son muy interesantes, sobre todo el primero pues su tema, La Historia de Job, constituye un únicum en la escultura románica española y tan sólo se conoce otro ejemplo francés que se conserva en Toulouse. Su presencia en Pamplona se explica por la existencia en la Biblioteca capitular de un ejemplar de las “Moralia in Job”. Sobre los cuatro frentes del capitel se narra la Historia de Job a través de unas escenas seleccionadas. Son las más significativas, contemplándose el relato veterotestamentario en su totalidad y con respeto, pero dando cabida a la libertad del artista, quien lo plasma con vitalidad. En la primera cara del capitel, subdividida en dos registros, se representa sabiamente por medio de los gestos, la comunicación entre Jahvé y Satán y una escena de banquete, símbolo de la prosperidad terrenal. En torno a la mesa se reúnen Job y sus hijos. Pero la dicha concluye pronto y en los sucesivos frentes Job conocerá cómo la desgracia se cierne sobre sus hijos que mueren aplastados por el techo de su propia mansión, sobre sus bienes y sobre su propia persona al caer gravemente enfermo y cubrirse su cuerpo con dolorosas pústulas. Por último Dios pone fin a sus pruebas y le devuelve todos sus bienes.
El segundo capitel ofrece asimismo varios episodios de la Pasión de Cristo, comenzando por el Prendimiento. Judas da a Jesús el beso de la traición, señal por la que los judíos, curiosamente armados con instrumentos que parecen de labranza, le prenden. Se ha plasmado asimismo el momento en que Pedro empuña la espada contra Malco cortándole la oreja. Siguiendo la narración bíblica, aunque no el orden del capitel, la escena próxima es la Salida de Cristo condenado. Se le presenta en el umbral de una puerta; un personaje le coge de la mano y tira de él mientras otro con gesto burlón le indica el camino del Calvario. Por último la Crucifixión. Se trata de una Crucifixión de amplio desarrollo, si bien la unidad se pierde al explayarse a lo largo de tres frentes del capitel. Aparecen Cristo con la Virgen y San Juan, Longhinos y Stefanos y el buen y el mal ladrón, a los que flanquean ángeles y demonios respectivamente.
En el tercer y último capitel aparece el Descendimiento de Cristo, escena dinámica con un esquema semejante al de la Crucifixión; El Santo Entierro, cuya iconografía deriva sin duda del drama litúrgico; La Resurrección representada indirectamente por la Visita de las Tres Marías al sepulcro y por último, El anuncio de La Resurrección a Los Apóstoles por María Magdalena, episodio insólito cuya fuente debe proceder de la liturgia de la época.
Entre los caracteres estilísticos del Maestro del Claustro se encuentran una gran libertad compositiva, que le permite que un mismo episodio se desarrolle a lo largo de varias caras de un capitel y la introducción de nuevos personajes en la escena. Acusa una tendencia al horror vacui que le lleva a multiplicar las figuras o elementos decorativos ocupando todo el espacio disponible. Posee un alto dominio técnico y presenta una estilística semejante al arte de la eboraria, obteniendo el volumen más bien por el ahuecado que por el bulto. La perspectiva se sugiere por la superposición de los cuerpos y a ella no ayudan nada los elementos paisajísticos o arquitectónicos. Estos se emplean para enmarcar las escenas y diferenciar unas de otras. Las figuras tienen un canon corto con cabeza desproporcionadamente grande. Generalmente a Cristo se le presenta con tamaño jerárquico. Los personajes son individualizados por los diferentes peinados y barbas. La indumentaria frecuentemente decorada con orlas de pedrería o bordados se ciñe a los cuerpos marcando las formas. Los rostros muestran un gran realismo y precisión de modelado, casi detallista en ocasiones.
Numerosas son las tesis para la posible filiación de este maestro: Languedociana, jaquesa, mozárabe e incluso musulmana, atendiendo al tratamiento de los detalles. En cuanto a sus repercusiones, pueden rastrearse en el claustro de San Pedro de la Rúa de Estella y en la iglesia de San Martín de Unx.
Bibliografía
T. Biurrun Sotil, El arte románico en Navarra, Pamplona 1936, p. 455. L. Vázquez de Parga, Los capiteles historiados del Claustro románico de Pamplona en “Príncipe de Viana” 1947, p. 457. C. Fernández Ladreda, La arqueta de Leyre y otras esculturas medievales de Navarra, (Pamplona, 1983), p. 27-48.