TORRE, ALFONSO DE LA
TORRE, Alfonso de la
(Diócesis de Burgos, comienzos del siglo XV-?). Poeta, escritor, preceptor del Príncipe de Viana; acaso judío converso, estudió en Salamanca teología y disciplinas liberales y, ya bachiller, ingresó en el colegio mayor de San Bartolomé (1437). Debió de mezclarse en las luchas civiles de Castilla, tuvo que huir del condestable Álvaro de Luna y llegó a la Corte de Navarra, en la que estaba en 1442.
Fue un poeta destacado que mereció fama de “gran filósofo”. Sus obras, contenidas en cancioneros del XVI, son en buena parte de contenido amoroso, aunque no puede olvidarse que Juan de Villalpando, al dirigirle una pregunta sobre “la inconstancia e industria de la Fortuna”, llega a decir que
“Si non vos, non sé ninguna
persona que razón buena
me diga cómo se faze”.
A esto de la Torre responde que el infortunio verdadero nace del olvido de la razón, pues ésta anula el error.
En la corte navarra, Juan de Beaumont, prior sanjuanista y tutor del príncipe Carlos, le encargó que escribiera una recopilación de las artes liberales y de los deberes morales, útil para la enseñanza del príncipe. El fruto fue el Tratado llamado Visión deleytable de la philosophia et de las otras sciencias. De la Torre, que en el proemio se manifiesta molesto con los “mordedores envidiosos no participantes, mas apartados de todo bien”, redactó una enciclopedia de los conocimientos humanos de su época. No es, pese al título, un tratado, en el sentido actual, sino una alegoría, dividida en dos partes. El autor cae en profundo sueño; los vientos que surgen de las cavernas de Eolo le entenebrecen la visión; huye la Verdad, la Poesía cae sometida por la barbarie y triunfa la Discordia; al pie de un monte, el autor encuentra una doncella, la Gramática, a la que se acerca un niño, el Entendimiento, que en su ascención pasa de la Gramática a la Lógica, y de ésta a la Retórica; después del trivium aparecen personificadas las artes del quadrivium, Aritmética, Geometría, Música y Astronomía, y la Razón y la Verdad llevan al Entendimiento al palacio de la sabiduría; allí conoce cuestiones como la existencia de Dios, la inmortalidad del alma y la creación. En la segunda parte, la Razón despliega las enseñanzas de la moral. El libro termina con recomendaciones sobre las formas y deberes sociales, más el comportamiento político, entre otras cosas ingiere, que no “hubiera nin se consistiesse diversidad de leyes nin de creencias”.
De la Torre muestra poca originalidad, pues sigue sin discrepancia las Etimologías de S. Isidoro, el Makasid al-Falasifa de Algazel (traducido en el siglo XIII por D. Gundisalvo) y el Moreh Nebuohim de Maimónides (también vertido al castellano en el XV). La doctrina Isidoriana de las artes liberales había sido aplicada ya por Alfonso el Sabio en el Setenario, seguido sin sombras por la escuela de Salamanca. También sigue a Isidoro al preferir entre los fundadores de la Lógica a Aristóteles y a Porfirio, además de a S. Boecio y a Quintiliano en lo referente a las partes de la oratoria. En cuanto a la forma alegórica del trabajo, se inspira en Dante, como otros contemporáneos (Mena y Santillana). Esas deudas no rebajan la calidad e importancia de la obra, pues no pretendió labrar un texto original, sino ameno y útil en la doctrina y en la exposición.
De la Torre pide al final de la obra a Juan de Beaumont (Beamonte) que no pase el libro a quien no fuera su destinatario, Carlos de Viana: “Y por tanto, señor, yo os suplico quanto puedo y demando de merced singular que aqueste libro no passe en tercer persona, porque por ventura algun voluntario que no entendiesse mi fin, increpar me ya (…) porque lo puse en palabras vulgares y toqué tan abiertamente las cosas amagadas como hasta hoy ninguno lo haya querido fazer en los que han escripto antes de agora. Y por ventura me argüirían los tales de presumptuoso y audaz”.
Esta cauta petición alcanzó ciertos oídos. La Visión deleytable fue recibida con admiración y aplauso y corrió en copias manuscritas, que no debieron de ser pocas, si juzgamos por las que nos han llegado. Y en el mismo siglo XV aparecieron las tres primeras ediciones en el original castellano: Burgos, 1485, por Fadrique de Basilea; Toulouse, 1489, por Juan Parix Esteban Clebat (primera ilustrada), y la impresa en la misma ciudad en 1494 por Enrique Mayer. Pero antes salió a la luz la versión catalana, Visió delectable (Barcelona, abril de 1484). El siglo siguiente conoció otras tres ediciones castellanas y cuatro italianas, éstas sin el nombre de Alfonso de la Torre, sino con el del traductor Domenico Delfini. Según parece, el hijo de éste encontró la obra entre los papeles de su padre y la creyó original. Estas ediciones venecianas alcanzaron tal difusión que Francisco de Cáceres, judío, tradujo el libro al castellano y lo imprimió en Frankfurt (1623). Esta versión salió de nuevo en 1663, en Amsterdam y fue incluida en el “Indice” (1750). Adolfo de Castro la insertó en la Biblioteca de Autores Españoles (n.° 36) con otras obras, reunidas bajo el título de Curiosidades bibliográficas. Colección escogida de obras raras de amenidad y erudición. Hay edición, facsímil, no venal, de la segunda (Madrid, 1983).
Bibliografía
J. Amador de los Ríos, Historia crítica de la literatura española (Madrid, 1865), VII, p. 45-60. Estudio de Hipólito Escolar en la facsímil (Madrid, 1983) de la segunda (Toulouse, 1489).