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ALBORGE

ALBORGE

Uno de los más antiguos linajes de la aljama hebrea ubicada en la Navarrería* de Pamplona. Se conoce también por el sobrenombre de Eder. Sólo para la segunda mitad del siglo XIV hay constancia de 17 de sus miembros. Del tronco familiar pamplonés derivaron los Alborges de Falces, siendo menos clara la filiación de los Alborgi tudelanos. Constituyeron en conjunto un activo grupo que incidió ampliamente en la vida económica y administrativa de la Navarra bajomedieval. Junto con otras estirpes congéneres, como los Abolfasa y Leví, los Alborge-Eder fueron los primeros en ocupar solares y casas en la judería reconstruida sobre los escombros de la Navarrería, arrasada casi medio siglo antes.

Su patrimonio urbano se concentró principalmente cerca del Huerto de los canónigos, en el barrio de Arriba, y en el de la Tejería, junto al portal de la Fuente Vieja. Su sólida posición propició su intervención decisiva en el gobierno de la aljama pamplonesa cuando ésta comenzó, hacia 1340, a recuperar el pulso. En el trío de jurados siempre hubo un representante de la familia durante las dos generaciones siguientes. Entre el centenar de prestamistas que operaban en el conglomerado urbano pamplonés, los Alborges estuvieron a la cabeza por el número y la cuantía de sus transacciones. En el reinado de Carlos II (1349-1387) llegaron a ser titulares de 265 actas de crédito, el 28,43% del movimiento registrado entonces en el mercado pamplonés. El volumen de sus negocios supuso 55.458 sueldos, 5 dineros, más 623 robos y medio de trigo. Para unos, como Saçón, Juce y Salomón, la actividad crediticia constituyó su principal ocupación; para otros es un complemento de sus oficios de plumeros, peleteros, etc., como en el caso de las viudas Olza, Soloru y Cima de Pamplona. Los más acaudalados militan en la oligarquía mercantil de la ciudad, y en ocasiones buscaron la asociación con mercaderes y burgueses de tanto prestigio y arraigo como los Cruzat*, aunque estas agrupaciones no llegaron a consolidarse. La solidez de su fortuna y su evidente capacidad de gestión les permitieron cumplir ocasionalmente tareas fiscales como recaudadores de pechas reales en Pamplona y su merindad. Algunos gozaron del favor regio, mientras otros sufrieron el peso de la justicia acusados de diversos delitos, como falsificación de moneda y depósito de joyas robadas.

La regresión económica y la continua inflación pudieron contribuir al declive del grupo familiar en el último tercio del siglo XIV. En el siglo siguiente fue evidente su repliegue del mundo de los negocios y su ausencia en los cuadros administrativos. La mayoría de sus miembros eligió el camino de la emigración al vecino reino de Aragón; algunas ramas menores de la estirpe permanecieron en Navarra consagrados a los oficios de físicos (médicos) y artesanos de la construcción y al gremio de sastres.

Bibliografía

B. Leroy, Recherches sur les juifs de Navarre à la fin du Moyen Age, “Revue des Etudes Juifs”, 140, 1981, pp. 319-432; versión española Los judíos de Navarra al final de la Edad Media “Moros y judíos en Navarra en la Edad Media” (Madrid, 1984), pp. 143-257.

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