CIUDAD
CIUDAD
Lucen este título honorífico nueve núcleos de población navarros: Pamplona, Tudela, Estella, Olite, Corella, Viana, Cascante, Tafalla y Sangüesa. El término (civitas en latín) remite a una tradición claramente romana. Aunque Plinio el Viejo lo atribuye en el siglo I a diversas demarcaciones menores, reflejo acaso de la trama gentilicia anterior del grupo étnico de los Vascones, Pompaelo (Pamplona) era ya entonces el municipium o centro ciudadano que organizaba social y económicamente buena parte del territorio de la actual Navarra. Por ello fue instituido también, lo más tarde en el siglo VI, como sede del correspondiente distrito episcopal o diócesis. Estos antecedentes explican de algún modo que la monarquía alumbraba en el siglo X desde los reductos cristianos del Pirineo occidental hispano, tomara el nombre de regnum Pampilonensis, reino de Pamplona. Los analistas franco-carolingios habían significado antes -hacia el año 800- como Pampilonenses, pamploneses, a los pobladores más representativos de la zona, y como oppidum Navarrorum, plaza fuerte de los navarros, a la propia Pamplona, baluarte simbólico de las gentes de su periferia rural. Los miembros de la aristocracia fundiaria y militar de aquellos contornos eran en el siglo XI los milites Pampilonenses, los guerreros pamploneses por excelencia. Cuando desde finales de la misma centuria se fueron yuxtaponiendo al primitivo recinto otros ámbitos vecinales, el “burgo” de San Cernin primero y luego la “población” de San Nicolás, se reservó el nombre de “ciudad” sólo para el núcleo romano de Pompaelo, presidido por la catedral. Algunos textos documentales coetáneos lo designan Iruña, la ciudad por antonomasia; pronto se llamó, en cambio, la Navarrería, es decir el barrio de los moradores de señorío episcopal ascendidos por Sancho VI el Sabio (1187) a la condición social y jurídica de francos. Finalmente, en el “Privilegio de la Unión” (1423) Carlos III el Noble extendió la consideración conjunta de ciudad, su “muy noble ciudad de Pamplona”, en las tres anteriores “universidades” y jurisdicciones. Hasta entonces las poblaciones beneficiarias de un fuero o estatuto de franquicia, y autorizadas para tener procuradores con asiento en las Cortes del reino, se conocían como “buenas villas”. Sólo Tudela había obtenido (1390) del propio Carlos III el rango de ciudad. Estella lo alcanzó -de hecho o de derecho- casi un siglo después, hacia 1472-1484. El monarca español Felipe IV (VI de Navarra) concedió, no sin cobrarlo, el mismo privilegio a Olite, Corella y Viana en 1630 y, poco después, a Cascante (1633) y Tafalla (1636); y en 1665 lo recibió Sangüesa.