PITILLAS
Categoría histórica: Villa.
Categoría administrativa: Municipio.
Partido Judicial: Tafalla.
Merindad: Olite.
Comarca geográfica: Piedemonte Tafalla-Olite.
Población (1986): 579 habitantes de hecho, 683 de derecho.
Superficie: 42,4 km2.
Densidad: 13,7 hab/km2.
Altitud en el núcleo de viviendas: 354 m.
Distancia a Pamplona: 50 km
Comunicaciones: Carretera local que enlaza con la general N-121, Pamplona-Tudela y carretera local hasta Olite.
Gentilicio: Pitillés, Pitillejo.
Geografía
Limita al N con Beire y Ujué, al E con este municipio, al S con Santacara y Murillo el Cuende y al O con Olite.
En este término municipal pueden diferenciarse una parte occidental, llana, y otra oriental, topográficamente accidentada. La primera corresponde a los diversos niveles de terrazas y glacis de erosión. Esta recorrida de N a S por el Cidacos y alberga una importante laguna de carácter endorreico. Es digno de ser destacado el que glacis y terrazas se hallan, en algunos casos, a mayor altura que los afloramientos arcillo-areniscosos del Mioceno infrayacente; ha habido, por tanto, inversión del relieve. Las alturas oscilan entre 340 y 700 m.
El clima es mediterráneo continental, moderadamente extremoso y seco en verano. Sus más destacables valores medios anuales son: 13°-14° C de temperatura, 450-550 mm de precipitaciones, caídas en unos 70 días, y 700-750 mm de evapotranspiración potencial.
Unas pocas hectáreas de pinares (P. halepensis) de repoblación y la franja de alamedas del Cidacos es lo único calificable de superficie forestal arbolada.
La mayoría de la población activa realiza labores agropecuarias, si bien únicamente el 40% de la población ocupada en el municipio las desempeña como actividad principal.
El regadío extensivo cubre el 10% de la superficie de cultivo, está dedicado principalmente a la producción de cereales (cebada, trigo). En el secano dominan también éstos sobre la vid y el olivo; el predominio de la cebada sobre el trigo, la disminución de los barbechos y el aumento de los rendimientos son tres notas distintivas de la cerealicultura reciente. La gran roturación tuvo lugar entre finales del siglo XIX y primeros años del siglo XX: 477 Ha en 1891, 1.523 en 1906, 1.692 en 1920 y 2.091 en 1935. La vid cubría 467 Ha en 1891, sólo 20 (crisis de la filoxera) en 1906, 453 en 1920, 386 en 1935, 378 en 1950 y 285 en 1983. El olivo prácticamente ha desaparecido del regadío, y en el secano ha quedado reducido a poco más de 5 Ha (11 en 1906). El almendro cubre una Ha. La mecanización de la agricultura ha hecho que casi desaparezca el ganado de labor: mientras en 1935 había 138 cabezas de caballar, 87 de mular y 44 de asnal, en 1982 eran sólo 4, 5 y 2 respectivamente. Del resto del ganado destacaba en 1982 el porcino de granja (847), el bovino de carne y leche (142), el lanar (3.200) y cabrío (97) y las gallinas (2.170); excepto el porcino, los demás han reducido sus efectivos en los últimos años. La concentración parcelaria afectó a 322 Ha y 291 propietarios de regadío, pasando de 1.082 parcelas a 456. El 15 de septiembre de 1907 se fundó la Cooperativa Agrícola-Caja Rural, el 30 de marzo de 1946 la Cooperativa del Campo San Isidro y el 1 de mayo de 1939 la Bodega Cooperativa Nuestra Señora de Ujué.
El terreno comunal abarca el 95,5% aproximadamente de la superficie censada del municipio.
El sector secundario emplea a 43 trabajadores en 7 establecimientos (uno de distribución de agua, una industria de la piedra natural, tres de productos alimenticios y bebidas -bodega cooperativa vinícola-).
El sector servicios emplea a 32 personas en 22 centros de actividad, destacan las actividades de comercio (6 empleados); reparación de vehículos (4); administración local y orden público (4); carburantes y comunicaciones (4); sanidad (3); ahorro y banca (2); enseñanza (2); y venta de bebidas (2), el resto de actividad son servicios personales, religiosos, domésticos y recreativos.
La población activa se cifraba en 1984 personas, de las cuales 22 se hallaban en paro y 53 tenían su puesto de trabajo en otros municipios.
Desempleo registrado (31.3.1987): 41 personas. Presupuesto municipal (1987): 32.518.000 ptas.
Heráldica municipal
Partido. 1.° de gules y la figura de San Pedro sentado, sosteniendo las llaves en su mano izquierda, todo de oro. 2.° de azur y el libro de los evangelios abierto y sobre él dos manos en actitud de prestar juramento, en su color natural. En una donación de Felipe de Evreux en 1329, el blasón es el mismo que el descrito y en orla la leyenda: “sigillum: concil II: de: pitiellas”.
