VERRUGA
VERRUGA
Carnosidad cutánea por lo general redonda. Son también conocidas bajo los nombres euskéricos de garatx (Araquil), garitz (Lesaca, Echarri-Aranaz), kalitz (Baztán, Lesaca) y karatz (Larraun). Popularmente han recibido tratamientos dispares, tanto empíricos como supersticiosos. Remedio muy generalizado fue el atar a la excrecencia un hilo muy fino y prieto, dando lugar a que aquélla se necrosara, pero más generalizada ha sido la utilización de la leche de higuera o, como en Izurdia a, de “meacamas” (diente de León), o de verenguera (Noroeste). En San Martín de Unx ligaban también a la verruga una yerba que denominan “botón de gato” y en Améscoa la frotaban fuertemente con una llave de hierro dejada al sereno. En Esparza de Salazar la frotaban con una manzana dura partida por la mitad, procurando no mojar la verruga durante el tratamiento, también con “pelo de virgen” (semilla de aulaga) o le aplicaban un hierro candente.
En otros lugares unían lo empírico con lo creencial y así frotaban las verrugas con ajo, tras lo cual lo escondían y no lo miraban (Améscoa). En algunas zonas de La Barranca y en Esparza de Salazar castraban un limaco y frotaban con él las verrugas, metiéndolo después en un agujero hasta que se secara, momento en el que se decía desaparecerían las verrugas.
Tratamientos supersticiosos eran esperar al “Orate fratres” de la misa para pronunciar la fórmula mágica: “Burruga quita´te” (Usún) o decir en presencia del arco iris: “Oltzadarrak uda edaten / nere karitxak orain yuaten” (Montaña). En Allo cogían en la noche de San Juan tantas hojas de olivo como verrugas se tenían y las escondían en el campo, de modo que cuando el interesado se olvidaba del lugar donde había escondido las verrugas desaparecían; cosa parecida hacían en Améscoa, en Domeño y en Navascués, donde recurrían a las hojas de boj, que era preciso colocar bajo una piedra en terrenos de otro pueblo, cerca de la muga. Había lugares del Valle de Salazar donde cubrían las verrugas con hojas de boj en un lugar desde donde se veían tres ermitas, que debían ser Musquilda, Magdalena y Arburu. Otros ponían en un pañuelo tantos ajos como verrugas y escondían el paquete bajo una piedra (Artieda).