ARCE
Lugar despoblado y antiguo concejo (90 Ha) del valle homónimo, Merindad de Sangüesa.
Tanto en 1366 como en 1427 lo habitaba una sola familia, de estirpe hidalga y titular del correspondiente “palacio”. Para 1553 consta también un solo fuego, pero en 1646 eran ya tres, en 1786 sumaban cinco y en 1845 seis. En 1857 constan treinta siete almas. Su iglesia estaba dedicada a la Concepción. Tenía 41 hab en 1858 y 1887, 32 en 1900, 33 en 1910, 34 en 1920, ninguno en 1930, 9 en 1940, 14 en 1950, 7 en 1960, no figuraba en el Nomenclátor de Población en 1970 y sí, pero sin habitar, en el de 1981. Comunes, 49 Ha.
En 1802 tenía algunas viñas y se recogía trigo, avena y cebada. Contaba a mediados del siglo XIX con cuatro casas y un palacio; se recogían por esas fechas además maíz, legumbres, hortalizas y frutas, se criaban vacas, ovejas y cabras y pescaban anguilas, truchas y otros peces en el Urrobi. Durante la segunda mitad del siglo, sin embargo, inició su despoblamiento; aunque al empezar el XX aún se sostenía ligeramente por debajo de las treinta almas. Era lugar de señorío.
Palacio
Aparece como de cabo de armería en la nómina oficial del Reino, y entre los solares remisionados de cuarteles en el rolde del tesorero el año 1513. Su poseedor don Antonio de Arce y Beaumont fue agraciado en 1602 con una merced de acostamiento de 30.000 maravedís, que en 1626 pasó a heredarla su hijo del mismo nombre. A la muerte de éste, en 1649, recayó en don Antonio García de Arce y Agorreta, su hijo y sucesor en el palacio. En la relación de la Cámara de Comptos de 1723 figura como palaciano don Antonio de Ozcáriz y Arce. En 1766 pertenecía al licenciado don Julián Antonio de Arce, alcalde de la Real Corte Mayor, y tenía agregada una hacienda en Lérruz. Según el Libro de Armería, en el siglo XVI el escudo del señor de Arce era de sinople, con tres veneras de plata puestas en triángulo mayor.
Arte
Su iglesia parroquial es desde el punto de vista arquitectónico uno de los mejores ejemplares del románico rural navarro, favorecido además por su situación geográfica, pues se halla enclavada en un bello paraje en el valle de su nombre, elevada sobre el terreno circundante y exenta. El edificio ha sido objeto hace unos años de una acertada restauración.
Su estructura arquitectónica corresponde a un modelo muy simple y difundido: consta de una nave con ábside semicircular y torre a los pies. La presencia de este elemento y los contrafuertes de refuerzo le dan cierto aire de fortaleza.
La portada se encuentra según es usual en la época en el costado Sur y en posición avanzada respecto al resto de la fachada, ya que se halla situada en una especie de cuerpo saliente de la misma que remata en un tejaroz sostenido por modillones. Está formada por una arquivolta exterior, adornada con decoración vegetal, y tres arcos de bocel lisos, pero separados por entrantes ornamentados con diversos motivos -cabezas, bolas-. Los arcos se apoyan directamente en las jambas -el más exterior- o en columnas -los dos interiores-. Estas columnas están coronadas por capiteles, de los que dos ofrecen una decoración vegetal en tanto que en los otros dos se representan temas históricos, concretamente en uno, la Ascensión.
Además de la puerta el edificio cuenta con otros cuatro vanos, de las que uno se encuentra en el mismo punto que la puerta a su derecha y otros tres se distribuyen por el ábside. Su estructura es idéntica en los cuatro casos: constan de una arquivolta biselada y un arco de bocel liso apoyado sobre columnas con sus correspondientes capiteles adornados con entrelazos o con otros elementos vegetales excepto uno, perteneciente a la ventana del lado Sur, que presenta dos estilizados pájaros
La decoración escultórica de la portada y ventanas se complementa con la de los canecillos que sostienen el tejaroz de la portada y el alero del edificio, en los que encontramos los temas repetidos en el Románico: representaciones de vicios -gula, lujuria-, monstruos, músicos, etc. Tanto estas esculturas como las que aparecían en otras zonas de la iglesia -arquivoltas de la portada, capiteles de puertas y ventanas- son obras de carácter popular y en este sentido se han comparado a las de Artaiz, pero reconociendo que el artista que trabajó en esta ultima iglesia tenía un estilo más vigoroso y personal.
El interior del edificio se corresponde bien con el exterior: un ábside semicircular con su correspondiente bóveda de horno, precedido de un tramo recto cubierto con bóveda de cañón, y una nave dividida en cuatro tramos y cubierta también con bóveda de cañón sobre arcos fajones. Recibe luz por cuatro ventanas visibles al exterior, tres en el ábside y una en el lado Sur, a la derecha de la puerta de entrada. Cuenta además con otras tres ventanas ciegas, situadas una en el muro meridional a la izquierda de la puerta y otras dos en el septentrional, dispuestas simétricamente con respecto a las del lado Sur. La estructura de todas ellas es la misma que presentaban las perforadas por la cara externa: una arquivolta -ajedrezada en el caso de las del ábside- y bajo ella un arco de bocel apoyado sobre columnas con sus correspondientes capiteles. Estos últimos están decorados con temas vegetales, entrelazados y hojas, excepto uno que presenta animales acurrucados.
Cronológicamente puede situarse esta iglesia en la segunda mitad del siglo XII.
En tiempos contó con un pequeño retablo de tablas pintadas, de estilo renacentista vinculado al círculo del Maestro de Gallipienzo, pero actualmente se encuentra en la iglesia de San Juan Bautista de Burlada. En su lugar preside el ábside una talla de la Virgen con el Niño, perteneciente al período de transición entre el románico y el gótico que fue traída aquí desde la parroquia de Guindano.
Para esta iglesia de Arce los plateros Gaspar y Diego de Montalvo realizaron una cruz, terminada en 1643, pero que no se conserva.
Bibliografía
T. Biurrun, El arte románico en Navarra (Pamplona, 1936), p. 670-671. E. Casado, La pintura en Navarra en el último tercio del siglo XVI (Pamplona, 1976), p. 87-88. J.E. Uranga, y F. Iñiguez, Arte medieval Navarro (Pamplona, 1973), vol. II. p. 161-162 y 205, y vol. III, p. 101-102. L.M.ª Lojendio, Navarra románica (Madrid, 1978), p. 415. B. Urtasun, El valle de Arce y Oroz-Betelu, T.C.P., p. 211-23.