RÍO
Corriente de agua continua más o menos caudalosa, que va a desembocar en otra, en un lago o en el mar. La mayor parte del territorio navarro vierte al Mediterráneo por intermedio del Ebro y una pequeña porción del noroeste lo hace al mar Cantábrico: 9.332 y 1.089 km2, respectivamente. La frontera política con Francia no coincide con la divisoria de aguas entre ambos mares, de suerte que una parte del territorio francés es drenada hacia el Ebro y el Mediterráneo por medio del Irati y otra parte del navarro lo es hacia el Cantábrico a través de Francia, por medio de Olabidea (afluente de la Nivelle) y el Aritzacun y el Luzaide o río de Valcarlos, que lo son de la Nive.
Caudalosidad
Comparados con otros peninsulares, los ríos navarros son bastante caudalosos. Se comprende que así sea, dadas las elevadas precipitaciones que recibe el Pirineo occidental. Los típicamente pirenaicos -Esca, Salazar, Irati, Erro- que vierten al Aragón, así como este río, tienen caudalosidad específica muy alta, no tanta como los franceses de ultrapuertos, pero sí mayor que la de los aragoneses del Pirineo Central, y varía de O a E y de N a S, de acuerdo con las modificaciones del total pluviométrico, muy sensible en ambas direcciones.
La caudalosidad o abundancia de un río hace referencia al total de sus aportaciones expresadas en Hm3. Se denomina caudal absoluto cuando viene dado en m3/seg y específico cuando se pone en relación con la superficie de la cuenca: l/seg/km2. Un primer aspecto a destacar es la importancia de las aportaciones de los afluentes navarros al río Ebro: casi duplican el caudal que este lleva antes de entrar en Navarra (137,5 m3/seg en Mendavia) y en total suponen el 28% de lo que desagua al Mediterráneo. No en balde “Ega, Arga y Aragón hacen al Ebro varón”. El más caudaloso de todos es el río Aragón, que en Caparroso tiene una aportación de 81,04 m3/seg a falta de recibir al Arga cuyo caudal es de 55,6 m3/seg. No obstante, si deducimos los que provienen de la provincia de Huesca (38,56 m3/seg en Yesa) y añadimos el caudal del Esca (afluente del Aragón antes de Yesa), su caudal absoluto se reduce a 55,38 m3/seg. En este caso el Arga ocuparía el primer lugar por escasa diferencia, al que corresponde también el mayor caudal específico (20,57 l/seg/km2) al drenar la parte montañosa noroccidental que es una de las zonas más lluviosas de Navarra dentro de la cuenca del Ebro: el del Aragón en Caparroso es de 14,81 l/seg/km2. El Ega es el tercer gran río navarro, no sólo por su caudal específico (16,8 l/seg/km2 en Andosilla) que incluso supera al del Aragón, sino por la superficie de cuenca que drena. Importantes también son los caudales del Irati y Araquil, pero como afluentes del Aragón y Arga, respectivamente.
El Ebro actúa como colector general de todos los ríos de la vertiente mediterránea, con un caudal que pasa de 137,5 m3/seg en Mendavia a 237,08 en Castejón después de recibir los 480,7 Hm3 anuales que aportan los ríos navarros de esta vertiente. El Aragón aporta 2.555,6 Hm3 anuales, de los que 1.216 provienen de la provincia de Huesca. Anteriormente ha recibido los 406,8 Hm3 que el río Esca drena del Valle del Roncal. En Liédena recibe al Irati con una aportación anual de 1.232,7 Hm3, que a su vez recoge las aguas del río Salazar (259,5 Hm3 en Aspurz), del Erro (205,3 Hm3 en Urroz) y del Urrobi cuyo caudal no puede ser más que estimativo al carecer de estación de aforo. Aguas abajo de Sangüesa recibe al Onsella (55,2 Hm3) cuyas aguas provienen casi en su totalidad de la provincia de Zaragoza, en su tramo final recoge las aguas que aporta el Cidacos (31,2 Hm3) y cerca de su desembocadura las del Arga (1.754,7 Hm3 en el aforo de Peralta). Éste, a su vez, recibe 207,8 Hm3 del río Ulzama en Olave, 805,1 del Araquil en Asiáin y 7,56 del río Salado en el aforo de Esténoz, además de los 65,9 del Ubagua en Muez. El Ega registra una caudalosidad de 530,4 Hm3 en el aforo de Andosilla, de los que 224,2 proceden de su afluente el Urederra. El Alhama y el Queiles son los dos afluentes más importantes de la margen derecha del Ebro. La aportación del primero es de 98,2 Hm3 y la del segundo 17 Hm3. Ambos muy aforados en su cabecera cuando su superficie vertiente todavía es reducida. Sin embargo cabe pensar que su caudalosidad no se incrementará de forma importante al discurrir hacia el centro de la depresión del Ebro, donde las precipitaciones son cada vez más escasas y las pérdidas por evaporación cada vez más cuantiosas.
