ARTESANÍA
Arte y obra de los artesanos. En los últimos años ha alcanzado una popularidad y un reconocimiento que le habían sido negados en épocas anteriores. Este interés, desgraciadamente, ha llegado tarde para salvar algunos oficios o expresiones artesanales que han sucumbido por la competencia industrial y por la muerte de los artesanos que no han podido dejar descendencia laboral. Sin embargo, sería injusto presentar un panorama pesimista o negativo en un momento en que el auge de la Artesanía es evidente. Puede argüirse que no todo lo que se autodenomina Artesanía lo es realmente. No están claros sus límites identificativos.
Esta falta de definición lleva a un confusionismo evidente a la hora de calificar a una persona o a un trabajo como artesano. Algunos han querido ver en la Artesanía una forma de arte y a este arte como la expresión del gozo del hombre en su trabajo. A este respecto, hay que señalar que la Artesanía no es siempre un arte -en el sentido que habitualmente se le da a esta palabra- y que el gozo en el trabajo se fundamenta en lo que de creativa tiene la labor artesanal y no en la rutina de la misma. Y bueno sería darse cuenta de que la mayor parte del trabajo de los artesanos de los distintos sectores tiene mucho más de rutinario que de creativo (sin entrar a analizar el concepto de la creatividad).
Es cierto que la Artesanía -con mayor exactitud habría que hablar de los oficios artesanales o, mejor todavía, de algunos de éstos- supone una manifestación cultural de indudable valor etnológico. Pero no es menos cierto que algunas de las más tradicionales expresiones artesanales han perdido definitivamente su razón de ser primigenia. Su existencia actual, su presencia en ferias y exhibiciones de “Artesanía en vivo” hay que entenderla como una muestra etnológica o folklórica.
El artesano, incluido el que representa más fielmente el aspecto cultural, etnológico o folklórico, necesita vivir de su producto y la comercialización es imprescindible. Para lograrla, el ciudadano tiene que aceptar que la Artesanía navarra, en la mayoría de los casos, ofrece calidad y un precio bajo. Pocos artesanos se atreven a cobrar lo que realmente debieran, si se ha de hacer caso al mercado económico del costo/hora. Pero asimismo hay que reconocer que, pocos artesanos podrán sobrevivir si se aferran, por mucha calidad que ofrezcan, a precios reales, a la ley de la oferta y la demanda. En algunos casos concretos, en los que la calidad de la obra es más que evidente, ocurre lo contrario e incluso pueden elevar sensiblemente el precio el producto sin una repercusión negativa en sus ventas.
A este respecto, hay que ser rotundos al afirmar que una filosofía de planteamiento comercial de la Artesanía, lejos de estar viciada, como quieren algunos -no se sabe bien si por un romanticismo mal entendido o por un fracaso en su propia experiencia-, es la única base real de la supervivencia del mundo artesanal. El artesano, como todo ser humano, si ha de vivir, tiene que comer y, si quiere comer (y debe entenderse el significado del verbo comer en un sentido mucho más amplio que el meramente fisiológico, abarcando a las múltiples necesidades físicas, psíquicas, intelectuales, culturales, de ocio, etc. de toda persona), tiene que obtener un fruto económico del producto de su esfuerzo laboral. Pensar lo contrario no deja de ser una entelequia con el mismo valor que la mera discusión sobre el sexo de los ángeles.
Así lo entendieron los promotores de “Eskuz Artesanos, Sociedad Cooperativa”, organización nacida en 1983 al calor de una Feria de Artesanía celebrada en la Ciudadela de Pamplona el año 1980, organizada por la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza y de la Primera Feria de Artesanía Navarra, de 1982. La cooperativa “Eskuz”, no obstante, y pese al impulso que pretendieron darle sus creadores, ha ido pasando a lo largo de los años por una visión de la realidad artesanal distinta a la que generó su creación (en buena medida por haber accedido a ella artesanos con unos conceptos muy distintos) hasta desembocar en una situación de marasmo que le lleva a una difícil y larga recuperación o a una crisis que puede suponer su desaparición definitiva.
“Eskuz” ha sido el primer intento desde los artesanos de llegar al resurgimiento de la Artesanía navarra. En su nacimiento fue fruto de un empeño común surgido de mentes claras que vieron, ante todo, la necesidad primaria de dotar al artesano navarro de un mínimo de formación empresarial y de un mínimo de evolución en el trabajo rutinario. Allí surgió la primera preocupación por realizar, por ejemplo, cursos de diseño. Preocupación ahogada por la desidia de algunos o por la falta de la suficiente visión de futuro de otros.
