TÚNEZ
TÚNEZ
Objetivo inmediato y lugar de destino de la última cruzada del rey Luis IX de Francia, a quien acompañó su yerno y vasallo Teobaldo II. Aunque desde el punto de vista militar resultó un fracaso, la empresa comunicó un cierto prestigio a la monarquía navarra. Teobaldo había recibido la cruz en París (marzo 1267) en una ceremonia reiterada poco después (5 junio) con mayor solemnidad junto con su suegro y sus cuñados. El papa Clemente IV le otorgó los habituales privilegios: el diezmo de las rentas eclesiásticas del reino y las sumas provenientes del rescate de votos, y la protección de la Santa Sede para su persona y sus dominios; y le encomendó la predicación de la cruzada en Navarra al prior de los dominicos y al guardián de los franciscanos de Pamplona. Teobaldo, que había dejado el gobierno del reino en su hermano Enrique, zarpó de Marsella (4/5 julio de 1270) y en Cagliari (Cerdeña) secundó los planes de su suegro de dirigir la expedición a Túnez. Desembarcado en la costa africana (17 julio), el ejército cruzado acampó en las cercanías de Cartago, pero no logró atraer a los tunecinos a una batalla a campo abierto. En una de las operaciones enemigas por sorpresa (26 julio) descollaron por su arrojo el rey de Navarra y sus caballeros. Guillermo de Anelier, presunto testigo presencial, refiere con viveza el episodio. Pero el caudillo de la expedición, San Luis, fue una de las primeras víctimas de la epidemia de disentería declarada entre los cruzados. La llegada de Carlos de Anjou con víveres y refuerzos palió la desesperada situación y permitió trabar nuevos combates con los tunecinos (4 septiembre y 2 octubre), en el último de los cuales Teobaldo ejerció el mando de la retaguardia integrada por navarros, champañeses y borgones. Los cristianos consiguieron al menos que el emir al-Mostansir pidiera la paz, comprometiéndose a abonar una fuerte indemnización de guerra y un tributo anual al rey de Sicilia, y tolerar la predicación del cristianismo en su tierra. Un par de semanas después de la arribada del ejército cruzado, expiraba Teobaldo en la ciudad siciliana de Trápani (4/5 diciembre). También la reina Isabel, que había acompañado a su marido, falleció poco después en el viaje de retorno por Francia (abril 1271). La relación de cruzados navarros que dan en sus obras Diego Ramírez Dávalos de la Piscina y Francisco de Alesón es sin duda apócrifa; sólo se puede afirmar con seguridad la participación en la cruzada de los caballeros García Martínez de Uriz y Alfonso Díaz de Falces, que suscribieron en Cartago el testamento del soberano.