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PEDRO DE PARÍS

PEDRO DE PARÍS

(Artajona, ?; Pamplona ?, 14.6.1193). Obispo de Pamplona desde 1167, como sucesor de Bibiano. Se cita también con el sobrenombre de su lugar de origen, Artajona, y para distinguirlo de Pedro de Roda algunos documentos coetáneos lo denominan Pedro “segundo” o bien “el joven” (iunior). Su tío el obispo Lope de Artajona debió de incorporarlo tempranamente al cabildo pamplonés en calidad de arcediano (1144). Estudió teología en París, donde quizá desarrolló también las enseñanzas cuyo contenido habría recogido en su Tractatus de Trinitate et Incarnatione, obra conocida a través de un manuscrito conservado actualmente en La Biblioteca de la Universidad de Salamanca. Se le ha atribuido la primera instrucción cultural de Rodrigo Jiménez de Rada. Fue sin duda consejero relevante de Sancho VI el Sabio, el cual le encomendó la jefatura de la embajada enviada para negociar ante Enrique II de Inglaterra las paces con Alfonso VIII de Castilla (1177). Consiguió ante la curia regia que se ajustara a los cánones la teoría jurídica vigente en el país sobre el matrimonio, e intervino igualmente en la redacción de otros preceptos recogidos ulteriormente en el “Fuero General”, sobre las condiciones para la admisión al estado clerical y las prendas judiciales tomadas a los principales establecimientos religiosos. Cabe presumir que tratara de aplicar en su diócesis las pautas marcadas por el tercer concilio de Letrán (1179) en el que intervino personalmente. Concertó con el monarca el nuevo estatuto de la Navarrería (1189), la antigua “ciudad” de señorío episcopal, en trance de despoblación por causa de las exacciones abusivas de los “claveros” regios y, acaso más, por la fuerza de atracción de los contiguos núcleos francos de San Cernin y San Nicolás. Había dado ya especiales muestras de prudencia al proceder (1177) a una distribución precisa de las rentas diocesanas con el cabildo catedralicio. Logró sentencias favorables en los pleitos entablados por los obispos de Zaragoza (1170) y Huesca (1172), así como una oportuna intervención pontificia frente a la excomunión que le había lanzado el metropolitano de Tarragona (1171). Arregló sin dificultades las diferencias con la abadía de San Juan de la Peña sobre las iglesias de Estella (1174) y con Santa María de Tudela en torno a la parroquia de Santa María Magdalena (1193). Mucho más laboriosa le resultó la sumisión final (1188) del monasterio de Leire que de momento había obtenido (1174) el reconocimiento del privilegio de exención. Obtuvo de Irache mediante permuta la iglesia de San Pedro de Tafalla (1176) y, más adelante, no puso inconvenientes a que se adjudicara a tal abadía la parroquia de San Juan de Estella (1187). Confirmó los términos del monasterio de La Oliva (1170) y entregó a su hermano Nicolás, monje de Curia Dei, cerca de Orleans, la iglesia del extinto cenobio de San Adrián para que instituyera la nueva abadía cisterciense de Santa María de Iranzu (1176), donde precisamente sería sepultado. Veló por la mejor dotación del hospital catedralicio de San Miguel, reorganizó bajo su autoridad y protección las cofradías piadosas o asistenciales de Barañáin (1173), San Salvador de Burlada (1187) y San Miguel de Excelsis (1191), y encomendó a los sesenta cofrades de Santiago de Estella (1174) las atenciones del culto a Santa María del Puy. Consiguió en Amiens una reliquia de San Fermín y exaltó dignamente su memoria (1186). Durante su pontificado se produjo, en suma, una acusada compenetración entre la diócesis pamplonesa y la sociedad que estaba conformando el ámbito definitivo del reino de Navarra.

Bibliografía

J. Goñi Gaztambide, Historia de los obispos de Pamplona, Pamplona, 1979, p. 433-478.

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