PÉREZ NECOCHEA, JOSÉ JOAQUÍN
PÉREZ NECOCHEA, José Joaquín
(Uztarroz, 9.1.1972 – ?). Sacerdote, político y escritor. Cursó ambos Derechos en Zaragoza, obtuvo el doctorado en Cánones, fue abogado en la Real Audiencia de Aragón, hizo oposiciones a dos cátedras y regentó otras de modo ocasional. Canónigo doctoral de Jaca por unanimidad del tribunal (1799), después de ser contrincante en los ejercicios para prebenda igual en la colegial de Daroca y en las catedrales de Burgo de Osma y Zaragoza, fue también doctoral en la colegiata de San Ildefonso (1803), examinador general y teniente vicario general castrense. A raíz de la supresión aplicada por José Bonaparte, se le dio una canonjía en León, y la rehusó. Padeció arrestos, persecución y deportación por parte de los bonapartistas; estos méritos y su gestión al frente del hospital de San Fernando del Real Sitio le merecieron de Fernando VII la Orden de Carlos III, “honor muy sobresaliente en aquella época, en que no se prodigaban como ahora semejantes mercedes”, decían en 1862. Volvió a sufrir reclusión y confinamiento en 1823, tras ser anulada su presentación al obispado de Canarias, vejamen que duró cinco años. Arcediano de Álava en la catedral de Calahorra (1830), fue censor regio de imprentas y librerías del reino (1834) y presentado para las mitras de Vich y la de Oviedo (1836), ésta última vacante. El cabildo había nombrado ya sus gobernadores, pero el gobierno designó gobernador a Pérez Necochea, nombramiento que dio origen a varios conflictos, que terminaron con el destierro de unos capitulares, la suspensión de otros y una causa criminal de los que seguían oponiéndose al nombramiento por ilegal y anticanónico. El gobierno quiso trasladarlo a la silla de Sigüenza (1838), pero el no lo admitió.
Para entonces obtuvo acta de senador por Navarra (1837) y cuatro años más tarde fue el único elegido en su provincia natal, por haber conseguido mayoría. Fue presidente de edad de la Cámara (1843) y vicepresidente de la legislatura anterior por designación del Gobierno. Se opuso a la renuncia de los obispos electos (1847), lo que confirmó su independencia de carácter y la firmeza de sus opiniones. Calificado “Hombre de la escuela de los Marinas, Espigas, Villanueva, Muñoz Torrero y otros varones eminentes, sus doctrinas son poco aceptas a los ultramontanos”, sus contemporáneos apreciaban las “muestras de sus profundos conocimientos en materias canónicas y de los bastos que posee en la mayor parte de los ramos del saber humano”, así como en las ilustraciones históricas, críticas, filológicas, geográficas, físicas, filosóficas, políticas, morales y religiosas de El Asno ilustrado o sea la apología del asno (Madrid, 1837), que es su libro más citado. Dio también a las prensas La Causa eclesiástica de Oviedo sobre desprecio y violación de Censura impuesta a varios canónigos y capellanes de la Santa Iglesia Catedral por rebeldes (Madrid, 1840) y se le atribuye, Relación histórica documentada de los sucesos ocurridos en la diócesis de Oviedo sobre el nuevo nombramiento de Gobernador Eclesiástico en el Sr. Obispo electo doctor Don José Joaquín Pérez de Necochea; y de otros acontecimientos íntimamente conexionados con dicho nombramiento, compuesta y dada a la luz con un prebendado, dignidad de esta Santa Iglesia Catedral (Oviedo, 1840).
El Asno ilustrado, “con notas y el elogio del rebuzno por apéndice”, reproduce el poema de Manuel Lozano Pérez Ramajo, que corrige, reforma e ilustra con “copiosísimas anotaciones”. Lo publicó como J. J. Zeper Demicasa, “borriquero del asnólogo”. Como se advierte, Zeper es invención de Pérez y Demicasa, traducción de Necochea. Cejador dijo que “es obra de una erudición pasmosa, pero llena de desvergüenzas”, opinión que desde entonces rueda por los manuales, sin matices ni correcciones, acaso porque nadie ha leído el libro. Las “desvergüenzas” del crítico no pasan de ser una actitud crítica y racionalista, que hoy parece serena y refrenada, bien distante del pensamiento extremo de sus días, aunque -como va trascrito- tampoco coincidiera con los ultramontanos de su tiempo. Pérez Necochea no ha tenido hasta ahora el estudio que aclararía sus tesis. Pero resulta sorprendente por la amplitud de materias y autores aducidos, por la oportunidad de las opiniones y la lógica del trabajo, que se apoya en el problema para desplegar un texto autónomo en la mayoría de las páginas.
Pérez Necochea aprovecha a veces ocasiones nimias para referirse a su tierra, a los hombres del momento y a costumbres a veces desaparecidas de su valle natal. Así, estampa la loa de Espoz y Mina: “Era mortal. La patria le llora y las Cortes le decretan la inmortalidad”, y dice que el difunto “vivió cordial y patrióticamente unido” con la familia del autor. Entre las costumbres roncalesas describe el Tributo de las Tres Vacas, los peinados femeninos, la leyenda de Abderramán, la fiesta infantil del obispillo en Uztárroz y hasta se refiere a la indecisión z/s, que en boca de algunos hace Ustárroz de Uztárroz, “nuestra patria”. También dedica un párrafo al “célebre ingeniero roncalés Conde Pedro Navarro”. Es libro proteico admirable y divertido por lo inesperado de las noticias que aporta, su exposición y su prosa.
Bibliografía
Biografía eclesiástica completa, (Madrid, 1862), tomo XIV, p. 1100-1101. M. Fuertes Acevedo, Ensayo de una biblioteca de autores asturianos, (Madrid, 1867); Biografía y bibliografía general asturiana, ms y Relación histórica documentada de los sucesos ocurridos en la Diócesis de Oviedo sobre el nuevo nombramiento de Gobernador eclesiástico en el Sr. Obispo electo Doctor Don José Joaquín Pérez de Necochea, por un prebendado (Oviedo, 1840).