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PRECIPITACIÓN

PRECIPITACIÓN

Agua procedente de la atmósfera que se deposita en la tierra. Su distribución espacial pone de manifiesto los acusados contrastes de humedad que caracterizan a Navarra. Su abundancia y persistencia son rasgos fundamentales del clima oceánico, que predomina en la parte noroccidental y muy especialmente en los Valles Cantábricos, mientras que la escasez es característica del clima mediterráneo-continentalizado que define el extremo sur del territorio. Frente a los 2.200 mm que se registran en algunos puntos de la primera de las zonas, apenas se alcanzan los 400 mm en la segunda.

Entre ambos extremos se forma un gradiente de disminución de norte a sur, a medida que lo hace el relieve y otro de oeste a este en la medida que aumenta el efecto contención creado por los relieves. La resultante final es un gradiente en el sentido NO-SE que une el extremo más húmedo y seco, respectivamente, de Navarra. Los vientos del O y NO, que acompañan las situaciones de inestabilidad en el Atlántico, se muestran lluviosos en la vertiente septentrional de los sistemas montañosos y muy en concreto en la vertiente cantábrica. Pero a la vez se ven frenados por estos mismos relieves que filtran el paso de la humedad hacia el sur. En las cuencas subpirenaicas las precipitaciones todavía son importantes debido a que la modesta altitud de la divisoria atlántico-mediterránea no impide totalmente su paso hacia el sur. Sin embargo, en la Navarra Media y Ribera ya son muy escasas, al quedar en gran medida protegidas por las sierras subpirenaicas de Urbasa-Andía, Perdón, Alaiz, Codés, etc. En esta zona las precipitaciones tan sólo son importantes si las borrascas atlánticas siguen una trayectoria bastante meridional y en su camino hacia el este se deslizan entre la vertiente pirenaica y el Valle del Ebro.

Por tratarse de un ambiente climático de gran influencia mediterránea, son frecuentes los flujos templados y húmedos procedentes de aquel mar, especialmente durante la primavera y el otoño, cuando la inestabilidad es más manifiesta. Sin embargo, también llegan con escaso grado de humedad después de su largo recorrido por el Valle del Ebro, a lo largo del cual van generando precipitaciones. Unos y otros factores justifican las abundantes precipitaciones del extremo NO y la indigente pluviometría que caracteriza el sur de Navarra.

En la vertiente Cantábrica los totales anuales oscilan entre 1.600 y 2.200 mm, según se trate de las zonas de menor altitud (curso inferior del Bidasoa) o de los importantes macizos de Quinto Real. Hacia el este (zona pirenaica) y sur (corredor del río Araquil y cuencas prepirenaicas) los valores disminuyen de forma muy clara. En la primera de las zonas citadas los totales oscilan entre los 1.800 mm en las cabeceras de los valles y los 1.200 mm en sus cursos bajos. A igual altitud las lluvias son más importantes cuanto más al oeste; gradiente zonal que también se manifiesta en el citado corredor y cuencas. En el primero las precipitaciones anuales son del orden de 1.300 mm; en la Cuenca de Pamplona superan ligeramente los 1.000 mm y en la de Aoiz-Lumbier los 950 mm. Al sur se sitúan las sierras prepirenaicas (de Urbasa a Leire) que favorecen las lluvias orográficas y, en consecuencia, aparecen como cinturones húmedos entre ellas y la Navarra Media. En ésta, y debido a la contención que ejercen las citadas sierras, las precipitaciones disminuyen de forma muy sensible. Los totales oscilan entre los 500 y 700 mm anuales, a excepción de algunos relieves que de forma local hacen incrementar las precipitaciones. Finalmente, en la Ribera no se sobrepasan los 450 mm, quedando incluso por debajo de los 400 mm el extremo más meridional de esta zona.

Los volúmenes de precipitación anual presentan importantes variaciones interanuales, hasta el punto de que en algunas zonas llegan a ser dos y tres veces superiores los de un año respecto a otro. Dicha irregularidad no es una constante en el espacio, pues de forma general crea un gradiente que disminuye con la altitud. En los valles cantábricos (Santesteban) son frecuentes los años en que se han alcanzado los 2.000 mm, pero aun en los más secos se superaron los 1.200 mm. Por consiguiente, su coeficiente de irregularidad (1,8) es el menor de Navarra, debido a que es la zona de más regulares y constantes precipitaciones, como corresponde a un clima oceánico. En las cuencas subpirenaicas el coeficiente alcanza el valor 6 debido a que es una zona de transición entre las condiciones oceánicas y las mediterráneas-continentales. Cuando dominan las primeras se pueden registrar totales anuales superiores a 2.000 mm, mientras que en los años secos únicamente se alcanzan 450 mm. En la Navarra Media y Ribera la irregularidad supera el índice 2. En la primera la precipitación anual ha oscilado entre 350 y 850 mm, dando un coeficiente de 2,4. En la Ribera todavía es ligeramente mayor (2,5). Ambas reflejan la influencia mediterránea, caracterizada no sólo por la escasez de las precipitaciones sino también por su irregularidad. En primavera, los totales oscilan entre los 75 mm del curso inferior del río Aragón y los 550 mm registrados en la divisoria atlántico-mediterránea y algunos puntos aislados del Pirineo. En el resto del sector pirenaico y vertiente cantábrica se alcanzan los 250 mm; en las cuencas prepirenaicas los valores primaverales oscilan entre los 250 mm de la zona más occidental y los 200 mm de la oriental.