Casa Consistorial
Es un edificio del siglo XVII, labrado en sillarejo con cadenas angulares y enmarques de vanos de cantería.
Está restaurado recientemente. Tiene pórtico con arcos en el cuerpo bajo y sobre el arco central, un balcón con arco de medio punto. El Ayuntamiento está regido por alcalde y seis concejales.
En su término se encontró un fragmento de miliario romano. También fechados en época romana existen restos en el cerro llamado de Juan García, al noreste del pueblo.
Se desarrolló probablemente desde finales del siglo XI como un núcleo repoblado desde Ujué, bajo cuya dependencia institucional estuvo, aunque ya en el siglo XIV formaba un concejo con entidad propia. Había sido, al parecer, villa de señorío de Pedro Sánchez de Monteagudo, cuyos hijos Juan y Milia Sánchez la pusieron como fianza de un compromiso con la reina Juana I (1281). Los vecinos consiguieron que el gobernador Juan de Conflans les confiara (1349) la custodia de caza y agua de la laguna de Sabasan y los derechos de abrevaje por un censo anual de dos cahíces de trigo y otros dos de cebada. Los reyes Blanca y Juan II pusieron las rentas del lugar como prenda de la dote de Felipe de Navarra (1430), y Catalina y Juan III lo volvieron a empeñar al mariscal Pedro de Navarra, pero revirtió al patrimonio regio mediante rescate, abonado por los propios vecinos (1513).
En 1802 la gobernaba un alcalde, designado por el virrey a propuesta de la propia villa, y los regidores que se elegían entre sus vecinos. Tras las reformas municipales de 1935-1845 quedó como ayuntamiento de derecho común.
En 1847 tenía dos escuelas, una de niños, frecuentada por 36 y dotada con veinticuatro robos de trigo. Servían la iglesia un párroco y dos beneficiados, cuya presentación correspondía al rey o al arcediano de la catedral de Pamplona, según el mes en que se diera la vacante; disfrutaban los de Pitillas de tres dehesas -las de Dolomondos, Aguliar y Carnecería – y de una laguna.
A comienzos del siglo XX contaba con puesto de la guardia civil, dos fábricas de chocolate y un molino aceitero.
También había un Hospital cuya existencia se remontaba al menos hasta el siglo XVIII. Mediada la centuria siguiente estaba regido por la Cofradía de San Pedro. Ante la falta de fondos, ya en el siglo XX, el Hospital fue vendido y su importe destinado a los pobres.
Palacio
Según J. Yanguas y Miranda, en 1679 poseía el señorío de Pitillas y Murillo el mariscal Miguel de Navarra y Mauleón, marqués de Cortes, cuyos antepasados lo venían disfrutando en prenda de 3.500 florines que Juan II prometió al mariscal don Felipe de Navarra cuando en 1430 casó con doña Juana de Peralta. El citado año de 1679 el Real Consejo pronunció sentencia mandando restituir ambos pueblos al patrimonio real, previa la entrega al marqués de la referida dote. Caro Baroja anota el palacio de Pitillas entre los existentes en 1799. El escudo era burelado de plata y azur.
Arte
El principal monumento de esta villa es la parroquia de San Pedro apóstol, edificio gótico renacentista construido tardíamente entre finales del siglo XVI y comienzos del XVII, ya que la tasación de sus obras no se efectúa hasta 1606. De él se encargaron los canteros Joanes de Elizalde y Miguel de Celaya. Siguiendo una tipología normal en la época, erigieron una iglesia de cruz latina con crucero bien marcado en planta y cabecera poligonal. El recinto se cubre por bóvedas de terceletes con nervios mixtilíneos y otras de diseño estrellado, correspondiendo estas últimas al tramo central del crucero y los pies de la nave, mientras que la cabecera recibe una bóveda gallonada reforzada por terceletes. Todas estas cubiertas arrancan de ménsulas cilíndricas o poligonales con rosetas. En 1906 se amplió la fábrica con un cuarto tramo bajo la dirección de Florencio de Ansoleaga y Ángel Goicoechea, arquitectos que en su construcción se ajustaron al estilo imperante en el resto del edificio. Los exteriores de esta parroquia presentan sólidos muros de sillería que definen unos volúmenes limpios, surcados tan sólo por los contrafuertes diagonales que se adosan a las esquinas. De este bloque emerge una torre de severidad herreriana compuesta de cuatro cuerpos también de sillería, el último de los cuales se abre en medios puntos para las campanas. Según los documentos, esta torre fue levantada en torno a 1680 por el cantero Gabriel Barreneche, que se ocupó igualmente de labrar la hermosa portada del muro de la Epístola. De inspiración manierista, presenta amplio arco de medio punto con motivos geométricos, acompañado de dos columnas dóricas que se elevan sobre pedestales de parecida decoración. Un friso clasicista de triglifos y discos sirve de asiento a un frontón triangular, interrumpido por una hornacina que luce en su culminación otro frontón recto. Guillén de Urrizola erigió en 1739 el pórtico barroco que cobija dicha portada.
