CAMPIÓN JAIMEBÓN, ARTURO
CAMPIÓN JAIMEBÓN, Arturo
(Pamplona, 7.5.1854-San Sebastián, 18.8.1937). Nació en el n° 11 de la calle Chapitela de Pamplona. A pesar de su ascendencia paterna extranjera -su abuelo Juan, nacido en el N de Italia se estableció en Pamplona en la segunda década del siglo XIX-, su padre, Jacinto fue ya pamplonés consolidado, liberal y Presidente del Orfeón. Realizó sus primeros estudios en el Instituto de Pamplona. Su vocación literaria se manifestó, curiosamente, con pequeñas composiciones, teatro y poesía, que, prácticamente no cultivaría de adulto. No llegó a publicar estas obras de adolescente, pero sí varios artículos en los periódicos “La Menestra” y “La Montaña”. Estudió Derecho en Oñate y se licenció en Madrid en 1876; ese año publicó su primer libro, Consideraciones acerca de la cuestión foral y los carlistas en Nabarra e intervino de forma decisiva en la fundación de la “Asociación Euskara de Navarra” a raíz de la publicación de su artículo El Euskara en el periódico “La Paz”. Estudió con decisión la lengua vernácula y en ocho meses, -diciembre de 1877-, consiguió su primer fruto: la balada Orreaga en dialectos guipuzcoano, bizcaino, labortano y suletino y 18 variedades de Nabarra.
De su pluma salieron alternativamente discursos y conferencias, artículos periodísticos, escritos políticos, novelas y cuentos, libros sobre historia, antropología o temas lingüísticos, encaminados siempre a una sola meta; consagrará su vida al lema “Euskalerriaren alde”, “en pro de Euskalerría”, y al restablecimiento de la foralidad de su pueblo.
En 1879, con la leyenda Gastón de Belzunce inició una serie de obras breves, cuentos y leyendas, que siguió escribiendo y publicando intermitentemente hasta cerrar el ciclo, a los 70 años, con El rosario de las lavanderas. En los años 83 y 84 fue el vascuence el que acaparó su atención. Publicó primero el Ensayo acerca de las leyes fonéticas de la lengua vasca y poco después apareció en forma de libro su monumental, Gramática acerca de los cuatro dialectos literarios de la lengua euskara que había publicado fragmentariamente desde el año 81 en la “Revista Euskara”. Entre 1884 y 1888 dio a luz su importante e inconclusa obra El genio de Nabarra, donde se resume lo más interesante de sus afanes. Tras una semblanza sobre Víctor Hugo (1885) escribió su primera novela, a los 35 años, D. García Almorabid. Con grandes intervalos de descanso, publicó sus otras dos novelas largas, Blancos y negros (1898) y La bella Easo (1909). A partir del año 1896 aparecieron las Euskarianas, donde, además de nuevos títulos fue recogiendo escritos en torno a lo vasco publicados antes de forma dispersa en periódicos y revistas. Varias narraciones cortas constituyen las Euskarianas 1ª, 2ª y 6ª. Los temas históricos, entre ellos El genio de Nabarra, figuran en las series 4ª, 5ª, 7ª, 9ª y llª. Las tardías 8ª, 10ª y 12ª comprenden la extensa obra Los orígenes del pueblo euskaldun. Iberos, keltas y baskos. Los discursos y conferencias dados entre 1891 y 1906 se editaron formando volumen en 1907 bajo el título Discursos políticos y literarios. No termina aquí la nómina de sus escritos. Hay además publicados otros cuentos, artículos, prólogos, conferencias, etc. Se ha especulado mucho con su obra inédita. Él mismo prometió libros que nunca vieron la luz. Se ha hablado de una No euskariana, de una Euskariana sobre lengua y literatura y otra sobre historia, de novelas, entre ellas una titulada La monja nunca localizadas. Existen pequeñas obras que no han pasado a la imprenta: escasa correspondencia, dramas y comedias de la adolescencia, varios discursos de época tardía y muchos apuntes y borradores sobre temas lingüísticos.
