VÍNCULO
Asegurar el abastecimiento de pan al por menor en las plazas de las principales ciudades a un precio moderado y sin alteraciones bruscas era objeto de los “vínculos del trigo”. Institución similar a la de los pósitos o pallols en Castilla y Aragón, se gobernaban por una junta municipal, que se encargaba de comprar el grano que previsiblemente necesitaría en cada año el mercado de la ciudad, de almacenarlo y de venderlo a los panaderos autorizados, a quienes fijaban el precio máximo de venta del pan cocido. En los meses y años de carestía de los granos, los vínculos cumplieron con una importante función de asistencia social: vendían más barato que el mercado libre, con lo que aliviaban el padecimiento de los consumidores más pobres, a costa de endeudarse, a veces gravemente, la hacienda municipal, que subvencionaba esos precios bajos.
Una provisión acordada del consejo, de 1575, suprimió por un año todos los vínculos del reino, salvo los de las cinco cabezas de merindad, porque favorecían con sus voluminosas compras el alza de los precios. Nuevas disposiciones de 1584 y 1592 terminaron por prohibir los vínculos excepto en las cinco ciudades citadas, más Tafalla, Puente la Reina, Viana (1608) y Villafranca (1716). Sin embargo, en buen número de villas de la Montaña funcionaron administrativamente municipales del pan, que recibieron también el nombre de vínculos.
Probablemente, ninguno tuvo la envergadura ni desde luego la vitalidad del Vínculo de Pamplona, que se organizó en 1527 y fue el instrumento del ayuntamiento de la capital para ejercer el monopolio de la venta del pan, concesión de Felipe IV (VI de Navarra).
Estuvo en funcionamiento hasta la guerra de la Independencia, en que se agotaron sus reservas de grano, por la necesidad de abastecer a las tropas invasoras francesas, y se decretó la libertad de comercio del pan.
Sin embargo, el ayuntamiento restableció la institución en 181 y, durante el siglo XIX, no sólo recuperó su importancia, sino que se adaptó con cierta fuerza a las nuevas técnicas. En 1855, por ejemplo, instalaba amasadoras mecánicas del sistema Rolland y, en 1862, se iniciaban los trabajos para contar con una sede nueva, que se levantó frente a la iglesia de San Nicolás (junto a la plaza actual que, por ese motivo, se denomina del Vínculo).
La institución pamplonesa, por tanto, desempeñaba simultáneamente las funciones de estricta panadería y de pósito para préstamos. Y así continuó haciéndolo casi hasta su desaparición, en 1933. En 1885, prestaba a cada labrador que solicitase sus servicios 150 pesetas como máximo, por cuatro o cinco meses y mediante la firma de un fiador de la capital. Los préstamos solían hacerse en mayo y devolverse en septiembre; pretendían dirigirse, por tanto, a resolver los problemas del ciclo agrícola. No tenían interés nominal; pero el Vínculo daba la cantidad en calderilla y había de retornársele en monedas de oro o plata, lo que implicaba un quebranto -y por tanto una renta- que oscilaba entre el 2 y el 6 por ciento. En 1885 se calculaba que el Vínculo pamplonés prestaba cada año entre 15.000 y 20.000 pesetas; de manera que debían de beneficiarse no muchos más de cien labradores.
La historia de los demás vínculos navarros después de la revolución liberal apenas se conoce. Seguramente subsistieron con parecidas dificultades a las que caracterizaron la vida de los pósitos del resto de España, con la diferencia de que muchos de éstos pervivieron hasta nuestros días y la mayoría de los de esta región sucumbió en cambio. La memoria de la comisión provincial oficial -que se constituyó en 1884 para dictaminar sobre los problemas sociales- declaraba en 1885 que existían aún algunas fundaciones de origen privado y piadoso que hacían anticipos de granos a los labradores, pero no bastaban para las necesidades presentes de crédito.
Bibliografía
A. Floristán Imízcoz, Comercio de granos (siglos XVI-XIX) (Pamplona 1982).