RÉGIMEN FLUVIAL
RÉGIMEN FLUVIAL
Hace referencia a las variaciones que experimenta el caudal del río a lo largo del año. En ellas se refleja la importancia mensual o estacional de las lluvias y la mayor o menor abundancia de las precipitaciones en forma de nieve, capaces de reducir la escorrentía invernal y de incrementarla en la época de fusión. En el Pirineo Navarro, el volumen de precipitaciones nivosas no es muy importante y menos su persistencia. Sus moderadas altitudes y cercanía al océano hacen que el desfase entre precipitación sólida y fusión sea mínimo. Por estas razones no se dan regímenes nivales puros en el sentido de que sus aguas altas correspondan única y exclusivamente a la época de fusión, que acontece a principios de verano.
Los ríos que drenan los valles pirenaicos más orientales, del Irati hacia el este, debido a las mayores altitudes de sus cabeceras, presentan un máximo de caudal en marzo (que incluso se adelanta a febrero en el Salazar) que denota cierta influencia de la fusión de nieve acumulada durante el invierno. Pero este máximo va acompañado de otro secundario de noviembre a enero que denota clara influencia pluvial oceánica. Por estas razones sus regímenes son nivopluviales con altas aguas de noviembre a abril en el Irati y Salazar, hasta mayo en el Esca (por su posición más oriental mayores altitudes en su cabecera), e incluso hasta junio en el Aragón (tanto en Yesa como en Caparroso) debido al régimen nival que tiene este río, influido por la mayor persistencia de la innivación en el Pirineo oscense.
Tanto el Cidacos como el Onsella presentan altas aguas de diciembre a abril y máximo primario en marzo. Sin embargo, el segundo, por su situación más oriental, presenta un pico secundario en octubre que denota una clara influencia de las precipitaciones mediterráneas. Los regímenes de ambos tienden a pluviales mediterráneos. El Erro marca la transición hacia los regímenes pluviales de la parte occidental de Navarra, cuyos ríos están casi únicamente influidos por las precipitaciones invernales de tipo oceánico.
Tanto el Arga como el Ega pueden clasificarse como pluviales oceánicos, con caudales máximos entre noviembre y abril. Ambos presentan además un pico secundario en marzo, especialmente sensible en la desembocadura del Arga y en el Ega a partir de Estella. Ello puede interpretarse como una ligera influencia nival que les aportan los afluentes procedentes de las sierras de Urbasa-Andía, en donde la innivación es importante y su fusión tiene lugar a principios de primavera. Así lo demuestran los coeficientes de caudal del Ubagua (afluente del Arga) y del Urederra (afluente del Ega) cuyos regímenes son de tipo pluvial-nival oceánico, caracterizados por dos máximos: uno invernal (diciembre) debido a la lluvia y otro primaveral (marzo) que corresponde a la época de fusión de la nieve acumulada durante la época fría.
El Alhama y el Queiles, procedentes de la cordillera Ibérica, presentan un régimen similar a los prepirenaicos Cidacos y Onsella, de tipo pluvial-mediterráneo, aunque con una influencia nival ligeramente superior. Ello es debido, en parte, a las mayores altitudes del relieve y a que sus aforos están situados casi en sus cabeceras, donde los caudales son todavía reducidos y por tanto muy influenciables.
El Ebro, a su paso por Navarra, va reflejando las variaciones de los distintos afluentes que recibe. Hasta Mendavia sus altas aguas son claramente invernales (de diciembre a mayo), siendo febrero el mes de máximo caudal. Su régimen es de tipo pluvial-oceánico propio de la parte alta de su cuenca. En Castejón, después de recibir al Ega, Arga y Aragón, presenta un claro desplazamiento del máximo de febrero a marzo, si bien conserva sus aguas altas en invierno, de manera que en diciembre se da un máximo secundario. Su régimen ha pasado a pluvio-nival porque a las lluvias de tipo oceánico se une ahora la influencia de la retención y fusión nival que caracteriza a los ríos pirenaicos. Los de la vertiente cantábrica presentan regímenes pluviales oceánicos puros, con caudales máximos invernales y períodos de altas aguas de noviembre a abril. La presencia de un ligero pico en marzo cabe atribuirlo a la fusión de la escasa nieve que se acumula en las cabeceras montañosas situadas en la divisoria atlántico-mediterránea (caso del Urumea), y en esta misma divisoria y últimas estribaciones occidentales pirenaicas en cuanto al Bidasoa. En ambos casos, las escasas altitudes y un régimen térmico suavizado por el Atlántico facilitan una rápida fusión de la nieve, con un desfase mínimo respecto al momento de acumularse.