CARLOS, PRÍNCIPE DE VIANA
CARLOS, Príncipe de Viana
(Peñafiel, 29.5.1421 – Barcelona, 23.9. 1461). Hijo de la reina Blanca y de Juan II de Navarra, recibió el juramento de las Cortes en Olite (11.6.1422). Su abuelo Carlos III instituyó para él y los herederos de la Corona el principado de Viana (20.1.1423), un conjunto de rentas que comprendía diversas villas y castillos de la merindad de Estella. Vivió durante su infancia en Navarra, acompañado de su madre y hermanas, mientras el rey atendía otros asuntos en Castilla. Gobernador del reino por primera vez en 1439, por ausencia, también, de la reina -que acompañaba a la princesa Blanca a sus desposorios en Castilla-, ese mismo año contrajo matrimonio (30.9.1439) con Inés de Clèves, sobrina del duque Felipe de Borgoña, que murió en 1448 sin dejar descendencia.
Tras la muerte de la reina Blanca (1441) en Santa María de Nieva (Segovia), el primogénito y heredero de la Corona siguió la recomendación del testamento de su madre según la cual no debía acceder al trono sin el consentimiento paterno. Nombrado Lugarteniente General del rey (finales de 1441), se tituló de este modo desde entonces. La vuelta definitiva del rey a Navarra (1.1.1450) provocó la ruptura de relaciones entre padre e hijo. El monarca había casado (1447) con Juana Enríquez, hija del almirante de Castilla, perdiendo así el posible derecho al usufructo del reino de su mujer, mientras continuaba atendiendo los crecientes conflictos castellanos. En julio de 1450 se refugió Carlos en Guipúzcoa, al amparo del monarca de Castilla, mientras en San Juan de Pie de Puerto se sublevaba en su nombre el señor de Luxa. Poco a poco se configuraron los dos bandos antagónicos: los beaumonteses, encabezados por Juan y Luis de Beaumont y por el linaje de Luxa, seguidores del príncipe, y los agramonteses de Pierres de Peralta, la familia de los Navarra -mariscales del reino- y la estirpe de los Agramont. Si bien el príncipe volvió a Navarra reconciliado con su padre (3.1451), los castellanos ya habían marchado sobre Viana y Estella y el castillo de Luxa siguió sublevado.
Tras un nuevo acuerdo del príncipe -otra vez en el cargo de Lugarteniente del rey- con los castellanos (8.9.1451), la guerra resultó ya inevitable, y el 23 de octubre de 1451 quedó prisionero con sus principales capitanes tras la batalla en Aibar. Encerrado sucesivamente en Tafalla, Tudela, Mallén, Monterrey y Zaragoza, debió de emprender entonces la tarea de compilar su Crónica de los reyes de Navarra, hasta que obtuvo la libertad (23.6.1453) con la condición de rendir las plazas sublevadas. Reanudadas sin embargo las hostilidades, Juan II desheredó a su hijo Carlos y a su hermana la princesa Blanca (3.12.1455), fecha del cumplimiento de una infructuosa tregua firmada un año antes, favoreciendo en la sucesión a su tercera hija, Leonor, casada con Gastón IV, conde de Foix.
Tras un fracasado intento por obtener la ayuda de Carlos VII de Francia y del papa Calixto III, el príncipe llegó finalmente a Nápoles y puso oficialmente (30.6.1457) todos sus asuntos en manos del rey Alfonso y de Aragón, arbitraje que Juan II aceptó (6.12.1457) liberando los rehenes que conservaba desde 1453. La inesperada muerte del rey de Aragón (27.6.1458) impidió la solución arbitral esperada, hizo a Juan II rey de Aragón y al príncipe heredero de todos los estados de esta Corona. Mientras proseguían las negociaciones con el rey, Carlos, que el año anterior había sido proclamado rey por los de su facción, pasó a Sicilia (15.7.1458), desde donde sometió su caso a las autoridades catalanas y donde fue acogido con interés y simpatía por los habitantes de la isla, descontentos del alejado gobierno aragonés. De Sicilia se encaminó a Cerdeña (julio 1459) y permaneció luego en Mallorca entre el 1 de agosto de 1459 y marzo de 1460 por indicación del rey. Proclamada la tregua (6.1.1460), enseguida se hizo público el acuerdo (26.1.1460) por el cual el príncipe obtenía el perdón general y la amnistía para sus seguidores, obligándose a entregar las plazas beaumontesas; recuperaba igualmente sus rentas del principado de Viana y se le permitía residir donde quisiese excepto en Navarra y Sicilia. Soslayado el tema de la primogenitura, el príncipe entró en Barcelona (31.3.1460) con su padre y madrastra confiando en una pronta solución. Nuevamente prisionero (2.12.1460) tras un paréntesis de aparente armonía ante nuevos contactos con los castellanos, y tras el fracaso de las gestiones aragonesas y catalanas por devolverle la libertad, Barcelona se alzó en armas (7.2.1461) y la rebelión se extendió por toda Cataluña al tiempo que también en Navarra se sublevaban los beaumonteses. Puesto apresuradamente en libertad (25.2.1461), volvió a entrar en Barcelona (10.3. 1461) en medio de grandes festejos y un nuevo acuerdo fue firmado en Villafranca del Penedés (21.4.1461), sin solventar tampoco el asunto de la primogenitura; desde el 24 de junio de 1461 ejerció, sin embargo, el cargo de Gobernador General de Cataluña.
La ya precaria salud del príncipe se resintió considerablemente con estos acontecimientos y murió de tuberculosis sin haber llegado a un acuerdo definitivo con su padre; su cuerpo sería trasladado luego (1472) al monasterio de Poblet. A raíz de su muerte, el entusiasmo de los barceloneses en los años 1460 y 1461 dio paso a un fenómeno de exaltación y mitificación que llevó a la veneración de sus reliquias, la erección de altares, y aún a un proceso de canonización incoado, que finalmente fracasó. El príncipe no dejaba hijos legítimos, aunque había procreado a Ana de Navarra, hija de María de Armendáriz y, en Sicilia, a Juan Alfonso de Aragón y Navarra, futuro obispo de Huesca.