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ROSARIO DE LA AURORA

ROSARIO DE LA AURORA

Devoción religiosa, razón de ser de las auroras, cuyo origen se documenta a mediados del siglo XVII. El obispo Andrés Girón (1664-1670), es considerado el primer impulsor episcopal de su rezo generalizado en las parroquias. Su sucesor, el franciscano Pedro Roche (1671-1683) y más tarde el obispo, virrey y capitán general de Navarra Juan Grande Santos de San Pedro (1683-1692) inculcaron la práctica en días de fiesta y horas nocturnas, respectivamente.

Las cofradías de la Virgen del Rosario como la de Artajona en 1705 no tardaron en generalizarse y, siendo obispo Melchor Ángel Gutiérrez Vallejo (1729-1734), la devoción salió a las calles de villas y ciudades. En 1731 el abad de Adiós (Ilzarbe) encargó que todos los domingos saliesen los feligreses por el pueblo cantando el rosario. Poco a poco su rezo fue calando en la población hasta convertirse en oración doméstica.

Desde una fecha indeterminada, los soñolientos labradores han podido ganarse las indulgencias concedidas por los prelados a los devotos del rosario, durante la misa del alba. Los auroros han recorrido las calles con sus estandartes, faroles y campanillas, invitando al acto. El auge de esta costumbre se dio a partir de la revolución francesa, cuando regía la diócesis Esteban Aguado y Rolas que en 1790 concedía cuarenta días e indulgencias por cada padrenuestro o avemaría del rosario cantado. León XIII (1878-1903), hizo obligatoria la devoción en toda la iglesia y dedicó el mes de octubre a la Virgen. Durante el siglo XX, en las madrugadas del mes de la vendimia se cantaba: “Viva María/Viva el Rosario/Viva Santo Domingo/que lo ha fundado”. Era popular la estrofa: “El demonio a la oreja/te está diciendo:/No vayas al rosario/sigue durmiendo. /Labrador si tu quieres/frutos del campo,/los tendrás abundantes/con el Rosario.”

En la postguerra renació la aurora con matices nuevos. Las mujeres, las hijas de María, comenzaron a tomar parte en los coros, integrados hasta entonces exclusivamente por varones. Nuevas partituras y letrillas enriquecieron el repertorio tradicional. Aunque en la década de 1980, se produjo un cierto declive del rosario y de la aurora en algunas poblaciones navarras, en otras continuaba cantándose con una nutrida participación ciudadana, en determinadas fiestas.

Son numerosas las muestras que ensalzan las excelencias del rosario en boca de los auroros:

“Al balcón de los cielos se asoma María Santísima, nuestra emperatriz;
Los ángeles bailan de contentos
en ver que el Rosario ya quiere salir.”

La felicidad proporcionada por el rosario y la aurora supera con creces la de la visión beatífica de los santos en la gloria. De no impedirlo Dios, se produciría una fuga de bienaventurados para unirse a los rosarieros, en cuanto suenan los primeros campanillazos:

“A la voz de esta leve campana
ya sale María del cielo Imperial,
ilustrando con sus resplandores
a los que al Rosario le van a rezar.
Si los santos que están en el cielo
pudieran bajar para más merecer,
bajarían al santo Rosario
todas las mañanas al amanecer.
Si queréis tener
esta dicha que no tienen ellos,
lograrás la otra que siempre posén.”

La de San Isidro invita al Rosario dando esta noticia;

“¡Labradores! ¡Todos al Rosario!
Que si a San Isidro le deja el Señor
bajaría del cielo gustoso
para acompañarnos en la procesión.”

El permiso denegado al patrón de los labradores lo debió conseguir el evangelista Lucas, según dice esta saetilla de su aurora:

“Vamos sin tardar,
que San Lucas quiere acompañarnos
en este Rosario por todo el lugar”.

La presencia de los santos suple la ausencia de los perezosos:

“Los faroles están encendidos;
por falta de gente no puede salir.
¡Angelitos! Bajad a cogerlos,
porque los cristianos no quieren venir.”

Ante tan ferviente súplica, la Virgen, los bienaventurados y todos los coros angélicos vienen a suplir a los perezosos mortales:

“El Rosario por las calles cantan;
las voces resuenan con mucho primor,
y Santiago lleva el estandarte,
los santos, las luces, llenas de candor.
Pero lo mejor
es el ver a María en su trono
como generala, más bella que el sol.
Vamos, vamos todos a la iglesia
a ver que del cielo bajan sin cesar
querubines, santos, serafines
y dominaciones a Dios alabar.”

Sí, tanto vale el rezo del Rosario, que el mismo Dios ha dado mandamiento para que se acuda a él:

“¡Cuántas almas están condenadas
por no dar oídos a la voz de Dios!
Hoy te llama, cristiano, al rosario;
no te hagas el sordo a la voz de Dios.
Oye, pecador,
y, dejando la cama y el sueño,
haz lo que te manda el mismo Señor.”

El mayor enemigo, contra el que abren implacable fuego los auroros, es la pereza:

“La pereza es vicio de vicios
y, como cristianos, debemos huir,
porque todo lo bueno entorpece
y todo lo malo nos hace seguir.”

Los cantores se sienten felices cuando el fiel cristiano se da prisa para marchar al templo:

“Ya nos vamos contentos y alegres
en ver que el devoto vistiéndose está
y que deja la cama y el sueño
y al santo Rosario viene a acompañar.”

Por el contrario, se anuncia de mil maneras la desventura del perezoso y la fortuna del madrugador:

“San Anselmo dice que una misa
vale más en vida que en muriendo mil.
Pues, dispierta, pecador, dispierta
y vamos a oirlas antes de morir.
Llegad y venid.
No se pierda lo que tanto vale
por un cuarto de hora que habéis de dormir.
Si te diesen por ir al Rosario
de cada mañana, tan sólo un doblón,
dejarías la cama gustoso,
y tienes pereza por más de un millón.
Pues, pon atención,
y verás que más vale una misa
que los intereses del Rey Salomón.
¡Ay, cristiano, que con tanto gusto
al santo Rosario solías llegar!
Cuántas gracias y auxilios se pierden
por la vil flojera de no madrugar.
Oíd y temblad!
Que la infame y malvada pereza
ha llevado a muchos al fuego infernal.
Si dejáis de venir al Rosario
por vuestra pereza, vicio capital,
no asistiendo de manera alguna,
de muy desgraciada es vuestra señal.
¡Por Dios!, ¡no hagáis tal!
Acudid siquiera alternando;
no seáis ingratos os queráis negar.
Mueve, mueve, cristiano, ese cuerpo
dejando la cama y camina a rezar,
pues bien sabe que tienes una alma
y si esa la pierdes te has de condenar.”

(Aurora*).

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