Quizá al artesano navarro le falte, en muchos casos, una cura de humildad. En la Artesanía, como en cualquier otro campo de la actividad humana, son pocos los creadores brillantes aunque sean mayoría los que se consideren y autoproclamen como tales. Esta cura de humildad debe comenzar por reconocer la necesidad de una formación de la que generalmente carece el artesano. La superación permanente, necesaria a toda persona, es asimismo obligatoria a todo artesano, lo que no siempre resulta fácil de reconocer y admitir cuando la aportación de nuevas ideas para el trabajo de uno mismo viene de fuera.
Una cura de humildad que rebaje el orgullo mal entendido de ser artesano que proviene del auge y aprecio popular que la Artesanía -escondida hasta hace unos años en la oscuridad de sus talleres- ha alcanzado, fundamentalmente por el éxito que ha acompañado a la exposición de Artesanía viviente de 1980, organizada por la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza, y a las seis ediciones de la Feria Navarra de Artesanía, celebradas anualmente desde 1982, con el único paréntesis de un año, organizadas por el Departamento de Industria, Comercio y Turismo del Gobierno de Navarra y la cooperativa “Eskuz”. A su arrimo, por otra parte, se han venido celebrando numerosas exhibiciones y muestras de Artesanía por toda la geografía foral.
Por ello, ha llegado el momento de cambiar la imagen, poco real y degradante, de una Artesanía poco menos que pueblerina y de unos hombres y mujeres artesanos convertidos, quizá inconscientemente, en una atracción de circo. El artesano es un trabajador por cuenta propia que vende su trabajo no seriado por su sabor tradicional y/o por la calidad que presenta. Si no, el artesano se convierte en títere de barraca de feria y su obra en “souvenir” o en premio defraudante de puntos logrados en un puesto de tiro a la diana.
El empeño y el esfuerzo por mejorar el producto que se ofrece al público, junto a su calidad, es lo que debe definir el quehacer del artesano. Más, quizá, que la dedicación laboral plena al trabajo artesano, aunque ésta sea el ideal.
A este respecto, bueno será referirse al “Decreto Foral 188/1988, de 17 de junio, de ordenación y desarrollo del Sector Artesano Navarro”, publicado en el Boletín Oficial de Navarra de 6 de julio de 1988, y a la Orden Foral del consejero de Industria, Comercio y Turismo, de 24 de agosto de 1988, por la que se establecen el procedimiento y los criterios de concesión de las subvenciones previstas en el citado Decreto Foral para las empresas artesanas navarras.
No en vano se trata de las primeras medidas realistas y efectivas adoptadas desde la Administración de la Comunidad Foral de Navarra. Podrán pecar de cortas, de inadecuadas, de rigurosas, de lo que se quiera. Podrán ser todo lo discutidas que se desee. Pero habrá que reconocerles, al menos, la virtud de abrir el camino para la “ordenación y desarrollo del Sector Artesano Navarro”.
Dejan en claro que intentan alejar de la Artesanía el peligro del paternalismo y del resurgir artificioso porque a la larga -y es lo que, en definitiva, suele interesar a casi todos- ni da todo por hecho ni pretende crear una situación de privilegio para un sector de la producción frente a otros.
El Decreto Foral es muy claro -otro cantar es el como será desarrollado y la rapidez o lentitud, lo que se traduce en eficacia, de su puesta en práctica efectiva- al entender la actividad artesanal como propia de una empresa y, en consecuencia, al marcar las líneas para el apoyo administrativo que tiene como objetivos el lograr su modernización y el potenciar su competitividad.
El primer paso que ha dado, a este respecto, es la aprobación de un Repertorio de Oficios Artesanos. El tiempo dirá, y pronto posiblemente, que algunos oficios sobran y otros faltan. El Decreto Foral, no obstante, es previsor y añade que el Repertorio es revisable y abierto, con lo que los excesos y las lagunas podrán ser subsanados.
Pero lo realmente importante es que fija -únicamente a los efectos previstos en el Decreto- las condiciones que se exigen para que un artesano sea considerado como empresa artesana. Así, las exigencias que plantea -exigencias lógicas si no se quiere caer en el favoritismo y en el paternalismo, siempre nefastos para cualquier tipo de actividad económica- son (partiendo de que considera empresa artesana a “toda unidad económica que, con carácter continuo, realice una actividad comprendida en el Repertorio”) el carácter preferentemente manual de la actividad desarrollada, que originen además un producto individualizado o en series cortas; un máximo de diez trabajadores fijos, exceptuados los familiares que puedan trabajar con el artesano titular (aunque deja una puerta abierta a las empresas que superen dicho número); y el alta en la Licencia Fiscal.
Como complemento necesario a estos planteamientos, el Decreto anuncia la creación de un Registro de Empresas Artesanas en el que deben inscribirse todas las unidades económicas o las fórmulas asociativas que se creen o estén actualmente en activo. Y aunque la inscripción en el mencionado Registro es voluntaria, la calificación de empresa artesana (acreditada mediante la inscripción en el citado Registro, previa aprobación del Departamento de Industria, Comercio y Turismo) es condición indispensable para tener acceso a las ayudas que la Administración fije para el desarrollo de las empresas del sector artesano.