Mucho más caudalosos son los dos ríos aforados de la vertiente cantábrica: 365 Hm3 anuales el Urumea y 731 el Bidasoa. Por su situación en la zona de más frecuentes precipitaciones presentan los mayores caudales específicos de Navarra (50 l/seg/km2), superiores incluso a los que tienen los ríos pirenaicos en sus cabeceras (46 l/seg/km2 el Irati en Arive) que son, a su vez, los mayores de entre los ríos navarros que vierten al Ebro.
Irregularidad
El hecho de no haber podido disponer de los aforos, correspondientes al año hidrológico 1948-1949, extraordinariamente seco, en las estaciones del Esca, Ulzama, Arga-Peralta, Urederra, Ega y Ebro-Mendavia hace que sus respectivos coeficientes de irregularidad aparezcan como excesivamente bajos en el cuadro adjunto. Tampoco son fidedignos -por diversas razones- los coeficientes del Erro en Urroz y del Aragón en Caparroso. Hechas estas salvedades, puede afirmarse que los ríos nacidos en la Navarra húmeda del noroeste y en el Pirineo tienen coeficientes de irregularidad comprendidos entre 3 y 8, algo mayores en los segundos que en los primeros, y que a los ríos prepirenaicos corresponden valores mucho más altos; lo mismo afirmaríamos de los ibéricos, si tuviéramos datos de aforo dignos de crédito. La Navarra atlántica tiene una mayor regularidad pluviométrica e hidrológica que la pirenaica y mucho mayor que la mediterránea.
Las aportaciones anuales presentan una importante variabilidad interanual, tanto mayor en los ríos de la vertiente del Ebro debido a que drenan cuencas más extensas. Variabilidad en parte mitigada por los importantes acuíferos existentes en Navarra, tanto de formaciones sedimentarias de naturaleza caliza (Urbasa-Andía, Aralar, Larra, etc.) como en los mantos aluviales que flanquean sus orillas, especialmente en sus cursos bajos. El coeficiente de irregularidad del Aragón en su curso alto es de 10, reduciéndose a 6,1 en Yesa debido al efecto regulador del pantano. Poco después recibe al Irati y sus afluentes, cuyos coeficientes oscilan entre 7 y 8, y al Onsella con un índice de 61,3 debido a su condición de río prepirenaico. En Caparroso, cerca de la desembocadura, incide la suma de dichas irregularidades cuyo valor final es de 22,6. Sus caudales han oscilado entre 312 y 7.061 Hm3 anuales, correspondientes a los años de mínima y máxima aportación. El alcance de esta última cifra podemos apreciarlo al observar que casi corresponde al caudal medio del Ebro en Castejón. Arga y Ega presentan menores coeficientes debido a su posición más occidental, donde la mayor frecuencia de lluvias y los importantes relieves cársticos existentes tienden a regularizar sus caudales. En la cabecera del Arga los valores oscilan entre un coeficiente 2,6 para el Ulzama y de 5 para el Araquil. En su curso medio es de 5,9 y en su desembocadura de 3,2. Esta disminución en el tramo final es debida a la regulación que ejerce el pantano de Alloz, hacia donde van las aguas de los ríos Salado (coeficiente 4,9) y Ubagua (2,8) muy regularizado por el acuífero de Andía. En el Ega la irregularidad es de 4,96 a su paso por Estella y de 3,4 en su desembocadura (Andosilla). Poco antes de la primera localidad ha recibido el Urederra, cuya variación interanual es de sólo 4 debido a la regulación que ejerce el acuífero de Urbasa. La cifra correspondiente a Andosilla presenta serias dudas, pues, aun admitiendo un efecto regulador por parte del Urederra, difícilmente puede reducir la del conjunto del Ega a valores inferiores al suyo. Y aún en este supuesto sus efectos ya serán sensibles en el aforo de Estella, donde ya han desembocado sus aguas. La irregularidad del Ebro se incrementa a su paso por Navarra, debido al aumento de su cuenca y a los coeficientes de irregularidad de los afluentes navarros. Hasta Mendavia es de 2,98 y en Castejón