PEAJE
PEAJE
Derechos percibidos por el fisco real sobre las importaciones (peajes propiamente dichos) y las exportaciones (sacas). El más antiguo de los aranceles navarro-aragoneses conservados corresponde a la época de Sancho Ramírez (1063-1094), pero recoge una tradición de comienzos del siglo XI. Gracias a él se conocen los productos que pasaban por los puestos fronterizos de Roncesvalles y Jaca-Somport, cuyas tasas producían importantes ingresos al tesoro.
Durante la baja Edad Media los puestos de control se hallaban situados en Pamplona y en las localidades fronterizas por donde cruzaban las rutas y caminos que comunicaban al reino con el exterior. Eran los siguientes: Maya, en la ruta hacia Bayona. Santesteban (suprimido en 1360) Lesaca y Vera, en el camino de Fuenterrabía. Lecumberri, en la ruta de Tolosa y San Sebastián. Echarri-Aranaz, en la de Vitoria por la Barranca. Del peaje de Los Arcos dependían otros puestos aduaneros secundarios (desde Baríndano y Otiñano hasta Mendavia, Sesma, Azagra y San Adrián). También se pagaban peajes en Laguardia, Bernedo, Cabredo y Acedo. El de Tudela tenía guardas en las seis puertas de la ciudad. Del de Sangüesa dependían los puestos de control situados entre Aspurz, Mélida y Carcastillo, en la frontera aragonesa. Los de Roncal y Ochagavía eran de importancia menor. En Ultrapuertos, finalmente, había peajes en San Juan de Pie de Puerto, Gárriz, San Pelay (Saint Palais) y Ostasvalles.
A veces estaban administrados directamente por la hacienda real, pero en general se procuraba concederlos en arriendo a plazo corto, a no ser que alguno de ellos fuera concedido en dono a un particular como pago de ciertos servicios. Los vecinos de Tudela gozaban de la exención de peajes en todo el reino, según el fuero que les concedió Alfonso el Batallador (1119). Los de Pamplona lucharon afanosamente por conseguir idéntico privilegio. En 1254 los del burgo de San Saturnino y de la población de San Nicolás obtuvieron una resolución favorable que declaraba que Sancho el Fuerte y Teobaldo I habían obrado injustamente al exigirles peaje en Pamplona o en cualquier otro lugar por razón del peaje de Pamplona. En 1372 los mercaderes de Pamplona lograron exención de peajes en todo el reino durante dos años, y finalmente, siete años después, Carlos II les concedió la exención total y definitiva de todos los peajes y lezdas. De este modo, los comerciantes más destacados del reino se vieron libres de este impuesto.
Existía también un tráfico ilegal, ya fuera de productos temporalmente prohibidos, ya del contrabando que eludía los puestos de control. La hacienda real confiscaba toda la mercancía sorprendida a los contrabandistas, que se repartía a medias entre el fisco y el aprehensor, o bien en tres partes: fisco, aprehensor y arrendatario, cuando el peaje se hallaba arrendado.
Los de Petilla de Aragón estaban facultados para adquirir en Navarra sin recargo los artículos que precisaran para su propio consumo, no así los que comprasen para revenderlos. Los ingresos totales por peajes ascendieron en el año 1280 a la suma de 1.650 libras, y a 2.320 en 1328. Estas cifras se redujeron drásticamente en la segunda mitad del siglo XIV a causa de varios factores negativos (pestes, guerras, etc.).
Bibliografía
J. M.ª Lacarra, Un arancel de aduanas del siglo XI, (Zaragoza, 1950). A. J. Martín Duque, Los Registros de Peajes Navarros del siglo XIV, (Santiago de Compostela, 1973).