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TORO, CASTILLO DE

TORO, castillo de

Se alzaba en época medieval en la planicie llamada Plano Toro, hacia la mitad de la falda meridional de la sierra de Cantabria, frente a la población alavesa de Laguardia.

En 1239, Sancho Ramírez de Piédrola prestó homenaje a Teobaldo I por ésta y otras dos fortalezas de la comarca. Más tarde, en 1276, figura como gobernador García Pérez de Lagrán. Hacia 1300, aparece Gonzalo Martínez de Morentin, con una retenencia de 8 libras y 40 cahíces al año. Por estos años se hicieron obras en dos ocasiones: en 1280, derribando un torreón y una peña y también haciendo “andamios aderredor del castieillo” y una casa de nueva planta, y en 1290, reparando una de las casas.

Por los años 1315-1320 era alcaide del castillo Juan Corbarán de Leet, con 13 libras y 65 cahíces de asignación. Poco después, en 1323, se hicieron nuevas reparaciones en la fábrica. Carlos II confió la guarda en 1351 a Diego López de Alsasua, escudero, que al parecer, ya venía desempeñándola con anterioridad. A causa de su vejez, se le relevó en 1360, asignándole una pensión en trigo. Hacia 1368 ocupaba su puesto Pedro Sánchez de Samaniego.

Juan García, maestro de obras del rey visitó el castillo en 1386, requerido por el recibidor, manifestando más tarde haber hecho obras por valor de 7 libras, las cuales, caso de no haberse realizado, hubieran supuesto la ruina de la fortaleza, cuya reparación hubiera costado más de 1.000 libras. Era alcaide por entonces Diego Sánchez de Berberana, que llevó a cabo nuevas mejoras y arreglos en 1389. Ese mismo año señalaba el mazonero que reconstruir lo que habían derribado los castellanos podría costar unas 130 libras. En 1442 sustituyó a Diego Sánchez su hijo Martín Sánchez de Berberana, que fue confirmado en el puesto por la reina Blanca. En la guerra del año 1430, este alcaide rindió el castillo a los castellanos, por cuyo delito -dice una cuenta de entonces- “fue justificado et fecho cuartos”. Dada la dureza del castigo, debió de tratarse de un caso de alta traición.

En 1436, restituido ya el castillo a la corona de Navarra, fue nombrado alcaide Gil de Zuasti, vecino de San Vicente de la Sonsierra. Estuvo muy poco tiempo, sucediéndole en 1439 Juan Ximénez de Laguardia, en cuyo alcaidío se hicieron nuevamente obras.

A éste, a su vez, le sustituyó en 1446 Sancho Fernández de Dávalos. Los últimos alcaides puestos por el rey de Navarra de que hay noticia fueron Pedro de Frango, que lo era en 1449, y Pedro de Garay hacia 1457. Pocos años después, en 1460, el castillo fue conquistado por Enrique IV de Castilla, junto con otras plazas y fortalezas de esta zona, y ya no volvió a Navarra.

Hacia 1800, todavía era visible, en el sitio llamado “el Castillo”, “en peña viva, una excavación o rebaxo casi quadrado, como de 6 pies de largo, que parece tallado a pico, con 4 de profundidad, y cerca de él, a poco que se cave, se encuentran cascos de tejas y cierta mezcla de tierra que parece ser mortero. Aquí estuvo situado el antiguo castillo de Toro, fundación, según creyeron algunos ligeramente, de don García Iñiguez, diputado rey de Navarra en el siglo VIII…”

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