PÉREZ TORRES, MIGUEL
PÉREZ TORRES, Miguel
(Tudela, 1894 – Pamplona, 1951). Pintor de retratos y tipos populares que hizo también alguna incursión en el paisajismo. Sin antecedentes artísticos familiares, pues su padre tenía en Tudela un almacén de hortalizas, se dedicó a pintar por “prescripción facultativa”, según el mismo gustaba decir, pues en razón de su débil salud fue enviado por el Dr. Jiménez Riera a pasar el año 1918 en el valle de Baztán, aconsejándole pintar para modelar su carácter nervioso. En esta época trabó amistad con Ciga*, que también pudo reforzar en él la vocación artística. El citado pintor le dedicó un retrato de aire afrancesado y modernista. En Baztán pintó los primeros paisajes. Su aprendizaje fue rápido y sorprendente. Utilizó con acierto el pastel y el óleo, como prueba el éxito de su primera exposición en 1919 en el salón de Arte Moderno de Madrid. Acudió después a Barcelona para ampliar conocimientos con José Mongrell, maestro valenciano influido por Sorolla, pero más detallista que éste, medio por el que tal vez recibiera Pérez Torres la luminosidad, vivo cromatismo y carga atmosférica que caracteriza a parte de su obra.
Entre 1925-30 estudió en la escuela de Bellas Artes de San Fernando (Madrid), donde fue discípulo de Francisco Alcántara y entabló relación con el crítico Luis Doménech, que le descubrió el Museo del Prado. En 1922, al ganar una Tercera Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes con el cuadro titulado La Confesión del Capuchino (propiedad de la familia Huarte), la crítica le confirmó como continuador de la escuela clásica de Velázquez, Zurbarán y Goya. En esta época se inició, según algunos autores, su decadencia artística, por haberle perdido el afán de perfección al tratar de parecerse en exceso a los grandes maestros del Prado.
En la década de 1920 aparece su obra más espontánea y lograda: las series de viejos, hortelanos y capuchinos, más alguna escena del interior de taberna o domésticas. Son de obligada cita sus óleos El cristero, Matarratas, El Malagueño, La vendedora de verduras y los retratos de Un Magistral, Moza de Elizondo y los padres capuchinos Buenaventura y José de Lezo, obras dentro de un realismo naturalista y acertada caracterización. En 1932 se instaló en Pamplona, dedicándose hasta el final de su vida a la enseñanza artística en el instituto femenino Príncipe de Viana y en la Escuela de Artes y Oficios, sin apenas exponer, llevando una existencia inadvertida propia de un hombre de salud quebrantada. Una colección significativa de su obra se halla en el Ayuntamiento de Tudela.
Bibliografía
J.M. Iribarren, Miguel Pérez Torres, pintor tudelano, “Pregón”, (Pamplona 1965); P. Manterola, Miguel Pérez Torres. La ausencia de espíritu de superación. En Pintores Navarros (Pamplona, 1981).