Las subvenciones que fija la Orden Foral a la que antes se ha aludido están orientadas a inversiones en activo material fijo, participación en ferias, edición de catálogos, asistencia a curso de perfeccionamiento profesional, cursos de formación empresarial básica para artesanos, e incorporación de diseño a la producción artesanal.
Desde algunos ámbitos se podrá achacar que, con el Decreto Foral, se cierra las puertas a la mayor parte de los representantes de unas artesanías en declive forzoso o ya desaparecidas de la actividad económica real de nuestra sociedad. A esto habría que responder que no cierra puertas a nadie, sino que simplemente ayuda a quien se quiere ayudar y promocionar y no a quienes pretenden únicamente que la “madre Diputación” les facilite todo sin ellos arriesgar nada. Por muy doloroso que sea, hay formas artesanales de un gran sabor -que nadie discute y todos elogian y admiran- que ya no tienen otro valor que el meramente etnológico y que no tienen otro futuro que el del tiempo de vida que les queda a quienes las mantienen. Por muy doloroso que humana y culturalmente sea, intentar su promoción y desarrollo es, además de un empecinamiento carente de sentido, ilógico.
Lo que no ocurre -no puede ocurrir- con quienes, día a día, luchan por mantener encendida la antorcha de la Artesanía; con aquellos que -y hay que agradecérselo- en su labor cotidiana desarrollan un esfuerzo de imaginación y estudio de cara a conseguir nuevos diseños que supongan evolución y progreso en la creatividad y, por ende, en la salida comercial de un producto que pelea por ser competitivo en un mercado de igualdad de oportunidades excesivamente dirigido por cánones industrializados; con aquellos, finalmente, que buscan y consiguen romper los moldes del anquilosamiento a los que la Artesanía ha estado encadenada durante siglos.
Que la Artesanía ha sido una manifestación cultural que ha dado respuesta en cada momento a las necesidades del hombre de todos los tiempos es una verdad indubitable. Por esto mismo, la Artesanía actual ni puede ni debe -y por ahí van los caminos de los más clarividentes- anclarse en el pasado ni adornarse con oropeles de comercio de anticuario. Algunos artesanos han comprendido que la evolución en el diseño, al ritmo que demanda la sociedad consumista actual, es el mejor antídoto contra la situación de olvido y muerte con que estaba estigmatizada la Artesanía hace muy pocos años y que en la década de los 80 ha superado -momentánea y aparentemente, cuando menos- por mor de la publicidad y las exposiciones feriales.
Respecto al tema de la evolución es preciso resaltar los pasos positivos que se han dado en Navarra, fruto de la conjunción de fuerzas del Gobierno foral y de la cooperativa “Eskuz” desde 1984, con la celebración anual del Concurso Navarro de Diseño en Artesanía, certamen de prestigio a nivel estatal. Se trata de la segunda fuente de estímulo al buen hacer de los artesanos navarros. La primera es, como ya se ha apuntado, la Feria Navarra de Artesanía, desde las que algunos han saltado, con éxito y reconocimiento, a otras Ferias de carácter nacional e internacional, tanto en España como en Europa.
En cuanto a la segunda fuente de estímulo señalada, el Concurso Navarro ha animado asimismo a algunos a concurrir al Concurso Nacional, en cuyo palmarés han ocupado ya puestos de honor algunos de nuestros mejores artesanos, e incluso a certámenes de ámbito internacional.
A mayor abundamiento, según la Orden Foral antes citada, se va a convocar anualmente un Concurso de Proyectos de Diseño, elaborados conjuntamente entre artesanos y diseñadores, con el fin de conseguir la incorporación de elementos de diseño a las producciones artesanas.
Esta concepción de la realidad permitirá, a buen seguro, plantear con rigor el futuro de una forma de vivir y trabajar que, como se ha dicho, ha estado seriamente amenazada. De este modo, además, se reafirmará y confirmará la idea de que la Artesanía embellece siempre a lo útil.
En el momento el que el mundo se acerca al último decenio del siglo XX, momento por otra parte de auge de la Artesanía navarra, no está de más presentar en unas breves líneas la situación de los distintos oficios artesanales, tomando como base de esta visión esquemática la materia prima de la que se sirve el artesano para su trabajo diario.
Madera
La Artesanía de la madera es, por el número de artesanos que trabajan con ella y por la variedad de los productos que elaboran, la más importante en Navarra y, asimismo, la más tradicional. Partiendo de esta materia prima cabría resaltar los trabajos de talla (kutxas o arcones, argizaiolas, muebles, imágenes, etc), la fabricación de kaikus y demás utensilios relacionados con la leche y la elaboración del queso, la construcción de cubas y toneles, de chocles o zuecos, de collarones para los cencerros, y la preparación de aperos de labranza, todavía necesarios pese a la mecanización del campo. Dentro de este bloque puede ser incluida también la Artesanía del boj, con un lugar de privilegio para los cuchareros.