Preside el interior del templo un retablo mayor de estilo barroco, realizado entre 1708 y 1711 por el maestro arquitecto Juan Zapater. Su traza, de marcada verticalidad, comprende un alto banco, cuerpo único de tres calles formado por columnas salomónicas y ático curvo con soportes también salomónicos. El retablo resulta original por una abigarrada decoración de gran efecto, compuesta fundamentalmente por unos envolutados follajes que se adaptan a todos los elementos arquitectónicos y a las complejas placas geométricas que penden de las cornisas. Especialmente caprichosas son las ménsulas del banco, que incorporan unos niños atlantes de difíciles posturas, a los que se suman las figuras monstruosas de unos delfines con colas de dragón. Otros niños aparecen también en las columnas salomónicas, adaptados a sus espiras, y en las veneras que coronan las calles laterales. Este conjunto se completa con una cuidada imaginería, presidida por la talla de San Pedro en cátedra. A ambos lados de ella se localizan las tallas de San Bartolomé y un santo dominico, ambas de composiciones dinámicas. El Calvario centra el ático, entre San Miguel y el Ángel de la Guarda, tallas de una factura muy adecuada al remate del conjunto. El banco, por su parte, incluye dos hermosos relieves con la Anunciación y la Huida a Egipto, escenas que se desarrollan en sendos escenarios bajo cortinajes. El propio Juan Zapater se ocupó por las mismas fechas del retablo del Santo Cristo, obra también de gran capricho ornamental. Alberga un Crucificado románico, fechable en el siglo XIII. Estilo parecido al de estos retablos tienen los de San Ramón Nonato y Santa Ana, que datan igualmente de comienzos del siglo XVIII. El primero de ellos incorpora un lienzo barroco de su titular de gran tamaño, mientras que el segundo luce un grupo de Santa Ana, la Virgen y el Niño perteneciente al segundo tercio del siglo XVI. De la misma época son otras imágenes que se conservan en la casa parroquial, todas ellas procedentes del retablo mayor que tuvo la ermita de Santa Ana. También se veneraba en este lugar la talla gótica de la Virgen sedente con el Niño, de comienzos del siglo XIV, que hoy aparece en el presbiterio. El tesoro parroquial incluye diversas piezas de orfebrería, sobresaliendo una cruz procesional rococó, labrada en torno a 1758 por el platero de Pamplona Joseph Yávar.
En las inmediaciones del pueblo se encuentra la ermita de Santa Ana, edificio del siglo XVI que tiene nave única jalonada por potentes arcos apuntados en los que descansa la cubierta con vigas de madera. Hoy se halla en estado ruinoso. Disposición semejante ofrece la ermita de Santo Domingo, construcción de tipo rural localizada en un monte lejano de la población. Su interior conserva un retablo barroco de comienzos del siglo XVIII.
En el casco urbano de esta villa se conservan abundantes edificios barrocos ennoblecidos con escudos. De ellos destaca un monumental edificio de sillería emplazado en la calle José Antonio Elola, que puede identificarse con el Palacio de Pitillas, cuyas obras se documentan en 1651 y 1720. En las afueras existe un crucero fechado en 1568.
Bibliografía
M. C. García Gainza, M. C. Heredia Moreno, J. Rivas Carmona, y M. Orbe Sivatte, Catálogo Monumental de Navarra III. Merindad de Olite. (Pamplona, 1985). T. López Selles, Contribución a un catálogo de ermitas de Navarra. Merindad de Tafalla. “”, 1974.
Toponimia menor
Acequia mayor, término; Altarasa, alto; Basalarda, arroyo; Boyeral, camino; el Cascajo, término; Chabola, casa; Chiquilo, corral; Cobaza, corral; Cobaza Picarana, camino; Conejera, corral; Costalinas, camino; Espenuelos, camino; Fondo, barranco; la Matea, casa; Mostracas, corral, camino y barranco; Motarda, barranco; Picarana, camino y barranco; Pitillas, laguna; la Polaca, camino; Polaco, barranco; Pozo Pastor, barranco; los Prados, camino; Prearana, corral; Rinconar, término; Río Mayor, acequia; el Romeral, camino; el Salado, barranco; San Martín, camino; Santacara, camino viejo; Santo Domingo, corral; el Soto López, término; Trasmontes, camino; la Val, camino; la Viona, término.