La Navarra Media queda enmarcada entre los 200 y 125 mm y la Ribera entre 125 y 100 mm. Durante el verano, los valles cantábricos reciben entre 200 y 250 mm y los Pirenaicos entre 150 y 200 mm. Las cuencas prepirenaicas, de oeste a este, oscilan entre 200 y 125 mm. La Navarra Media queda limitada por los 125 y 100 mm, y, finalmente, por debajo de los 100 mm queda incluida toda la Ribera. Después del invierno, otoño es la época de mayor contraste pluviométrico, ya que los totales varían entre los 125 mm de la Ribera y los casi 600 de la vertiente atlántica. Los Valles Pirenaicos oscilan entre 350 y 500 mm, las cuencas prepirenaicas entre 350 y 250 mm de oeste a este, respectivamente, y la Navarra Media entre los 200 de su parte septentrional y los 125 mm de la meridional. Durante el invierno las precipitaciones se generalizan, aunque no por igual en todas partes.

En los Valles Cantábricos se registran valores que oscilan entre 600 y 800 mm según altitudes, y entre 300 y 700 mm en la zona pirenaica, según esta misma influencia del relieve. Las cuencas prepirenaicas reciben más de 450 mm en la parte más occidental y menos de 300 mm en la oriental. La Navarra Media pasa de 200 a 100 mm en las zonas de menor altitud y la Ribera queda por debajo de esta última cifra. Todo el territorio situado al norte de una teórica línea que de Urbasa-Andía se prolonga por la Cuenca de Pamplona y sigue hacia la parte septentrional de los Valles Pirenaicos más orientales, presenta máximos de invierno, seguido de otoño y primavera. Como es lógico, el verano constituye el mínimo primario. La parte meridional de los Valles Pirenaicos orientales, junto con la cuenca de Aoiz-Lumbier, siguen con sus máximos primarios de invierno, pero la precipitación primaveral ya es tan importante como la otoñal, debido a que la influencia mediterránea empieza a ser manifiesta. Algo similar ocurre en la Navarra Media, pues mientras la parte occidental mantiene sus máximos invernales seguidos del otoño y primavera, en la oriental casi desaparece esta influencia oceánica y la mediterraneidad queda reflejada por el máximo primario de primavera, seguido del otoño. La Ribera presenta un ritmo estacional similar al de la Navarra Media oriental, pero matizada en algunas zonas por máximos secundarios incluso de tipo estival (maíz continental) y mínimos primarios invernales.

Los totales de precipitación tienen lugar a través de un determinado número de días cuya cuantía varía de unas zonas a otras. En los sectores montañosos, factores de altitud y exposición hacen que en algunos puntos se alcancen los 190 días de precipitación anual (incluida la precipitación nivosa). En los Valles Cantábricos, dicha cifra oscila entre 180 y 190 días según las altitudes. Alrededor de 140 días en los valles pirenaicos, de 130 en el corredor de Araquil, de 110 días en la Cuenca de Pamplona y de 90 en la de Aoiz-Lumbier. En la Navarra Media llueve entre 60 y 80 días, según altitudes, y algo más de 50 días en la Ribera.

Las mayores precipitaciones en 24 horas se registran en todo el NO de Navarra, y muy especialmente en los Valles Cantábricos. En esta zona el 6,1% de los días de lluvia superan los 30 mm de precipitación y en Santesteban esta misma cantidad se supera el 8,6% de los días que llueve. Los Valles Pirenaicos constituyen la segunda zona de mayor intensidad de precipitación (5,6% superiores a 30 mm), sin embargo, considerando las mayores de 10 mm presenta un porcentaje superior (44%) a la Navarra Húmeda del NO (33%). En las Cuencas de Pamplona y Aoiz-Lumbier, y muy especialmente en la mitad sur de Navarra, la intensidad media decrece muy significativamente. En las primeras, las superiores a 30 mm representan el 3,8 y 3,3%, y las superiores a 10 mm el 20 y 24%, respectivamente.

En la Navarra Media suponen alrededor del 2% las primeras y del 17% las segundas (2,2% y 18,5% en la zona estellesa, y 1,9% y 16,4% en Olite). En la Ribera se registra un porcentaje de precipitaciones superiores a 30 mm (2,7%), superior al de la Navarra Media y a la vez el mayor número de días (21,5%) con precipitación inferior a mm de toda Navarra, lo cual significa que días que llueve no caen “cuatro gotas”. Analizando un período de retorno de 5 años (probabilidad de 80%) otro de 25 anos (probabilidad del 96%) se deduce que: para los Valles Cantábricos cabe esperar al menos una precipitación que iguale o supere los 94 y 122 mm en 24 horas, respectivamente. En las montañas de esta divisoria los 154 y 206 mm. En los Valles Pirenaicos los 79 y 112 mm. En el corredor del Araquil los 83 y 116 mm. En la cuenca de Pamplona los 62 y 82 mm. En la Navarra Media occidental los 70 y 104 mm, y en la oriental los 58 y 84 mm. Finalmente, en la Ribera los 66 y 98 mm. Su distribución permite analizar las zonas de mayor incidencia de las precipitaciones, responsables de graves problemas, tanto desde el punto de vista agrario como del de conservación de suelos, y a tener en cuenta dicho análisis en los planes hidráulicos.

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