Hierro
Artesanía importante y muy extendida décadas atrás, el número de quienes trabajan hoy el metal es reducido. Hay que destacar la calidad y la categoría de su producción. La forja navarra, de la mano de alguno de sus artesanos, puede competir en pie de igualdad y sin ningún rubor con la que sale de las mejores fraguas ibéricas, europeas y mundiales. Hay dos actividades en la Artesanía del metal que no conviene olvidar, pese a que, por minoritarias, son casi simbólicas en la producción de Navarra; la referencia es a las hachas y a los cencerros.
Piedra
Artesanía en regresión sólo si nos fijamos en el sector de la Construcción, los canteros artesanos pueden ser confundidos a veces con los escultores. De sus manos han salido y salen auténticas obras de arte. Ellos han sabido conseguir, por méritos propios, un buen prestigio fuera de los límites forales. Aunque la materia prima sea distinta de la piedra propiamente dicha, una producción importante en la Ribera es la del alabastro, si bien su ejecución es industrial hasta el punto de que el trabajo artesano es casi excepcional. Una variante, en este apartado, es el de la fabricación de la cal, hoy prácticamente desaparecida.
Cestería y fibras vegetales
Dentro de este capítulo cabe destacar, por su importancia, el tejido a base de flejes de castaño, o de mimbre, de toda clase de cestos y objetos de la más variada utilidad. También, por el material empleado, habría que dejar constancia de las escobas de brezo, las sillas de anea y, por último, de un trabajo que tuvo importancia en Pamplona y Estella hace años y que hoy ha desaparecido: la cordelería de cáñamo; en nuestros días, la actividad más similar (a punto de desaparecer) es la de la soguería de sisa.
Cuero y calzado
Olvidada ya casi totalmente la primera fase del trabajo -el curtido de la piel-, la Artesanía del cuero no ha perdido categoría aunque sí está siendo parcialmente arrinconada. No obstante, botas de vino y labores muy diversas de guarnicionería siguen manteniendo un amplio mercado. Lo que no ocurre en igual proporción con la producción de pelotas o de la “herramienta” llamada “guante” (en sus distintos modelos según los puestos de los pelotaris) para el deporte conocido como Guante o Rebote. Los artesanos de calzado, por otra parte, viven horas difíciles en la profesión y, pese a la calidad de la oferta de algunos, hay que temer que, si no se remedia la situación, poco a poco, vayan perdiendo su actividad artesanal, derrotados por la fuerte competencia industrial.
Vidrio y cerámica
Aunque con propiedad se debería hablar de un solo artesano en lo relativo a la talla de vidrio y de otro en la construcción de vidrieras de acuerdo a todos los cánones de la tradición más clásica, son ejemplos en absoluto despreciables dada la calidad de los trabajos que elaboran, especialmente en el caso concreto de las vidrieras. Algo parecido ocurre con los esmaltes. Otro mundo, sin embargo, es el de la cerámica. Los alfares tradicionales navarros, de gran renombre hace unas décadas, ya han desaparecido; en su lugar han surgido por toda la geografía foral talleres de cerámica. La indefinición inicial en cuanto a formas y diseños ha ido evolucionando positivamente hasta una mayoría de edad ya alcanzada por algunos, aunque quizá la cerámica navarra siga careciendo de un sello identificativo que le diera una personalidad propia.
Textil
La manualidad tiene una de sus mejores expresiones en las labores textiles. En Navarra quedan, más como una muestra etnológica que como una realidad profesional, las distintas variantes del hilado del lino y la lana. Lo mismo sucede con la hechura de encajes y puntillas a bolillos y demás labores de agujas. Por contra, la manufactura de tapices (y los telares) ha alcanzado cotas de profesionalismo y arte desconocidas hasta estos últimos años.
Instrumentos musicales
Navarra, tierra alegre y musical, no podía dar la espalda a la artesanía de los instrumentos musicales. Además de la fabricación de txistus -la más esporádica- ha alcanzado un auge inesperado la de la gaita navarra, gaita estellesa o dulzaina, fabricación al arrimo o complementaria -lo que le da un doble valor a la labor artesanal- de la investigación científica y el estudio sobre el instrumento autóctono.
Artesanías varias
Hay otras manifestaciones artesanas de rica tradición en Navarra. Artesanías que caminan sin remedio hacia su extinción definitiva o que, por el contrario, tienen todo un mundo por delante si se las sabe llevar hacia él. Entre estas últimas, por citar un ejemplo, estaría la fabricación de velas y cirios; entre las primeras, por citar otro, la producción de carbón vegetal.