La vida es también de una actividad incesante y polifacética. Al tiempo que literato fue jurista notable, crítico literario y musical, conferenciante, político, polemista correoso autor de innumerables artículos en más de cuarenta diarios y revistas diferentes, “El Arga”, “Lau Buru”, “Irurat bat”, “La Avalancha”, “El Noticiero bilbaíno”, “Hermes”, “El vasco”, “Euskal Erría”, “El Eco de Navarra”, etc. Además de concejal del Ayuntamiento de Pamplona en 1881, su actuación política estuvo marcada por su elección como Diputado a Cortes, el 11 de abril de 1893, como candidato integrista; destacó su intervención frente al Ministro Germán Gamazo. Posteriormente alcanzó un escaño por Vizcaya, en el Senado. Fue Presidente de las entidades Euskal Esnalea, Euskal Erría, Sociedad de Estudios Vascos, del Instituto de Estudios Históricos y de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de Navarra. Académico de número de la Lengua Vasca y correspondiente de las de la Historia, Ciencias Morales y Políticas y la de la Lengua Castellana, gozó de gran autoridad en los medios vascos intelectuales.
En el campo político, fue más un hombre de elaboraciones teóricas que de actividad pública. La historia de su trayectoria política fue una búsqueda del credo político que más se amoldara a sus ideales de defensa a ultranza de Dios y Fueros. Desde el republicanismo federal, desechando por el camino carlismo y socialismo, pasó al integrismo, hasta llegar al nacionalismo vasco. Sus diferencias con los independentistas le hicieron tomar el camino de un nacionalismo temperado, que él llamó “unionista”, dentro de una España Federal. No llegó a militar en ningún partido.
Sus investigaciones en los campos de la historia y de la lingüística destacan aún por la minuciosidad y rigor en la toma de datos. Pero donde realmente sobresalió es en su vertiente narrativa -tres novelas y una treintena de narraciones breves- relativamente corta en comparación con la extensión de su obra general, y el crudo realismo de sus libros se asemeja al naturalismo de Emilia Pardo Bazán; y la nota regionalista lo emparenta con José María Pereda. Sus obras adquieren el matiz de literatura comprometida, exagerando en ocasiones la nota tendenciosa, maniquea y subjetiva. El sabor foralista de sus obras -creador de la novela “fuerista” le llama E. Pardo Bazán- y el no haber frecuentado los cenáculos literarios madrileños provocaron que su literatura fuera poco conocida fuera del país vasco-navarro. En ocasiones aprovecha los áridos datos obtenidos en sus investigaciones sobre historia navarra para componer piezas literarias. Es el caso de la novela histórica D. García Almorabid. Crónica del siglo XIII, basada en las guerras de la Navarrería. Blancos y negros, con el subtítulo expresivo de Guerra en la paz, fue el libro que levantó una mayor polvareda y recibió mejores elogios de la crítica, destacando los de Miguel de Unamuno. Su última novela, La bella Easo, fue la favorita del propio autor. Esta breve nómina de novelas es suficiente para, sin embargo, considerarlo un gran narrador en lengua castellana. Las narraciones breves, escritas algunas en euskera, rebosan en ocasiones, ternura e imaginación. Sin embargo, a veces son otros los ingredientes que destacan en estos relatos: el fuerte sentimiento de la Naturaleza, la preocupación de la fidelidad geográfico-histórica, la minuciosa pintura de los personajes vasconavarros, arquetipos de la idiosincrasia del país, los fuertes contrastes de situaciones y la simbología de la acción y los personajes con los problemas políticos de la Navarra de su tiempo. Cabe señalar, entre otros, Los hermanos Gamio (1880), Una noche en Zugarramurdi (1881), Pedro Mari (1895), Roedores del mar (1916) y El tamborilero de Erraondo (1917).
Los avatares políticos hicieron que, desde la guerra civil, se impusiera el silencio injusto sobre su obra. En la década de 1980 parecía haberse roto este estado de cosas con una edición completa de sus Obras.