SANJUANISTAS
SANJUANISTAS
Llamados también Hospitalarios. Miembros de la Orden religiosa, asistencial y militar progresivamente desarrollada a partir de la comunidad reunida, a mediados del siglo XI, por San Gerardo de Provenza para atender a los peregrinos pobres y enfermos en el hospital de San Juan de Jerusalén. La institución cobró verdadera entidad después de la primera cruzada y la conquista de los Santos Lugares (1099). Amparado por el papa Pascual II, el primer maestre, Gerardo, difundió enseguida la fama del Hospital por los países de la Cristiandad occidental. A las limosnas se añadieron cuantiosas donaciones de bienes raíces que generaron una extensa red de establecimientos fijos para gestionar las propiedades y rentas adquiridas. El segundo maestre, Raimundo de Puy, dotó a la Orden de una regla, le imprimió carácter también militar y acomodó su organización jerárquica a la pluralidad de formaciones políticas cristianas. En un principio habían de dependido del priorato de Sannt-Gilles (actual departamento francés de Gard) todas las posesiones sanjuanistas comprendidas entre el curso del Ródano y el Atlántico. Hacia 1140 consta la existencia de sendos prioratos en Castilla y Portugal. Guillermo de Belmés gobierna ya hacia 1153 el de Navarra y, poco después, funciona la “castellanía” de Amposta para la corona de Aragón. Hubo, con todo, “grandes comendadores” para todos los vecinos hispano-cristianos hasta comienzos del siglo XIV y no tardó en formar entonces Cataluña un nuevo priorato. Tras la pérdida de Jerusalén (1187) la sede del gran maestre había estado en San Juan de Acre y luego (1291) en Chipre. Radicó a continuación en Rodas (1309) hasta que la conquista de la isla por los turcos otomanos (1522) obligó a un nuevo traslado, primero a Creta y, finalmente, por concesión del soberano español Carlos V (1530), a la isla de Malta, señorío de la Orden hasta su conquista por Napoleón y, dos años después, por los ingleses (1800). En estas vicisitudes los Hospitalarios fueron conocidos también como “caballeros” de Rodas y, al cabo, de Malta. Cuando a mediados del siglo XV se reorganizó la Orden en ocho “lenguas” o naciones, una de ellas incluyó Castilla y Portugal y otra Navarra y Aragón. Prestó valiosos servicios militares en las empresas de reconquista de las monarquías hispano-cristianas, pero en las zonas alejadas de la frontera musulmana, como Navarra, se limitó a desempeñar sus funciones de gestión económica y de asistencia de desvalidos y viandantes, particularmente en las rutas de peregrinación a Santiago.
Prescindiendo de un legado articular de bienes muebles (1120), las primeras donaciones conocidas a favor del Hospital en tierras navarras se debieron a Alfonso I el Batallador: un collazo en Astráin (1129), otro en Larraya (1130) y un “palacio” y la iglesia de Santa María en Sangüesa (1131). En su célebre e inviable testamento el mismo monarca, embriagado por el espíritu de cruzada, instituyó (octubre 1131) al Hospital “de pobres”, Hospitali pauperum, de Jerusalén, conjuntamente con el Santo Sepulcro y el Temple, “heredero y sucesor” de su reino, Pamplona y Aragón, tanto en el dominio de la tierra, dominatum, como en el gobierno de los hombres, principatum et ius. Después de la muerte del Batallador, las tres instituciones eclesiásticas no tardaron en concertar con Ramón Berenguer IV (1140-1143) la renuncia de sus derechos sobre Aragón a cambio de ulteriores compensaciones en castillos, villas y tierras. No cabía en el caso de Navarra un acuerdo semejante, pues la Curia romana no reconoció el título de rey al nuevo soberano ni a su sucesor. Con todo, tanto García Ramírez como Sancho VI el Sabio favorecieron generosamente a los Hospitalarios, en una especie de transacción implícita, avalada por el transcurso del tiempo y la discreción de ambas partes. A los polos iniciales de Sangüesa y Cizur Menor añadieron García Ramírez las villas de Cabanillas y Fustiñana (1142), y Sancho VI el Sabio la de Pedriz (1174) y sus “palacios” de Estella (1165). El ejemplo de los monarcas y el marcado ánimo benéfico de la orden suscitaron paralelamente numerosas donaciones que incrementaron su patrimonio de forma espectacular. Se configuraron así diferentes “encomiendas” o centros de gestión a escala comarcal. Antes de acabar el siglo XII constan las de Sangüesa, Iracheta-Leache, Cizur Menor-Olaz, Bargota, Cahués, Echávarri-Zufía, Melgar, Falces, Casanueva-San Adrián, Tudela, Calchetas, Cabanillas-Fustiñana-Buñuel. A finales de las siguientes centurias contaban los Hospitalarios con 14 villas, 21 iglesias y heredades diseminadas en más de 250 lugares del reino. La incorporación de las posesiones navarras de los Templarios (1313) supuso otro notable incremento. Con ello se fue remodelando el mapa de encomiendas. Perduraron las de Induráin, Leache, Cizur Menor, Olaz-Subiza, Biurrun, Cogullo-Melgar, Villafranca, Tudela, Calchetas, Cabanillas, Ribaforada y Aberin, a la cual se unió (1428) la de Echávarri. Algunas de ellas fueron adscritas a la dignidad priora], Olaz-Subiza en 1363, Cizur, Tudela, Ribaforada y Cabanillas en el siglo XVI. La “casa” de Bargota y su comunidad de “freilas” pasaron a engrosar con sus dependencias (1469) la considerable dotación del convento del Crucifijo de Puente la Reina. No se debe olvidar las dos encomiendas de Ultrapuertos, Apat-Hospital e Irisarri, existentes ya en el siglo XIII y agregadas en 1627 al priorato francés de Champaña. Las iglesias guipuzcoanas de San Juan de Arramel, en Tolosa, y Santa Catalina, extramuros de San Sebastián, estuvieron vinculadas a la encomienda de Induráin. Las tierras desamortizadas a los Sanjuanistas en Navarra (1836-1839) sumaban más de 8.000 hectáreas, unas 200 de regadío, y suponían casi el 20% de todas las heredades eclesiásticas. Desde el siglo XIV el gran prior de la Orden fue figura prominente del brazo eclesiástico en las Cortes del reino, en las que solía ocupar el asiento siguiente al obispo de Pamplona. Entre los titulares de tal dignidad cabe recordar a Martín Martínez de Olloqui (1387-1433), Juan de Beaumont (1435-1487), Berenguer Sanz de Berrozpe (1491-1515), Juan López Vélaz de Eulate (1523-1537), Francisco Pasquier (1540-1559), Luis Cruzat (1570-1591), Miguel Cruzat (1591-1602), Bernardo de Ezpeleta (1602-1617) y Martín de Redín (1625-1657). Este último fue luego gran maestre de la Orden (1657-1660), lo mismo que el posterior gran prior Francisco A. Jiménez de Tejada (1773-1775).
Bibliografía
S.A. García Larragueta, El gran priorado de Navarra de la Orden de San Juan de Jerusalén. Siglos XII-XIII (Pamplona, 1957), 2 vol., y Ordenes Militares. San Juan de Jerusalén, “Dicc. de Hist. ecles. de España”, III (Madrid), p. 1817-1820. A.J. Martín Duque, La restauración de la monarquía navarra y las órdenes Militares (1134-1194), “Anuario de Estudios Medievales”, 11 (1981), p. 59-71.