PUENTE LA REINA, PUENTE DE
PUENTE LA REINA, puente de
Es el más bello ejemplo dé los puentes medievales que existen en Navarra. Románico fue construido en la primera mitad del siglo XI. Atraviesa el río Arga.
Hacia el siglo XII se edificó junto al Puente una ciudad por obra de Alfonso el Batallador quien concedió fueros y privilegios a los que vinieran a morar a ese lugar. Se construyó un recinto de planta rectangular, con tres calles paralelas, de las cuales la del centro (calle Mayor), desembocaba en el puente. Este se denominaba “Ponte de Arga” o “Ponte Regina” y de ahí viene el nombre de la población.
La construcción fue debida a la Reina Mayor, esposa de Sancho el Mayor, para facilitar el paso sobre el río Arga a los peregrinos que marchaban hacia Santiago.
Su longitud es de 110 m y su anchura 4 m; consta de seis arcos circulares de medio punto, siendo el mayor de 20 m y los dos restantes de 17 m. Los otros son de 12,5; 11 y 6 m, este último medio tapado. Para aligerar el peso de las pilas, se abrieron unos arquillos de aligeramiento que sirven asimismo para paso del agua en épocas de crecidas. Estos tienen una altura de 4 o 5 m en los pilares centrales y de 2 a 3 m en los laterales. Lleva tajamares triangulares a ambos lados del puente que comienzan en la base de los arquillos. La calzada tiene una fuerte pendiente a ambos lados, como corresponde a la estructura típica de los puentes medievales.
Estuvo defendido por dos torreones (actualmente se ha reedificado el que está al lado del pueblo), con sendas puertas y gruesas cadenas que cortaban el paso. En medio del puente existía una torreta donde se instalaba una capilla dedicada a la Virgen del Puy, venerada por los habitantes del lugar y que adquirió fama tras la leyenda de un pajarillo “el chori” que aparecía de vez en cuando en la capilla y limpiaba la cara de la virgen con su pico.
Se encuentra tal como se construyó, advirtiéndose perfectamente todas las dovelas, ya sea de los arcos como de los arquillos de aligeramiento, pilas y tímpanos. Estéticamente a su gran magnitud se opone la magnífica diafanidad conseguida por sus arcos y arquillos.