ARTAIZ, MAESTRO DE
ARTAIZ, Maestro de
Nombre con el que se conoce al autor de la pintura que cubría el muro interior del ábside en la iglesia de San Martín de la localidad navarra de Artaiz, edificio de estilo románico avanzado.
El hallazgo de las pinturas murales lo realizó J. E. Uranga, entonces director de la Institución Príncipe de Viana, en 1958, al proceder a la restauración del templo. Se trataba de una gran composición que cubría originariamente todo el medio cilindro del ábside y una ornamentación de casetones en su bóveda. Las zonas laterales extremas, no protegidas por el retablo que hasta ese momento las había ocultado, habían desaparecido. Se decidió entonces el arranque de lo conservado para su posterior traslado al Museo de Navarra en Pamplona, en donde actualmente se conservan.
El tema representado es el de la Adoración del Cordero, según el Apocalipsis de San Juan (VII, 9-10). La complejidad del texto apocalíptico fue traducida por el pintor según un esquema sencillo: distribuyó el espacio a decorar en cinco partes iguales, mediante arquerías ligeramente apuntadas que apoyan en soportes columnarios esbeltos de tipo románico. En el lugar cobijado por el arco central se abre la ventana, única, de la capilla mayor; a través de ella penetraba la luz que, muy tamizada -dada la estrechez del vano- contribuiría a aumentar el sentido sobrenatural de la composición. Sobre la ventana, en el espacio que hay bajo la clave del correspondiente arco, se sitúa el Cordero, portador de la Cruz redentora, inscrito en un círculo, al que enmarcan motivos vegetales estilizados. En las restantes arcadas que flanquean, dos a dos, la ventana axial se disponen, en grupo compactos, los mártires cristianos en posesión ya de la felicidad celestial (Apoc., VII, 14-15). Todavía, sobre las enjutas de cada una de las arcadas, se hallan los ángeles que menciona el Apocalipsis (VII, 1), tañendo instrumentos de cuerda.
El estilo de la decoración, eminentemente lineal, parece tomado del mundo de la miniatura. Los contornos de las figuras, en color obscuro, resueltos con gran seguridad de trazo, destacan rotundamente del fondo color encarnado. Las siluetas son esbeltas y flexibles, de gran elegancia formal; los tipos humanos han sido individualizados por medio de sus atavíos, en acusado contraste con la uniformidad de sus gestos en adoración ante el Cordero. De gran valor ornamental es la pintura del intradós de la ventana, a base de tallos y hojas que se curvan estilizadamente.
La catalogación otorgada a la obra corresponde a los últimos años del siglo XIII, cuando la etapa neobizantina era paulatinamente sustituida en Navarra por las aportaciones de la escuela gótica francesa.
Seguramente es del mismo taller que llevó a cabo la decoración del testero en la iglesia de San Saturnino de Artajona, dado el gran parecido estilístico que ofrecen. Con probabilidad la pintura de Artajona se adelanta unos años en fecha a la de Artaiz, ya que se advierte es esta última un concepto más evolucionado de la composición y mayor estilización en el tratamiento de las figuras.
Bibliografía
J. E. Uranga, Las pinturas murales de Artaiz, “Rev. A.E.A.”, núm 123 (1958). Mª. C. Larraca Ducay: Aportación al estudio de la pintura mural gótica en Navarra, Pamplona, 1974.