de 6,31. En esta última localidad sus aportaciones han oscilado entre caudales anuales que únicamente han sido el 29% de los normales (2.207 Hm3) y de hasta 180% (13.939 Hm3) En su margen derecha la variabilidad interanual se incrementa de forma ostensible, de acuerdo con la irregularidad climática de esta zona: coeficiente 12 para el Alhama y 5 para el Queiles, ambos aforados muy en cabecera como ya se ha comentado. Los de la vertiente cantábrica reflejan las condiciones plenamente oceánicas de esta zona. Su irregularidad es la más pequeña, hasta el punto de que sus caudales no llegan a duplicarse entre el año de mayor y menor aportación. El Urumea tiene un coeficiente de 1,8 y el Bidasoa de sólo 1,3. Si importantes son las variaciones de un año con otro, también lo son las de tipo interanual. En toda Navarra, a excepción del Aragón y Onsella, las diferencias entre el mes de máximo y mínimo caudal son mayores que las existentes entre años. Ello indica que el régimen de precipitaciones interanual es más regular que el interanual, caracterizado por un mínimo estival tanto más acusado cuanto más al sur de Navarra, que da lugar a constantes estiajes. Aun en la vertiente cantábrica, donde el mínimo estival apenas es sensible, la variación entre meses sigue siendo más acusada que la observada entre años.
Crecidas y estiajes
Las afirmaciones que se hayan de hacer acerca de ambos elementos del régimen fluvial han de ser, por ahora, prudentes; tan pronto los datos de crecida publicados se refieren al más elevado de los caudales medios diarios como a los instantáneos. Las mayores crecidas relativas corresponden a los ríos prepirenaicos Cidacos y Onsella (100 y 174 veces el módulo), seguidas de los ríos pirenaicos. En términos absolutos las más voluminosas crecidas fueron las del Arga en Peralta (2.049 m3/seg, Qci), Aragón en Caparroso (1.650 m3/seg, Qci) y Ebro en Castejón (4.950 m3/seg, Qci); son valores altos, si se tienen en cuenta las extensiones de las cuencas vertientes. Por la razón antes mencionada (año seco 1948-49), las cifras de estiaje, expresadas por los caudales mínimos de los medios diarios, son inferiores a las que diera Masachs en los años cuarenta.
Variaciones estacionales de caudal
La tipología de regímenes fluviales establecida por este hidrólogo de acuerdo con la nomenclatura y las directrices de Pardé sigue siendo acertada en líneas generales; la hemos materializado en el cuadro estadístico correspondiente. Los regímenes con factor nival más acusado, propios de los altos cursos pirenaicos del E, van pasando poco a poco a los pluviales del O a medida que se modifican en esa dirección el relieve, la pluviometría y la evaporación. Los ríos navarros pirenaicos afluentes del Aragón (Esca, Salazar, Irati, Erro) señalan muy bien el paso gradual entre los regímenes nivel de transición (Jaca) o nivo-pluvial (Veral) y los pluviales (Ulzama, Araquil y Ega). Por su parte, en su travesía por Navarra el Ebro cambia su régimen pluvial oceánico de Mendavia, parecido al de Miranda, por el pluvio-nival de Castejón, emparentado con el de Zaragoza, después de recibir los aportes pirenaicos del Aragón.
Un apartado especial merecen los ríos de régimen condicionados por fenómenos kársticos. Es el caso del Urederra, afluente del Ega, y del Ubagua, afluente del Salado: sus características hidrológicas, y en particular la curva de variaciones mensuales de caudal, son muy parecidas a las que corresponden al manantial de Arteta. En los tres casos tanto las condiciones climáticas como las geomorfológicas son semejantes; se trata de sendas exsurgencias localizadas en la periferia de las sierras calcáreas de Urbasa y Andía, muy bien irrigadas por las borrascas atlánticas. La regulación kárstica se refleja, como es lógico, en la curva de variaciones estacionales de caudal.