ZUBELDÍA INDA, EMILIANA
ZUBELDÍA INDA, Emiliana
(Salinas de Oro, 6.12.1888-Hermosillo, Sonora, México, 26.5.1987). Pianista, compositora, profesora. Comenzó sus estudios musicales en la Academia de Pamplona (1896), que siguió y terminó en el Conservatorio de Madrid. Ganó por oposición (1920) el puesto de auxiliar primera de piano en la Academia pamplonesa, puesto del que pidió la excedencia (1922, 1923) para cursar estudios de piano y composición en París, donde siguió las enseñanzas de Vincent d´Indy, Blanche Selva y de Désirée Pâque. Dimitió del puesto (1924) y no volvió a Pamplona, donde quedó su marido, Joaquín Fuentes Pascual (Tudela, 1887-Pamplona, 1976), con quien contrajo matrimonio en Roncesvalles (1919). En 1927 -año en que murió su madre, ya viuda- la citó Adolfo Salazar entre los jóvenes compositores. Después se fue a América.
Actuó como concertista en Alemania, Austria, Inglaterra, Argentina, Brasil, Uruguay, Puerto Rico, Estados Unidos, Cuba y México. Se afincó (1948) en Hermosillo, ciudad en la que vivió hasta el fin de sus días. Allí emprendió una existencia sin relación con la anterior, de la que borró todas sus huellas, hasta el punto de que ni sus discípulos más cercanos supieron nunca ni su edad ni su estado civil; ni siquiera declaró su lugar de nacimiento, que decía ser Arnaiz.
En Hermosillo, Emilia Zubeldía desarrolló una intensa actividad como pianista, compositora, profesora de música, directora de coros e impulsora de iniciativas que hicieron de ella una figura influyente y admirada. Fundó y dirigió la Academia de Música de la Universidad de Sonora y hoy llevan su nombre una calle de la ciudad, el auditorio del Museo y Biblioteca universitarios y la plaza frente a la misma universidad, entidad que recibió todo su legado de partituras y manuscritos.
En la obra de E. Zubeldía, que conocemos mal porque ni está catalogada ni publicada apenas, parece que se pueden distinguir varios períodos o estilos. Al primero, de los años 20, pertenecen Esquises d´un après-midi basque (1925), Canción española y unas melodías (berceuse, guajiras, coplas gitanas, jota, zortzico), editadas por Max Eschig (París), cuya armonización, según el P.J.A. de Donostia “conoce los secretos del refinamiento moderno y se complace en ellos, no hurgando en la masa sonora con la dificultad del que busca y rebusca una veta, un filón cuya posición ignora dónde está enclavada (…). Suenan deliciosamente estas melodías populares por la línea de su dibujo”. A este período también pertenecen Soles y brumas de España (México, 1947), diez canciones del folklore. El tratamiento armónico de los poemas evolucionó, en años posteriores, hacia mayores complejidades tonales, como se advierte en los publicados por Ricordi (Buenos Aires, 1963), ¡Ay, que no soy!, Que soy blanca rosa, El primer día, Perdí mi canica, con versos de Ana Mairena.
E. Zubeldía aplicó la teoría de Augusto Novaro -y es la única que parece haberla seguido, según la exposición de Daniel Castañeda, Ensayos literarios y musicales- en Once tientos para piano (Buenos Aires, 1963), en que desarrolla los hallazgos de Cinco estudios para piano (México, 1946), en especial el empleo de las escalas armónicas y la inversión de los acordes.
Entre su numerosa obra coral -en la que abundan armonizaciones de canciones vascas- destaca la Misa dedicada a la Virgen de la Asunción titular de la catedral de Hermosillo.
Creó y dirigió hasta su muerte el Coro Universitario, con el que actuó en diversos estados y ciudades mejicanos, así como en Arizona y California, y con el que grabó un disco, Concierto inolvidable (1970), que contiene páginas de Alfonso X, Händel, J. S. Bach, L. Milán, L. Marenzio, Mozart, Couperin y O. Vecchi, más su citada “Misa de la Asunción”.
Después de su muerte, la Universidad Autónoma de México publicó un disco en el que una cara va ocupada por obras de E. Zubeldía para piano.